Al cruzar género y vocación hay discursos que parecen vetustos. Hoy son menos los que reivindican a viva voz que hay profesiones que no son para mujeres o que es el mandato familiar el que determina la ocupación. En cambio, es más frecuente escuchar a madres y padres hablar sobre el deseo de que sus hijas e hijos elijan “lo que les guste”. Pero esto no es suficiente para superar las desigualdades que se vuelven evidentes en muchos campos, incluido el de la ciencia y la tecnología. Queda por delante la pregunta sobre cómo se construye ese gusto y cómo allí subsisten los sesgos de género.
“La creciente presencia de mujeres en ciencia y tecnología constituye un fenómeno sustancial, pero no suficiente, para lograr justicia en el campo científico”, comenzó a explicar Sacha Lione, docente de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y becaria doctoral de Conicet.
“Si tenemos que instalar un día de las niñas y las mujeres en ciencia es porque la igualdad aún no la hemos logrado”, agregó Fernanda Pagura, docente de la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UNL.
Modelo para desarmar
La necesidad de reflexionar sobre en qué condiciones las niñas son capaces de imaginar su futuro en carreras científicas y tecnológicas forma parte de la agenda que llevó a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a instaurar el 11 de febrero como el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
El informe «Infancia, Ciencia y Tecnología: un análisis de género desde el entorno familiar, educativo y cultural» de UNESCO tuvo como objetivo principal: “generar conocimiento sobre las condiciones y factores que favorecen y/o limitan en la infancia las oportunidades y posibilidades de varones y mujeres para interesarse, desarrollar capacidades y construir una relación satisfactoria en el aprendizaje de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y la matemática”. También recalca la imposibilidad de proyectar sus resultados de manera lineal a las decisiones de la vida adulta.
Al analizar los datos obtenidos en Buenos Aires, México DF y Sao Pablo, el informe destaca que el cambio ya comenzó, que los niños y las niñas no comparten actualmente algunos estereotipos que diferencian sus intereses o capacidades. Sin embargo, algunos persisten, fundamentalmente en sus padres y en las escuelas.
“Si bien se ha avanzado en la conquista de derechos, aún operan en la crianza y educación formal e informal de les niñes estereotipos, roles y mandatos de género los cuales repercuten en la configuración de sus subjetividades y en la posterior toma de decisiones”, explicó Lione.
En este mismo sentido, el informe de UNESCO detalla entre sus hallazgos un interés decreciente de las niñas en Matemáticas, “una explicación frecuente es que a medida que avanzan en el trayecto escolar, ellas confían menos que los varones en sus capacidades para esta área lo cual redunda en menor interés y rendimiento”, concluye.
“Estas desigualdades integran las barreras -tanto materiales como simbólicas- que siguen operando y repercuten en las carreras de las mujeres que logran acceder, pero de manera aún más explícita en otras identidades de género que aún no logran llegar a estos espacios”, señaló Lione.
“Necesitamos transformar las trayectorias educativas de niñas, niños y niñes, donde podamos mostrarle que el género no es un techo sino que son las alas con las que podemos volar y que podemos hacerlo por los cielos que queramos. La ciencia necesita ser pensada como un espacio posible y no solo es una cuestión de género, también de clase y de raza”, subraya Pagura.
Tecnología
Además del campo científico, persisten estereotipos de género que atribuyen capacidades diferentes a varones y mujeres en cuanto al modo de vincularse con la tecnología. El estudio de UNESCO señala que niñas y niños tienen un uso frecuente de diversas tecnologías pero persiste una percepción parental de que son los varones quienes tienen mayores capacidades para ello.
Como contraparte, el informe destaca que madres y padres consideran a la tecnología y a las ingenierías como carreras estratégicas para el futuro y señala que el antiguo dicho que alude al orgullo parental por el progreso de los hijos y que se condensa en la frase “Mi hijo, el doctor” está siendo reemplazado por “Mi hijo, el ingeniero” y destaca que, gradualmente, está incluyendo también “Mi hija, la ingeniera”.