Opinión

Para que aparezca otro Estado

Saltando los molinetes


José Cabrero* 

Uno de los indicadores sociales más categóricos respecto del quiebre del sentido social de la norma como conducta es cuando las personas comienzan a saltar molinetes para poder viajar, es decir, para poder cumplir con su medio de vida: ir a trabajar.

Pero esta expresión de ruptura con las normas sociales legalmente establecidas en un sistema capitalista (pagar para poder viajar) se produce cuando previamente los sectores sociales dominantes, efectivamente dominantes, también rompen con normas de convivencia elementales, por ejemplo, negar el derecho a la alimentación, el derecho a vivir, de las personas que trabajan para ellos.

Esto está ocurriendo  de una manera cruda, descarnada y eficaz, desde que asumió el gobierno del ultraderechista Milei. Más allá de su evidente desajuste respecto a normas de convivencia entre personas (que no tiene) lo importante es que la norma social del capitalismo que pretende imponer es una forma de dictadura del capital financiero. No importa aquí si el tipo está convencido –todo loco está convencido de su locura– o en verdad es un farsante especulador que solo está pensando en llenarse los bolsillos antes de irse. Lo que importa es lo que hace y el efecto que sus acciones de gobierno tienen.

Frente a esto gran parte de la población (especialmente sus votantes pobres), inicialmente atenta y expectante, ha quedado estupefacta. Pero hay un sector que comenzó a anticipar el camino. No me refiero a los miles y miles que se movilizaron reclamando comida por las rutas y plazas del país. Me refiero a los que saltan los molinetes para poder viajar. Estas personas, que ya son miles y no excepciones, decidieron actuar en contra de la enseñanza social de que la ley se cumple o se pagan las consecuencias. En última instancia comienza a hacer lo mismo que los poderosos, que se la pasan pasando por arriba de las leyes que ellos mismos escriben y hacen votar en el Congreso. La diferencia es que ellos hacen la ley y nombran los jueces. Nunca van en cana por no cumplir lo que ellos escriben.

Cuando los pobres comienzan a saltar las normas, saltar los molinetes, es porque su situación ha llegado a un límite que los empuja compulsivamente a romper la norma, porque ellos si pueden ir en cana o recibir un garrotazo, o un tiro en el ojo, o ser asesinados por la espalda en una persecución represiva.

Pero cuando los pobres ni siquiera tienen trabajo no sirve para la subsistencia saltar los molinetes del tren. Porque si además cada vez hay menos cosas para ir a levantar de la calle y lo que se paga por lo que se levanta cada vez cuesta menos…el cartón no se come y lo que vale no alcanza ni para el puchero. Y el gobierno además ni siquiera respeta normas elementales de convivencia social: entregar comida en los comedores populares donde comen los que no pueden comprar comida, entregar medicamentos a quienes tienen cáncer y no pueden pagarlo, etc… es decir, el gobierno se salta sus normas pero impone una terrible: molinetes para comer. Y si no tenés dinero, no comés.

Ante este panorama terrible los “movimientos sociales” vienen actuando desde hace años con una responsabilidad social impresionante: van a reclamar a las puertas de las oficinas del Estado. Y a veces están horas, o hasta días, esperando una reunión o una definición. Que muchas veces ni siquiera se produce. Y hay que volver. Y encima después nunca es todo lo que dijeron que iba a ser. De esto saben bien los dirigentes que se plantan estoicamente bajo el sol, o en medio de fríos terribles, esperando las definiciones. En ese sentido, las consecuencias de que se cortan calles o puentes o rutas, desde un punto de vista de la convivencia social, solo puede molestar a un sector social que no le importa porque no entiende que cosa es no tener trabajo, no tener sustento económico, o que no alcanza para sostenerse mínimamente. A veces la muerte les llega a los reclamantes durante una represión y resulta entonces terrible tener que escuchar a los mercenarios  de los medios de prensa justificar que al que pide pan, muerte dan. La antigua canción de “Los maderos de San Juan”.

Entonces, mi pregunta ahora es hacia ellos: ¿no habría que pensar en saltar los molinetes del hambre?

¿Cómo sería eso?: simplemente habría que saltar el molinete del Ministerio de Capital Humano (nunca tan marxista la definición del papel del trabajador en el nombre mismo del Ministerio) y solicitar la comida donde la comida está: en los grandes almacenes de los grandes supermercados formadores de precios. Convengamos que si el Estado no está…hay que arreglárselas sin el Estado. Eso implica directamente entre los hambrientos que no pueden comprar su comida porque no tienen como, y los que tienen tanta comida que se les pudre por toneladas. ¿O no es eso lo que propone Milei para el funcionamiento del sistema capitalista? Pero entonces, los que tienen lo que hace falta, o lo proveen o imponen la solución –ellos mismos la imponen– de obligar a proveerse a como venga. Y entonces será la hora de que aparezca el Estado de nuevo. Pero otro Estado.

¿Es hora de saltar los molinetes? Pareciera que si, Milei lo impone.

*Contrahegemonía

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