Cuando Daiana Travesani salió de rehabilitación en andador una de primeras las cosas que quiso volver a hacer fue salir a tomar algo. Una noche del invierno de 2017 organizó con sus amigas para ir a un bar. Al llegar a la puerta, encontró seis escalones altos e imposibles de subir sola. Desde el bar salieron varias personas y ofrecieron hacerle upa para entrar. Esa fue la primera vez que Daiana se dio cuenta de que la ciudad que había conocido a los 18 años al llegar a Rosario ya no era la misma. Y que ella era un cuerpo diferente para habitarla. No se trataba sólo de que no había rampas y condiciones de accesibilidad en las calles, los edificios o los comercios. La mirada de los demás sobre ella también había cambiado.
Este martes y en el Día Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad, Daiana se convirtió en una de las 8 personas que entrarán a trabajar en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Lo hizo a partir del compromiso firmado por el rector Franco Bartolacci de cumplimiento del cupo laboral para personas con discapacidad. A través de la medida, la UNR destinará todos los años un 4 por ciento de los ingresos a la planta permanente a personas con distintas discapacidades. Daiana trabajará en el Área de Derechos Humanos, de la cual depende la Dirección de Inclusión y Accesibilidad. Otras 7 personas lo harán en distintas dependencias.
La chica del botellazo
Daiana tiene 27 años y es conocida en Rosario como la chica del botellazo. La madrugada del 27 de octubre de 2016 fumaba un cigarrillo en la puerta del bar La Chamuyera (que funcionaba en Corrientes al 1300 y cerró meses después) cuando desde un balcón alguien tiró una botella de vino. El envase estaba por la mitad con el corcho puesto y le pegó en la nuca. El impacto dejó a Daiana inconsciente al borde de la muerte. La operaron, estuvo en terapia intensiva y cuando se despertó no podía mover las piernas y un brazo. La volvieron a operar y le pusieron una prótesis de plástico en el hueco que dejó el botellazo. Cuando salió del hospital fue directo al Ilar, un centro de rehabilitación municipal en el que vivió 6 meses de lunes a viernes y en donde aprendió a hacer todo de nuevo.
Las secuelas del ataque son muchas. La movilidad de la pierna izquierda quedó afectada y usa bastones para caminar. Sigue haciendo rehabilitación todas las semanas y prueba distintas técnicas para mejorar el movimiento y controlar el dolor. A eso se suman los anticonvulsivos, analgésicos y otros medicamentos que tomó y debe seguir tomando.
En estos tres años Daiana no sólo aprendió a hacer todo de nuevo. Antes del botellazo, estudiaba Ciencias de la Educación en la Facultad de Humanidades de la UNR. Retomó la carrera a los pocos meses de salir del Ilar y está cerca de recibirse. También leyó, estudió y se interiorizó en cómo la sociedad trata y piensa a las personas con discapacidad.
En el proceso de aprendizaje dio con el concepto que la define y por el que milita: diversidad funcional. Se trata de una corriente que piensa a los cuerpos no como discapacitados sino como diferentes. A la formación sumó la diplomatura de la UBA “Discapacidad como categoría social y política”.
La militancia de Daiana es desde el feminismo y busca que la sociedad incluya de manera integral, no con parches. “Las personas con discapacidad o diversidad funcional no queremos que nos alcen como si fuéramos un bebé. Es nuestro derecho tener una vida independiente, activa y libre como la de cualquier otra persona. Así como nosotros aprendemos a vivir con nuestros cuerpos diversos, queremos que la sociedad aprenda a construir y pensar los lugares con nosotros adentro, no como una molestia”, explicó en diálogo con El Ciudadano.
Uno de los conceptos desarrollados por quienes hablan de diversidad funcional es el de capacitismo. Se usa para describir una forma de concebir el espacio público a partir de un modelo de cuerpo hegemónico sin tener en cuenta otras corporalidades. “Si no está la accesibilidad edilicia es que no se nos piensa como parte de la vida de la cotidiana, somos concebidos como un cuerpo inútil. La mayoría de las personas están criadas bajo una lógica capacitista. No es maldad, es desconocimiento. Hay que sacar a la discapacidad del clóset y reivindicar nuestras corporalidades diversas. Como cualquier otra persona queremos trabajar, salir a divertirnos, ir al teatro, al cine, al parque, y que nos dejen de mirar con lástima como si estuviéramos en una cajita de cristal”, agregó.
Para ella el empleo en la UNR es una oportunidad para trabajar por los derechos de este colectivo. “Me interesa aportar desde mi experiencia y desde mi formación y militancia. En el acto vi a una universidad comprometida con una visión social de la discapacidad o diversidad funcional, que es mi visión también. Generalmente no se piensa a nivel social. Dar trabajo es una política que ayuda a que podamos tener una vida libre e independiente. Y permitir que tomemos la voz y seamos nosotros quienes planteemos y pensemos políticas públicas en base a nuestros deseos y demandas es un avance muy grande en derechos”, opinó.
Universidad inclusiva
La presentación de este martes estuvo a cargo de Bartolacci y el secretario general de Apur, Miguel Roldán. El sindicato de no docentes fue el encargado de acercar la propuesta, que fue elaborada junto con la Dirección de Inclusión y Accesibilidad, que depende del Área de Derechos Humanos, a cargo de Miriam Bidyeram.
“Desde el Área venimos reivindicando todos los derechos pensando en una Universidad pública, inclusiva y feminista. Con esta firma de compromiso la UNR se convierte en la primera universidad pública del país en hacer cumplir el 4 por ciento”, explicó Bidyerman y agregó que en los próximos días concretarán los primeros 8 ingresos. Una de las personas trabaja en la UNR desde hace 5 años y ahora entrará a la planta de empleados y empleadas.
El compromiso incluye la creación de un registro único de aspirantes que se abrirá todos los años para que puedan inscribirse personas vinculadas a universidad y estudiantes próximos a graduarse. “A medida que se abran los ingresos iremos incluyendo para que la universidad cumple con el cupo, que hoy está lejos de hacerlo. Con la medida saldamos una deuda histórica porque creemos que otra universidad es posible”, agregó.
Además, desde el Área trabajarán el año que viene con organizaciones de la sociedad civil con el fin de que la UNR se adapte y esté preparada para recibir a toda la comunidad educativa, sin distinciones.