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Cumbre Trump-Xi, ¿y la globalización?

El observador que se asome a la cumbre entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de China, Xi Jinping, podrá encontrarse en primer plano con las tensiones propias de una globalización que a esta altura muestra más tensión que estabilidad para la economía mundial.

El observador que se asome a la cumbre entre los presidentes de Estados Unidos, Donald Trump, y de China, Xi Jinping, podrá encontrarse en primer plano con las tensiones propias de una globalización que a esta altura muestra más tensión que estabilidad para la economía mundial.

De acuerdo a las crónicas del encuentro en suelo norteamericano, la gestión de Trump dejó trascender que el flamante mandatario pidió abordar la cuestión del déficit comercial estadounidense en la relación bilateral de manera “inmediata”.

La Casa Blanca le reclama a Beijing un “plan de 100 días” para empezar a cambiar la relación comercial.

El secretario de Estado, Rex Tillerson, confirmó que tiene que haber “pasos concretos para balancear el campo de juego en favor de los trabajadores estadounidenses”.

A su vez, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, dijo que el “plan de 100 días” era “ambicioso” y lo calificó como “un gran mar de cambios en el ritmo de las discusiones”.

No se sabe a ciencia cierta cuánto hay de verdad en las expresiones de los voceros de Trump en el sentido que los intercambios sobre ese espinoso tema fueron “duros” entre ambos mandatarios.

Más allá de la mención a un “plan de cien días”, el diario New York Times señaló que Xi no expresó ninguna “concesión”, mientras la gestión republicana deja trascender que Trump tiene a la firma un decreto para penalizar a los países que exportan acero a precio de “dumping” a Estados Unidos.

El lenguaje de la diplomacia china fue mucho más cauto: “La relación económica bilateral se ha estado moviendo hacia adelante sobre la base de la cooperación «win-win» y los dos países son el mayor socio comercial mutuo, de lo cual ambos pueblos se han beneficiado mucho”.

“Las dos partes acordaron profundizar la cooperación en comercio e inversión y manejar adecuadamente las fricciones comerciales para beneficio mutuo”, señaló la prensa estatal china, en una muestra de que Xi no pareció demasiado conmovido por los planteos norteamericanos.

Como telón de fondo entre estas dos potencias económicas están los crujidos de la estructura de la globalización, que 25 años atrás parecía una dinámica arrolladora pero ahora se llena de contradicciones, expresadas en las propias palabras de Trump y su equipo de gobierno.

El columnista Michael Fuchs, del diario británico The Guardian, destacó que en este caso no sólo la economía está sobre la mesa sino que todo se toca con la cuestión de la seguridad.

“El objetivo de China para su relación con Estados Unidos es evitar una guerra comercial y empujar a Estados Unidos a jugar un rol más pequeño en la seguridad asiática. Eso hace la estrategia de Xi fácil: ofrecer relucientes pactos económicos y obtener concesiones en materia de seguridad”, planteó.

Allí es que entrarían posibles anuncios de inversión por parte de China en suelo norteamericano, lo que le permitiría a Trump mostrar que los puestos de trabajo –aunque no necesariamente las ganancias– regresan a su país.

En el New York Times, el analista Neil Irving destacó que en parte, en la mira están los aranceles del orden del 25 por ciento que China impone a las importaciones de autos y restricciones a la importación agrícola.

Pero hay otro problema: la gran cantidad de ahorro de la economía asiática.

Para rebalancear la relación bilateral, China debería impulsar más su consumo interno, para así también buscar más importaciones de bienes terminados –un cambio enorme en su estructura productiva–.

El especialista se refirió a la relación chino-estadounidense como la de un “matrimonio disfuncional” que no puede divorciarse: ¿Asistiremos a todas las tensiones que augura el temperamento de Trump en la pareja? ¿O los cónyuges se las arreglarán para renovar los votos de una globalización que hace rato dejó de ser una luna de miel?