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Cumplió su primer mes de gestión un mejor gabinete de ministros nacionales

Alberto F. respondió a los cuatro criterios básicos para sus designaciones, como todos los presidentes que lo antecedieron, pero también sumó cualidades técnicas y profesionales, y convicciones que tienen relación íntima con la impronta de su gestión

Gabriel Rafart *

 

Pasaron treinta días del estreno del gobierno de Alberto Fernández. La voluntad de recuperar capacidades estatales va de la mano de la conformación de un gabinete que no hay duda resulta mejor que el armado por el PRO para su primer año de gobierno. Distinto también a aquellos que se dieron durante el período 1983-2011. Ciertamente, en todos ellos se destacó la presencia de al menos cuatro grupos de factores que definieron su conformación.

Varios de esos factores fueron señalados por los estudios politológicos. Otros son de factura nuestra. Veamos esos grupos de factores. El gabinete se arma: 1) de acuerdo al modo en que se llega a la presidencia y las características propias del partido y la coalición electoral que aseguró esa victoria; 2) en relación a la formación, experiencia y trayectoria política-partidaria del presidente; 3) a partir de los objetivos del mandatario presidencial, los recursos políticos, institucionales y de liderazgos que el titular del Ejecutivo dispone para llevar adelante su agenda y el contexto internacional que le toca gobernar, y 4) debido a la naturaleza predominante de los actores políticos que reniegan o adhieren a la dimensión de que toda acción política es centralmente estatista.

Repasemos la historia de la conformación de los gabinetes presidenciales desde 1983. Durante las presidencias de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa se armaron gabinetes considerando el peso y los equilibrios partidarios, regionales e ideológicos de la UCR. De la Rúa sumó la lógica coalicional con la presencia de un vice fuerte que en gran medida era jefe de una parte del gabinete, aunque esos ministros pertenecieran a un partido frágil en sus convicciones y armado territorial. En cambio, en las dos presidencias de Carlos Menem desde el Partido Justicialista –un partido siempre frágil en su constitución e institucionalización, aunque poderoso para sumar camadas de dirigentes con espíritu renovador– se decidió reclutar a muchos de sus ministros en las facciones dominantes del peronismo, abriéndolo también a figuras no partidarias, además de representantes de las organizaciones de interés, incluyendo figuras de los primeras think thanks criollos. Entre estos últimos se pueden mencionar los casos de Domingo Cavallo, Miguel Roig y Antonio Salonia.

Por otra parte, la presidencia de Néstor Kirchner sumó otras complejidades. En su lógica hubo cierto desacople respecto a la cuestión territorial del PJ, con la llegada del entorno íntimo de Kirchner procedente de su provincia natal. La presencia de hombres propios provenientes del elenco gobernante en Santa Cruz habló de un gabinete “de pingüinos”. Por si fuera poco, recurrió a una parte del gabinete que Eduardo Duhalde constituyera durante 2002. Éste había armado su gabinete con auxilio del PJ, la mayor parte de las facciones parlamentarias y la casi totalidad de los gobernadores.

Kirchner generó novedades y ciertas rupturas a lo largo de su gestión. A su pingüinera sumó para sus posiciones ministeriales, no siempre subalternas, a líderes de los movimientos sociales. Esto último reflejaba una sensibilidad distinta y un proyecto de canalización de las demandas sociales pos crisis de 2001. Cristina Fernández continuó esas lógicas sumando y restando dentro del peronismo y aliados, ofreciendo mucho desde el ensayo y error, hasta que primó la lógica de las lealtades absolutas, sin dejar atrás las cualidades profesionales. Sobre todo en su segunda presidencia, la más difícil, donde logró reclutar hombres y mujeres jóvenes con grandes capacidades para innovar. Muchos de ellos son figuras claves del proceso político abierto el 10 de diciembre de 2019.

El tiempo de Mauricio Macri impuso el doble criterio de la lealtad personal y la pertenencia al universo de capacidades logradas desde las agencias de consultorías, ONGs y empresas privadas. Bajo el primer criterio no hizo nada distinto a lo que hicieron otros presidentes que habían gobernado territorios –Menem, De la Rúa, Duhalde, Kirchner– transformando anteriores secretarios del gobierno porteño en ministros nacionales. Varios de los nuevos designados por Macri fueron sólo organizadores y gerenciadores del empresariado transnacionalizado que renegaban de la condición estatista de la política.

Fernández ofrece lógicas para su gabinete que pueden considerarse de síntesis respecto a los cuatro criterios que mencionamos al inicio. Efectivamente, además de la lógica partidaria y coalicional (el peronismo siempre es y será una coalición) sumó a las cualidades técnicas y profesionales convicciones acerca de que la acción política es una dimensión centralmente estatal. De allí que su gabinete arranca mejor respecto a muchos que lo precedieron.

 

(*) Historiador. Profesor de la Universidad Nacional del Comahue. De vaconfirma.com.ar

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