Por Javier Hernández
Bajo el slogan “Cumbia experimental, paranarquismo cintural”, el singular artista conceptual, músico, productor, y realizador audiovisual holandés Dick Verdult, popularmente conocido como Dick El Demasiado, se presentará esta noche, a las 22, en La Macarena (Sarmiento 1037) para dar rienda suelta a su performance sonora que define como “Cumbia lunática”.
Ni cumbia, ni música electrónica, el señor Demasiado se aleja de las categorías rígidas, trasciende lo puramente musical, y desde allí busca favorecer una oferta multisensorial que se expande entre los públicos dando lugar a una ceremonia de vuelo poético que contagia y transporta a un estadio colectivo de conciencia.
Nacido en 1954 en una familia adinerada de la ciudad holandesa de Eindoven, durante su juventud vivió en más de veinte localidades de Argentina, Guatemala, Holanda, Francia y Sudáfrica. En Buenos Aires tuvo su primer contacto con la cumbia a los seis años a través de una empleada doméstica que trabajaba en su casa y solía escuchar ese género. “Ahí me pareció una música mucho más sincera que otras seudo rockeras de imitación europea o gringa de los años 60”, dijo el músico.
—¿Cómo vivís el regreso al país?
—Muy contento, con muchas ganas de tocar en Rosario. Hace un tiempo venía dos o tres veces intercambiando viajes entre Europa y América, y cuando llegaba también aprovechaba para presentarme en Chile y México. Pero como también soy artista plástico decidí que ya era tiempo de hacer un trabajo en Holanda con el material que había surgido de todo esto; esto hace que esté viniendo menos. No obstante la música sigue siendo el centro de mi actividad porque es una plataforma en todo lo que lo circunnavega y que se ve con claridad desde el arte de tapa de un disco hasta la manera de actuar que uno puede adoptar; esto es arte también y me interesa más acercarme a mi público por esa vía que colgando un cuadro en un museo.
—Dijiste que te sentías un “evangelista de la cumbia experimental”. ¿Cómo esperás que reaccione el público a esos estímulos que disparás desde el escenario?
—No espero más de lo que me dan porque ya está sucediendo. Tengo un público bastante hambriento en el sentido que tiene muchas ganas de agarrar todas las puntas que les voy tirando durante el show. Yo no trabajo para un mercado y sólo toco cuando me invitan, y en cada presentación tengo a mi público dispuesto a pedirme todo y eso hace que las canciones cobren su propia vida. No me hace falta decir que me gustaría que reaccionen de tal o cual forma porque ya lo hacen como me gusta: y eso es con mucho juego. Lo del término evangelista tiene que ver con que en cierto momento uno quiere experimentar y para ello es interesante martillar en un mismo terreno en vez de dispersar la acción para todos lados. En ese sentido me gusta mucho decir que es como hacer una tarea evangelizadora, pero es más bien una estrategia.
—Naciste en Holanda pero durante tu juventud viviste en la Argentina. ¿Cómo llegaste a la cumbia?
—La empecé a oír cuando era muy chico y la señora que trabajaba en mi casa cuando vivía en Argentina escuchaba esa música. Ahí me pareció una música mucho más sincera que otras seudo rockeras de imitación europea o gringa de los años 60. Esa experiencia la retomaría tiempo después cuando me encontraba completamente a solas trabajando en España. En ese momento estaba muy convencido de que la cumbia –a mi modo de ver–, estaba como muy dormida; como que se había encontrado con todas las limitaciones posibles y ahí había quedado. Frente a eso me pareció que había posibilidades de abrir el abanico mucho más, tal como se hizo con el dub en su momento. Fue así como observé que había un terreno que se podía desarrollar jugando y eso hice.
—Muchos dicen que el rock se encuentra estancado y no tiene el poder de comunicar que tenía antaño. En este contexto florecen géneros con raíz latinoamericana. ¿Creés que es el momento histórico de este sonido?
—Yo no le daría tanto valor porque no creo que de repente se haya abierto otro capítulo en la música. Además creo que, en cierta medida, quienes lo están trabajando tampoco muestran tanto brillo. Sí podemos ver que hay gente que cambió su rumbo, pero no es para abrir tanto terreno. En cuanto a sonido, el rock sigue siendo interesante, sólo que la gente que lo está tocando en la actualidad ya perdió su credibilidad: es más bien un rock “esponsoreado”. Obvio que está bueno que la gente vaya mirando desde la capital de su país hacia el interior, hacia los bordes, pero todavía no me convence tanto como para decir que las cosas estén cambiando.
—¿De dónde surge eso que se llama cumbia digital?
—De la experimentación que estoy haciendo salen decenas de canciones pero lo que me propuse desde el comienzo fue abrir el terreno y crear una plataforma que tenga mucha posibilidad de jugar. A eso aposté y por eso trabajé. En ese marco de situación, que esta música sea bailable no es un hecho menor, ya que así es más fácil propiciar que la magia ocurra.
—Tus shows se viven de forma casi hipnótica, donde la gente parece estar compartiendo algo colectivo.
—Creo que sí. Yo nunca pensé que iba a actuar mis canciones pero desde el momento en que comencé a hacerlo me dí cuenta cómo se generaba eso que me decís y toda la gente se volvía una sola. Efectivamente la gente suelta las riendas y está dispuesta a cierta libertad.
—¿Diagramaste de alguna forma especial el show en Rosario?
—La verdad es que no lo pensé demasiado; lo que sí tengo es muchísimas ganas de tocar en Rosario y va a ser especial porque la otra vez que toqué la gente quedó muy impactada. Esta vez toco solo con un show que ya realicé en Japón, Rusia, y aquí mismo en Buenos Aires. Es otro tipo de delirio y me gustaría ver cómo reaccionan a este nuevo estímulo esas mismas personas que deliraron esa vez.