Eso que pasa mientras los rostros con barbijo se cruzan en las góndolas de supermercado, eso que pasa mientras se hace la tarea con los niños y niñas de la casa, eso que pasa mientras se dan clases por videollamada: eso que se llama vida en cuarentena, que comenzó el 20 de marzo ante la pandemia del COVID-19, se convirtió en el objeto de estudio de un grupo de sociólogos y sociólogas del Conicet que integran el Grupo de Estudios Culturales y Urbanos (GECU) del Instituto Gino Germani. Su objetivo fue registrar –entre los y las residentes de la Región Metropolitana de Buenos Aires– los cambios en los usos, percepciones y valoraciones del espacio público y cómo comenzaron a habitarse nuevos espacios en las viviendas privadas, como balcones y terrazas.
Las y los investigadores confeccionaron una encuesta online que circuló y llegó a casi tres mil personas entre el 8 y el 21 de abril, es decir, entre la tercera y la cuarta semana de aislamiento. El nivel de acatamiento de la medida, entre los y las encuestadas, fue del 94 por ciento. El 51 por ciento de la muestra dijo estar atravesando el aislamiento en una casa o PH y el 48 por ciento en un departamento. De ellos, el 19 por ciento estaba transitando el aislamiento solo, el 32 convive con una persona más, el 20 por ciento con dos personas más y el 15 con tres personas más durante el aislamiento, es decir que la mayoría de los hogares fueron pequeños o unipersonales.
Una vez registradas las respuestas, lo primero que sorprendió a las y los científicos fue que el 73 por ciento de quienes respondieron la encuesta fueron mujeres, lo que les hizo pensar que probablemente exista un patrón vinculado al género que pueda explicar esa feminización de la muestra en los formatos virtuales. Además, los resultados iniciales les hicieron pensar que, contrario a la idea que circula de que el coronavirus no discrimina y afecta a todos y todas por igual, la realidad que se vive en cada vivienda es que el género y las condiciones habitacionales tienen una gran incidencia en cómo se distribuyen las tareas de cuidado al interior del hogar. También, que el grado de hacinamiento que se vive en cada hogar incide en las actividades –estudios, actividades artísticas, físicas o lectura– que se llevan adelante durante la cuarentena. “No todos y todas llegamos igual a esta situación, y esa desigualdad preexistente se reconfirma a la hora de poder tener ocio, recreación, formación o responsabilidades”, vislumbra Martín Boy, uno de los investigadores del Conicet que encabezó el proyecto. La pandemia, entonces, no pareciera haber traído un nuevo orden social, como se vaticina en ciertos análisis, sino que vino más bien a profundizar las diferencias que ya prevalecían a nivel social.
Un dato singular que se desprende de la encuesta es que durante el aislamiento las mujeres siguen siendo las principales responsables de las tareas domésticas. Entre las actividades más extrañadas, figuraron ir a restaurantes y boliches (35 por ciento) y practicar deportes (32 por ciento). El 63 por ciento de las y los encuestados dijo que cocina más, y el 61 por ciento que limpia más desde que se instauró la cuarentena. El 44 por ciento dijo que come más y el 43 por ciento que duerme más. Las actividades de ocio más elegidas están siendo ver películas y series (59 por ciento) y realizar actividad física (48 por ciento). En cuanto a las prácticas sexuales, entre el 50 por ciento de las y los encuestados la frecuencia sexual no se modificó. En el 40 por ciento de los casos decayó y solo en un 10 por ciento de los casos aumentó.
Asimismo, el 43 por ciento de las y los entrevistados pidió menos comida por delivery que antes y un 51 por ciento está realizando más cursos virtuales. También se vio cómo en las primeras semanas de aislamiento, acompañadas por el calor, muchas personas comenzaron a hacer uso de los espacios exteriores de las viviendas, muchas veces condenados al olvido: los balcones y las terrazas, principalmente. “Estos espacios se convirtieron en lugares para compartir, para airearnos, para comer y para entablar charlas con vecinos y vecinas”, señala Boy. “Y el espacio público progresivamente se convirtió en un lugar de exposición al que se le teme, en el que prevalece el nerviosismo y se intenta atravesarlo lo más rápido posible”.
En este último aspecto, el corredor norte –Ciudad Autónoma de Buenos Aires y los partidos del Gran Buenos Aires Norte- fue donde se registraron más temor e inseguridad al transitar calles y recorrer el barrio y los supermercados, cuestión que no se vislumbró con tanta presencia entre los y las encuestadas del corredor sur. Lo que las y los investigadores aun no pueden asegurar es si esa diferencia emocional se debe a que los mayores casos se registraron en la zona norte de la Ciudad, o si tiene que ver con la clase social desigual de quienes residen en estas áreas.
A futuro, según indicaron las y los entrevistados de la encuesta, las nuevas costumbres que se podrían perpetuar son el lavado de manos (82 por ciento cree que sí), y la práctica de toser en el pliegue del codo (79 por ciento), no así saludar con un beso (el 72 por ciento aseguró que no dejaría de hacerlo) ni dejar de compartir el mate (el 70 por ciento de la muestra seguiría compartiéndolo). El 88 por ciento de las y los encuestados dijo que lo que más extraña es el vínculo con familiares, amigos y amigas y pareja. Una novedad del aislamiento son las videollamadas: el 91 por ciento de las y los encuestados las está utilizando, y el 54 por ciento no las realizaba antes de la cuarentena. Y el 37 por ciento de la muestra comenzó a relacionarse con vecinos y vecinas a través de terrazas, balcones, patios o ventanas.
“En 2020, los integrantes del GECU nunca pudimos vernos cara a cara, porque cuando iba a comenzar nuestro años llegó el coronavirus”, explica Boy sobre cómo surgió la idea de esta encuesta. Ante la inminencia de la cuarentena, las y los integrantes del GECU decidieron gestar, entonces, un proyecto que, dentro de las posibilidades que les daba la virtualidad, les permitiera acompañar el proceso personal de aislamiento que comenzaban a atravesar, sin dejar de contribuir a la producción del conocimiento en ese nuevo contexto de cuarentena.“Con esta encuesta quisimos llevar adelante aquello que las académicas feministas bien definieron como ´conocimiento situado´, lidiar con nuestro proceso personal investigando una problemática concreta. Fue una forma de hacer ciencia sin dejar de tramitar lo que nos pasaba individualmente”, agrega Boy.
Desde hace ocho años, el GECU releva la vida urbana y la producción sociocultural de los espacios de la ciudad. Las y los investigadores que lo conforman en paralela están realizando entrevistas en un panel de control. Esto significa que se entrevistará a un mismo grupo de personas cuando la cuarentena se flexibilice –en el período de transición- y luego del levantamiento del aislamiento social, para comparar así la experiencia vivida a lo largo del tiempo. La realización de estas entrevistas en profundidad complementan los resultados de la encuesta y pretenden medir las formas de sentir y experimentar los espacios exteriores e interiores de las viviendas y el espacio público durante el aislamiento.
El proyecto final del equipo será la publicación de un libro con el análisis de los resultados obtenidos a lo largo de todo el proceso. En forma simultánea y en articulación con un grupo de investigadores e investigadoras residentes en Madrid, se está replicando este estudio bajo la misma modalidad en la capital española, con fines comparativos.
Para acceder a la encuesta, haga click aquí.
Equipo de investigación
Juliana Marcús, Martín Boy, Joaquín Benitez, Martina Berardo, Agustina Márquez, María Agustina Peralta y Diego Vazquez.