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Cuarentena y caminata, la revolución de salir al sol y pasear en libertad

El feriado del 25 de mayo coincidió con la segunda jornada recreativa en Rosario desde el inicio de la pandemia. Con barbijos y distanciadas, las personas salieron a reencontrarse con una ciudad paralizada

Una chica se saca una selfie frente al nuevo monumento a Belgrano, una mujer le toma una foto a su hijo mirando al río, otra señora posa en la baranda que da al Paraná mientras un hombre intenta hacer foco con su celular. Son las 14 del lunes 25 de mayo. Se cumplen 210 años de la Revolución de 1810 y 67 días de aislamiento preventivo y obligatorio. En la segunda jornada que permite salidas recreativas en pandemia, caminar al sol es el nuevo grito de libertad.

Después de casi 70 días, las personas se reencontraron con la ciudad. La nueva anormalidad permite hacerlo con barbijos, a distancia y hasta un determinado horario. El día cálido dio lugar a paseos y caminatas, en particular en la franja del río.

En cada rincón, espacio verde o monumento histórico alguien sacaba una foto. Es que la vida durante esta cuarentena parece transitar detrás de las pantallas. Videoconferencias, clases virtuales, cumpleaños por zoom, consultas médicas por videollamadas se intercalan con fotos de comida o muebles reciclados en las redes sociales. Hay que reemplazar la proximidad por la inmediatez.

El vínculo corporal por el virtual. El abrazo por el sticker. Y quizás esa conexión mediada por la interfaz del celular, que no es novedosa pero sí exarcebada por los tiempos de cuarentena, aparece ahora para registrar la novedad de esta nueva anormalidad: contarle al mundo virtual que finalmente volvimos a tomar contacto con el real.

 

Como turistas en su ciudad, adultos y jóvenes parecen redescubrir el verde los árboles, la bajante del Paraná, la imponencia del Monumento a la Bandera. La libertad de recorrer nuevamente las calles, peatonales, avenidas y parques se une con el imperativo de sumar imágenes a la galería de esta pandemia. La modalidad es otra, claro, y la sonrisa se esconde detrás de un barbijo, con telas de colores en el mejor de los casos. Los gestos quedan ocultos en los rostros de extraños que se cruzan distanciados. Pasean, como si fuera un día normal sin pandemia, pero a las 17.01 una voz por parlante anuncia el fin de la diversión.

“Se terminó el horario de la salida recreativa”, dice un agente de la Gum, y las personas comienzan a emprender la retirada. Las calles vuelven a tornarse de ese gris que parece teñirlas cuando atardece y el silencio impera en una ciudad casi desolada entre el feriado y la cuarentena.

Quizás, si nos portamos bien, si cumplimos las reglas, nos permitan salir una vez más. Mientras, emprendemos el regreso a casa, a ese lugar seguro que aprendimos a habitar en estos dos meses, para volver a conectarnos entre pantallas y subir a las redes las imágenes que sacamos de la ciudad que añorábamos, junto con alguna foto de locro o empanadas.

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