Después de un taller de educación no sexista que realizaron en 2015 el Sindicato Argentino de Docentes Particulares (Sadop) y el Instituto Municipal de la Mujer, surgió lo inesperado: la materialización de lo abordado en los encuentros en el flamante libro Nuevas historias de antiguos relatos (Homo Sapiens Ediciones). Se trata de una singular propuesta, escrita e ilustrada por maestros que se animaron a reescribir cuentos clásicos, emblemáticos y tradicionales desde la perspectiva de género. Desde el gremio aseguraron que no hay antecedentes de publicaciones similares en el país.
Así, 13 narraciones conforman la obra, entre ellas, una Caperucita roja que se piensa más audaz que el lobo y que tiene dos mamás; una Cenicienta que en vez de soñar con casarse con un príncipe, se convierte todos los días a las doce del mediodía en una suerte de mujer revolucionaria. Todas las historias mantienen su lenguaje original pero lo que varía es la actitud de sus personajes.
En el cuento original “El almohadón de plumas”, de Horacio Quiroga, Alicia, esposa de Jordán, muere después de padecer una larga y dolorosa enfermedad que ningún médico pudo descubrir cuál era ni encontrarle remedio. En cambio, en la reescritura del tradicional relato del autor uruguayo, la docente Nerina Soledad Barraza trabaja en la misma línea y contexto, aunque difiere en pasajes sustanciales porque el matrimonio está compuesto por dos mujeres y finalmente, la protagonista principal sobrevive.
Otra de las narraciones que fue transformada fue Caperucita roja, cuento emblemático si los hay. En la versión de la maestra Daniela María de Luján Di Paolo, la niña es interceptada por el lobo camino a la casa de su abuela pero la pequeña le juega una broma al feroz animal: coloca capa sobre un cactus y el depredador se arroja sobre la planta creyendo que se trata de Caperucita y termina lastimado por las púas. Entonces, para darle un escarmiento, el lobo se pone de acuerdo con la anciana para hacerle creer que se había comido a su abuela. Al igual que en el relato de Barraza, la familia de la pequeña está formada por dos mamás.
La docente Analía Fernández, en cambio, tomó el cuento de Cenicienta y lo convirtió en De Cenicienta a la audaz Evangelina en donde la joven es castigada por sus hermanastras y la esposa de su padre, pero era muy distinta a las demás mujeres del reino que buscaban casarse con el príncipe o algún noble acaudalado. Así, Fernández reescribe la célebre historia de Charles Perrault, pero a diferencia del famoso relato, en el que la muchacha se convierte en princesa a las doce de la noche, Evangelina se transforma, todos los días a las doce del mediodía, y se dedica a reunir a las mujeres del pueblo y organizarlas para que cada una trabaje en lo que más le gusta hacer y así forjar su propio destino. No por azar, en la ilustración que hace Gonzalo Gigena del cuento, el personaje principal tiene un notable parecido con Eva Perón, rodeada de un grupo de mujeres laboriosas y felices.
Debates y posiciones
Sin embargo, el trabajo que devendría en el libro recientemente publicado no fue sencillo. Silvana Cadahia, secretaría de Cultura y Derechos Humanos de Sadop, recordó que hubo posturas encontradas, con docentes que se oponían a hacerlo apelando a la sacralización de la escritura, frente a otros que apoyaban la idea planteando que la narrativa siempre es inédita y que genera otras escrituras.
“No cuestionamos lo escrito porque lo escrito, escrito está, pero mantenemos la postura de un principio de invención y que siempre hay y puede haber reescritura. Además de que la intertextualidad nos atraviesa como sujeto y como grupo. Herman Melville, Horacio Quiroga, el mismo Perrault, seguramente cuando escribieron sus obras marcaron tendencias y lo hicieron dentro del contexto social de su época. En nuestro trabajo (por el libro) nunca se juzgó lo escrito porque la literatura, más allá de la ficción, siempre está atravesada por cierta verosimilitud y enmarcada en un marco real”, agregó Cadahia.
Un trabajo necesario
Para la responsable del área de Cultura y DDHH de Sadop, el hecho de que el libro se haya hecho realidad es porque era necesario. “Hay prácticas que están fuertemente atravesadas por una postura de género totalmente estereotipada, mientras la escuela se presenta como una gran matriz, bien maternal (incluso hay quienes les dicen «las amas de casa del Estado»), lo cierto es que es también formadora de conductas determinadas, en un contexto social cargado de prejuicios. Eso lleva a actitudes como discriminación. Siempre decimos que el prejuicio es el concepto y la acción, la discriminación”, relató Silvana, libro en mano, a quien por momentos se le llenaban los ojos de lágrimas por la emoción y satisfacción del sueño cumplido.
“Por un lado –explicó–, la escuela enseña derechos, ayuda a los jóvenes y a los más pequeños a construir y convertirse en sujetos de derecho pero por otro lado hay textos que dan a entender que por el hecho de ser varón deben hacer uso de su fuerza, sólo por dar un ejemplo. Eso a los docentes es lo que nos hace ruido y tratamos de buscar otro camino”.
Multiplicarse en las aulas
La intención de los responsables de la confección del libro es que se aborde en las aulas, y desde Sadop fueron optimistas al respecto, ya que consideraron que “cada una de las escuelas se va a ir abriendo y cada compañero, desde su lugar, va a ir haciendo ese trabajo de llevar algo distinto, ya sea porque lo crea importante o porque esté en sintonía con aquello de respetar los derechos de cada uno”.
Cabe desatacar que Nuevas historias de antiguos relatos no cuenta con fichas de actividades para realizar en las aulas. Al respecto, Cadahia explicó que fue un tema que se pensó como colectivo, con el fin de que cada docente trabaje con su propio proceso de construcción, además de que hay toda una línea de trabajo en la literatura escolar que tiene que ver con leer por leer o leer por placer.
“En los planes nacionales de lectura, que tuvimos por varios años y esperamos que no se pierdan, los maestros disponen de media hora para leer, sin necesidad de sacar una idea central. La intención es leer porque si no se vincula a la literatura con la escuela y con el displacer”, concluyó la referente de Sadop.
Elección sin imposiciones
Laura Sellarés, secretaría del instituto de capacitación de Sadop, explicó que cada uno de los docentes que asistió al taller eligió el cuento a reescribir. “No fue algo al azar o arbitrario ni mucho menos impuesto. Fue abierto, los compañeros debatieron sobre cada uno de los paradigmas, también acerca de las cuestiones de género y de cómo veían esa influencia en los distintos relatos”, dijo.
El transitar fue corto pero intenso, comenzaron trabajando en el proyecto 30 docentes y finalmente quedaron 13. Algunos no se animaron y muchos de los que sí lo hicieron, luego de que el libro estuvo impreso nos confesaron que nunca en la vida imaginaron que tendrían la posibilidad de escribir un cuento y mucho menos de reescribir un clásico”, aseguró la secretaría del instituto.
Dibujos
En cuanto a los ilustradores también son docentes: Gonzalo Gigena, Diana Fernández y Francisco Fraile. Uno de ellos es maestro de grado y no está vinculado con las artes plásticas, mientras que los otros se dedican en las escuelas al dibujo y actividades prácticas.
“Cuando les comentamos cómo era la idea y de qué trataba el libro, los tres aceptaron gustosos pero a diferencia de los narradores, a ellos no les dimos a elegir los cuentos a retratar, hicimos un sorteo e inmediatamente pusieron manos a la obra“, concluyó Sellares.