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Cumbo tiene la improvización como meta

El quenista Jorge Cumbo estará el viernes en el túnel 4 del CCPE en un concierto junto al guitarrista Horacio Burgos. Habla de su pase de la percución al instrumento que adoptó y del llamado 'folclore del siglo XXI'.

Por Javier Hernández.

En el marco del ciclo Contemporáneo del Mundo que organiza el Centro Cultural Parque de España bajo la idea de la improvisación en la música, la composición y la interpretación como gesto expresivo, y también como puente, diálogo, punto de partida y final del juego, esta noche, a partir de las 21.30, se presentará en el Túnel 4 del Parque España (Sarmiento y el río) el dúo conformado por el reconocido quenista Jorge Cumbo y el guitarrista Horacio Burgos.

En la búsqueda de expandir las potencialidades melódicas de las cañas, el concierto prescindirá de un repertorio definido, apelando a la improvisación y experimentación como guía absoluta de la interpretación. A más de cincuenta años de subir por primera vez a un escenario, Cumbo habló sobre sus comienzos en la interpretación de la quena, su visión del llamado folclore contemporáneo, su relación con Burgos y el concierto de esta noche para el que anticipó: “Partiremos de la nada; esa es la premisa”.

—¿Cómo se conocen con Horacio Burgos?

—Lo primero que hicimos con Horacio fue grabar el disco Cañas y guitarras, algo que me conmocionó tanto que más tarde lo convoqué para que esté en una de mis giras por Japón. Esas giras eran siempre muy extensas, así que con él hicimos cerca de 30 conciertos. Después nos volvimos a ver en 2007 cuando organicé otra gira donde tocamos en Córdoba. Todos esos conciertos hicieron que Horacio fuera siempre uno de los músicos más presentes en mi lista.

—¿Qué tipo de afinidades musicales comparten?

—Muchísimas. Nunca hablamos de  ellas pero deben ser bastantes: él participó del dúo salteño del que yo era fanático; uno de los autores que más le gusta es el Cuchi (Leguizamón) con el que obviamente coincido. Ahora lo cité para compartir esta iniciativa del Parque de España.

—¿Cómo será este concierto?

—La improvisación nos lleva a tirarnos a la pileta para encontrar alguna conversación atractiva entre nosotros. Partiremos de la nada; esa es la premisa.

—¿Hay algún clima o color que podría primar en el show?

—Haremos lo que sugieran las dos primeras notas que toque con mi quena o que sugieran los acordes que se le ocurran a Horacio en ese momento. Vamos a partir de esas iniciativas. Aceptamos el desafío.

—A casi medio siglo de subir por primera vez a un escenario, ¿cómo recuerda sus comienzos en la quena?

—Recuerdo que había ido a Francia a hacer un curso de música contemporánea y un día pasé por el Barrio Latino. En ese momento la música andina estaba por todos lados y yo escuchaba quenistas que me atraían pero no tanto como para invitarme al instrumento. Como percusionista y cantante de Los Incas, que después se llamó Urubamba, coincidió que el director del grupo vino a Argentina a buscar al “mejor quenista que pudiera encontrar acá” y eligió a Uña Ramos. Cuando lo escuché tocar fue un choque tan fuerte que dije: quiero probar, a ver qué puedo hacer yo; y aquí estoy, sigo probando (risas).

—¿Cómo influyeron tantos viajes por diversas culturas en el Cumbo de hoy?

—Cada vivencia en cada país al que fui me impregnó otras maneras de hacer música pero también de pensar. Y las otras maneras de pensar te hacen reprogramar –aunque no necesariamente de forma consciente– otras maneras de hacer música. Los viajes me ayudaron a diversificar.

—Actualmente se habla del “folclore del siglo XXI”. ¿Qué cambios ve entre lo que pasaba en los 90 y ahora?

—Me parece un rimbombante el titular. Creo que los cambios se producen día a día, mes a mes. Diría que el folclore que se hace actualmente tuvo muchos progresos desde el punto de vista armónico y compositivo. Además, entre mi generación y la actual se produjo un florecimiento de escuelas de música popular en Argentina, que marca la gran diferencia con lo que se hacía hace veinte o treinta años. Los músicos ya no son orejeros como nosotros –no todos, pero yo me considero así– y creo que la diferencia es esa: hoy hay muchos que hacen música con estudio y eso es muy importante.

—En las fusiones del folclore, ¿es la identidad lo que está en riesgo?

—Si uno hace folclore, es muy válido ir a la fuente y en lo posible convivir con ese paisaje y con esa gente, pero es todo muy personal. Es una elección y sobre todo me parece que tiene que haber un compromiso honesto con lo que uno hace; no hacer más de lo que uno puede, o no rotularse en lo que uno no es. Por eso no me puedo rotular como un folclorista, porque no soy un folclorista, soy un músico libre, y mi propósito es aunar músicas de múltiples culturas y mis experiencias vocales e instrumentales para que surjan en mis composiciones y en mi manera de tocar; lo principal es que haya un compromiso honesto conmigo mismo y con la gente.

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