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Reseña: «Zona caliente» de Charles Williams

“Zona caliente” está conformada como una argamasa que une un mundo palpable de deseo y posesión y donde lo que cuenta es el reflejo para alcanzar el dinero o el amor, las dos cosas que importan para mitigar la angustia y la desolación.

Con una garra capaz de atenazar al lector en un movimiento siempre ascendente, Charles Williams escribe casi como respira, frases como un paisaje que huye hacia adelante a un ritmo acompasado; o al menos esa es la impresión que se tiene luego de leer Zona caliente, la magnífica novela negra portadora de una cualidad física dilatada entre sus páginas y conformada como una argamasa que une un mundo palpable, su constitución en deseo y posesión, y la falta de respuesta para cualquier tipo de fe que no sea la rapidez, el reflejo fugaz para alcanzar el dinero o el amor, las dos cosas que importan para soportar la angustia o la desolación.

LITERATURA
Zona caliente
Charles Williams
Traducción / Carlos Gardini
La Bestia Equilátera; 272 páginas

No se trata de una escritura austera exactamente, como bien a veces cabe esperar del género; Williams intenta activar en el lector la posibilidad de extraer belleza de una trama donde el suspenso deriva de la asfixia que produce lo vulgar, de su exagerada nitidez, como si su narrativa planteara lo desconcertante de una humanidad insensible, sus rastros viscosos en el movimiento de un océano infinito. Allí la belleza, la sinceridad y la vida pacífica son compuertas que se avizoran como a través de un cerco.

Sin pasado conocido salvo por algunos flashbacks de propio cuño que alternará con su acción, Harry Madox es un vagabundo inclinado a buscar trabajo temporario mientras asume un modo de estar en el mundo confiando en su habilidad y en un olfato decididamente conmovedor para detectar cuando el accidente se parece a la maldad. Muchísimo calor y una perspectiva diezmada ante un futuro poco prometedor, van tornando irresistibles las tentaciones: la jovencita primorosa Gloria Harper y un banco ofrecido como un regalo de los dioses, que parece estar al cuidado de un solo hombre y se encuentra en una calle solitaria. El espacio es un pequeño pueblo texano donde Madox gana unos dólares vendiendo autos para una concesionaria. Por extensión habrá un patrón con una mujer de las que quitan el aliento, una chica temperamental empeñada en salirse con la suya, que si sufriera sería incapaz de una queja, temerosa de que su ímpetu deje de fluir.

En su estrategia narrativa Zona caliente va tejiendo una utopía que se da de frente con su negación; Madox sucumbe a los encantos de Dolores Harshaw, la mujer de su empleador, y pese a creer que puede dominar las acciones y a los actores de la trama donde se mueve la moral de los hechos y el peso incontrastable de lo real juegan sus fichas a pleno descolocándolo, haciéndolo sentir como un instrumento de un poder incierto. Y ese poder incierto no es otro que el que tiene el dinero en la novela negra, prerrogativa a la que Williams se ciñe estrechamente. Madox y la joven Gloria tienden las redes para que su relación conforme una historia única, pero desde el principio un tipo duro y ladino se interpondrá con astucia y las dificultades comienzan a hacerse irreductibles. Al igual que cuando Madox se hace con el dinero y se enciende la llama de la paranoia y la encerrona que los agentes de la ley levantan a su alrededor porque, finalmente, el síntoma de Zona caliente es que todo termina pagándose, y las contradicciones y la ambigüedad son sólo problemas de conciencia.

Los rasgos estoicos y nihilistas de Madox sólo servirán para hacerlo rodar entre las argucias de la seductora, toda vez que va volviéndolo un esclavo de una partida perversa, que neutraliza su energía llevándolo a una batalla donde la avidez y la astucia de ella lo dejan sin refugio y sin territorio de pertenencia. El peligro en Zona caliente siempre está en el desborde, en esa opresión que sucede página a página y deja a Madox sin salida; en ese sentido Williams organiza el relato como una música donde su forma es la propia experiencia del protagonista.

“Me quedé un minuto echado sobre el volante, escuchando el ruido tristón de la lluvia y sintiendo el vertiginoso vacío del miedo en mi interior. Eso era lo que me había preocupado en el claro y mientras me devanaba los sesos tratando de subir la cuesta en la oscuridad. No había modo de arrancar el auto, y estaba a treinta kilómetros del pueblo. El alba me sorprendería mucho antes de que lograra llegar a pie. Y si dejaba el coche aquí, sería como dejarle mi tarjeta al sheriff…”, grafica un párrafo de Zona caliente ese “estado” de Madox.

El ingenio y la poética de Williams lo sitúan entre lo más destacado del género. La utopía inicial se transforma en exasperación y se materializa en los sentimientos hostiles que van calando la historia. Ya Madox va hundiéndose en complicaciones que son descritas como paradojas y establecen los sentidos. El del calor, por ejemplo, que involucra cada hecho cotidiano, mientras esos mismos hechos se deshacen y mudan constantemente minando las pocas reglas que se mantienen en pie.

Sin exagerar, de Zona caliente puede decirse que es un dechado narrativo a partir del cual Williams hace perdurable cierta genealogía de la novela negra, tal vez una de las más potentes: la de la desestabilización de todo atisbo de felicidad, ya que traiciones y lealtades son prácticas para oponer al orden constituido, aun en un pequeño y alejado pueblucho donde el ritual al que un joven y dos mujeres adhieren preanuncia alguna forma de muerte, sobre todo la del amor y la del deseo.

“Ya estaré muerto”

Charles Williams nació en Texas en 1909. Recién a los cuarenta años publicó su primera novela, Hill Girl, que vendió nada menos que dos millones y medio de ejemplares sólo en Estados Unidos. Su experiencia en la Marina, en la que se alistó, le sirvió para hacer del mar un escenario en muchos de sus libros, entre ellos: El arrecife del escorpión, Por mortaja una vela, Mar calmo, And the Deep Blue Sea. En 1962 escribió la versión fílmica de Zona caliente y trató de convencer sin éxito a Robert Mitchum para que hiciera de Harry Madox. La muerte de su esposa lo sumió en una gran depresión de la cual no pudo sobreponerse. Su agente, Don Congdon, relató que una mañana recibió en su oficina una carta sin remitente. No tuvo dificultad en reconocer la letra. “Cuando leas estas líneas, ya estaré muerto”. Charles Williams se había suicidado en su pequeño departamento de Van Nuys, Los Ángeles, la madrugada del 7 de abril de 1975.

La pantalla grande albergó una versión de “Zona caliente”

Afiche de la adaptación de “Zona caliente”.

Zona caliente tuvo su adaptación al cine de la mano del realizador y también actor Dennis Hopper, toda una garantía a la hora de dar su propia visión fílmica de la apasionante novela. Sin embargo, el guión escrito por el mismo Charles Williams no ofrece demasiadas variaciones en relación con el texto original, lo que genera una impronta de efectividad en cuanto al devenir de ciertos momentos del relato. Sobre todo aquellos que tienen que ver con los climas vertiginosos; con las escenas sensuales y eróticas; con la manifiesta decisión de adelantarse a la acción de parte de Madox.

Un gran despliegue simbólico es el que lleva adelante Hopper para plasmar las idas y vueltas de una trama donde lo opresivo tiene claras resonancias de un camino sin salida. Esto ocurre en algunos planos generales donde el agobio producido por el calor no sólo cuenta a través de los cuerpos sudorosos sino en la inconveniencia de algunos encuentros, o en el cerco tejido por la ley sobre el forastero Madox.

Una banda de sonido prodigiosa en la que sobresalen Miles Davis y John Lee Hooker anima buena parte de las secuencias dando el tono ubicuo que las escenas requieren en ese tórrido pueblo texano para que el triángulo amoroso levante cada vez más los decibeles. El elenco tuvo un par de nombres resonantes para la época: Don Johnson para el papel de Harry Madox; la todavía no muy conocida pero de fuerte pisada en escena Jennifer Connelly como Gloria Harper, y la irresistible Virginia Madsen en la piel de Dolores Harshaw. El film palidece un poco ante la novela pero tiene una efectividad garantizada.

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