Daniel Vilá (*)
La Rioja acaba de emprender un camino que también podría ser recorrido por otras provincias que afrontan dificultades económicas y financieras debidas al ajustazo impuesto por el Poder Ejecutivo: la emisión de una cuasimoneda que se podrá utilizar como medio de pago.
A pedido del gobernador Ricardo Quintela y con ese fin, la Legislatura local aprobó un monto de 22.500 millones de pesos de Bonos de Cancelación de Deuda (Bocade), popularmente conocidos como “El Chacho”.
Esta decisión podría implicar el retorno generalizado de un procedimiento que caracterizó a la crisis de los años 2001 y 2002, en la cual quince gobiernos provinciales emitieron bonos que circulaban de la misma manera que la moneda de curso legal, tenían dimensiones similares a los billetes oficiales y podían contemplar o no el pago de intereses.
Sin embargo, el exsenador Jorge Yoma, en declaraciones televisivas, aseguró que fue Menem quien emitió la primera cuasimoneda, durante el mandato de Raúl Alfonsín, para afrontar el desfinanciamiento de La Rioja, la crisis inflacionaria y la necesaria mejora de los salarios.
El bono tenía la misma nominación que los australes, curso legal en el territorio provincial y era aceptado por los comerciantes.
Lo cierto es que, desde 1991, durante el gobierno de Carlos Saúl Menem y con Domingo Felipe Cavallo como ministro de Economía, se dictó la Ley 23.928 de convertibilidad.
La emisión monetaria se restringió fuertemente, se intentó lograr el “déficit cero” mediante el corte del gasto y los bonos se convirtieron en un modo alternativo de financiamiento frente a la falta de liquidez existente, lo que permitía cumplir las obligaciones con proveedores, pagar salarios y sostener precariamente el consumo.
Bonos para todos
A 10 años de su imposición, durante la presidencia de Fernando de la Rúa, la convertibilidad era artificialmente mantenida y hacía agua por los cuatro costados, al punto tal que el Estado nacional, que no estaba en condiciones de asumir sus compromisos con las provincias en lo referido a transferencias y coparticipación federal, se vio forzado a emitir las Letras de Cancelación de Obligaciones Provinciales (Lecop) por 1.000 millones de pesos, pero ya en 2002, con Eduardo Duhalde como presidente, se concretó una segunda emisión por otros 2.271 millones de pesos.
La crisis que Cavallo desató con el Corralito, que permitía a quienes estaban bancarizados retirar sólo 250 pesos semanales, y el virtual congelamiento de los ahorros, generó incidentes graves en las puertas de los bancos, que prácticamente debieron blindarse para evitar que la destrucción de los vidrios de sus fachadas pasara a mayores.
Como lógica consecuencia, se multiplicaron los bonos provinciales.
Córdoba puso en circulación el Lecor; Entre Ríos, el Federal; Corrientes, el Cecacor; Tucuman acuñó el Bocade –el mismo nombre que adoptó el de La Rioja–; Mendoza emitió el Petrom; Misiones, el Cemis; Formosa, el Bocanfor; Chaco, el Quebracho; Catamarca, el bono Ley 4748; Tierra del Fuego, las Letras; San Juan, los Huarpes; Chubut y Río Negro, el Petrobono.
Pero la más importante de las cuasimonedas fue el Patacón, emitido por la provincia de Buenos Aires.
Su nombre evocaba una famosa serie de monedas de plata acuñadas en el período 1881-1883, denominadas oficialmente “peso moneda nacional”.
Al principio, los bonos eran aceptados por una minoría de los comerciantes y otros los recibían al 70 u 80 por ciento de su valor, pero con el paso del tiempo adquirieron una paridad con el peso.
“Todos los empleados públicos bonaerenses –maestros, profesores, policías, empleados del Banco Provincia– recibíamos la mayor parte de nuestro salario en Patacones y prontamente tratábamos de colocarlos en los lugares que los aceptaban. Se podía pagar con ellos todos los servicios y después, cuando circulaban por todos lados, empezaron a estar a la par con el peso, y no había comercio que se negara a aceptarlos”, recuerda una docente provincial.
No sucedía lo mismo con los bonos de otras jurisdicciones, que sufrían un deterioro de entre el 20 y el 30 por ciento.
A partir del 2003, cuando las consecuencias de la crisis de 2001 fueron desvaneciéndose, las cuasimonedas desaparecieron y se extinguieron completamente al ser reabsorbidas por los emisores.
Una curiosidad: los coleccionistas de billetes, que se deslumbran ante los que exhiben errores de impresión u otras rarezas, están pagando actualmente más de 10.000 pesos por un Patacón de 20 pesos que es hoy una joya numismática debido a su escasez.
(*) Editor de la Revista Acción