Daniel Guibes fue secuestrado en octubre de 1976 pero nunca contó lo que le había pasado más allá de su círculo familiar. Recién en 2016 se convirtió en el “segundo” sobreviviente de la Quinta Operacional de Fisherton: el primero y único hasta entonces era Fernando Brarda. El miércoles 4 de noviembre declaró por primera vez ante un tribunal en el marco de la causa Klotzman
Tuvieron que pasar 40 años y un hecho bastante fortuito para que Daniel Guibes tomara la decisión de hablar por primera vez del secuestro y las torturas a las que fue sometido en octubre de 1976. El colegio San Bartolomé, donde trabaja en el sector de mantenimiento, adquirió un predio al lado de la Quinta Operacional de Fisherton que fue el lugar donde estuvo secuestrado.
En 2016 la quinta fue demolida. Mientras un grupo de antropólogos forenses del Centro de Estudios e Investigaciones en Arqueología y Memoria (Ceam) buscaba pruebas entre los escombros se cruzó con Guibes, quien les contó que él había estado ahí.
Luego de este encuentro, se reunió con el grupo y compartió su historia con mayores detalles. Le pidieron que prestara declaración o que al menos se acercara a la Fiscalía para recibir contención. Primero, no quiso. Pero unos meses más tarde, luego de conversarlo con su esposa con quien está en pareja desde la adolescencia, se decidió. “Tenés que hacerlo, te va a hacer bien, no tengas miedo”, le dijo ella. En 2016 prestó declaración testimonial y el pasado miércoles 4 declaró por primera vez ante un tribunal.
Guibes no había reconocido rápidamente el chalet, pero cuando en 2015 el colegio adquirió esa parte del terreno tuvo que entrar con otros compañeros para acondicionarlo. “Ahí fue donde tuve una sensación fea, porque recuerdo esos tres días: estaba en una habitación chica en el piso y podía ver una ventana que volví a ver cuando ingresé nuevamente a dicho lugar. Sentí la misma sensación al encontrarme en el mismo ambiente que cuando me secuestraron; el trayecto de la habitación al baño era el mismo que realicé cuando estuve secuestrado; el baño tenía unos azulejos verdes, todo tipo vidriado antiguo que pude ver en el 76 al estar secuestrado y que volví a a ver en 2015”, declaró en 2016.
Una coraza contra el miedo
En septiembre de este año comenzaron las audiencias por la causa Klotzman, que investiga los crímenes cometidos contra 29 víctimas en la Quinta de Fisherton (San José de Calasanz al 9100) entre agosto y octubre de 1976.
Es la primera vez que se juzga a miembros de la Policía Federal de Rosario y por primera vez se investiga el caso del robo de un bebé en la ciudad, una nieta cuya identidad fue restituida en 2011. El juicio está a cargo del Tribunal Oral Federal N° 2 de Rosario, integrado por Emilce Rojas, Eugenio Martínez y Osvaldo Facciano.
La mayoría de los detenidos en este centro clandestino de detención (CCD) eran militantes del PRT-ERP. En esta causa ya declaró Fernando Brarda, quien hasta 2016 era el único sobreviviente conocido. Guibes declaró a principios de mes, aunque aún no se constituyó como caso en esta elevación de la causa. Ninguno de los dos formaba parte de una organización política. Para los organismos de derechos humanos que no haya militantes sobrevivientes da cuenta del ensañamiento de los militares contra las y los integrantes del ERP, que en este CCD fueron todos asesinados y siguen desaparecidos.
La noche del 10 de octubre de 1976, Guibes fue arrancado de su casa en barrio Triángulo. Tenía 19 años. Su secuestro fue también un saqueo a las pertenencias de la familia. Al estar la mayor parte del tiempo vendado, el paso del tiempo fue confuso y no pudo precisar cuántos días estuvo detenido, aunque calcula que fueron entre cuatro y cinco. Escuchó gritos de dolor de otras personas y él también fue sometido a torturas. En su declaración habló de “violencia física y psicológica”, detalló que sólo estuvo alimentado a base de pan de mate cocido.
Una vez liberado, volvió a su casa y poco tiempo después se mudaron. Lo que siguieron fueron muchos años de miedo, Guibes no se animaba a salir a la calle, no contaba con DNI ya que fue una de las cosas que le robaron durante su secuestro -en ese momento podían detener a las personas y exigirles su documento-, y formó lo que él llama “una coraza”.
“Me di cuenta que esa coraza que formé no me hacía bien y lo que me liberó fue declarar, intentar por lo menos ayudar por el honor y el derecho de la personas que murieron sin ser juzgadas”, cuenta a El Ciudadano.
También en diálogo con este diario, el fiscal Adolfo Villate planteó en más de una oportunidad que en el desarrollo de los juicios siempre “surgen nuevas víctimas”. Esto tiene que ver con la clandestinidad de la represión y el silencio que siguen guardando quienes cometieron los delitos. No hay registros oficiales que indiquen cuántas personas fueron secuestradas ni desaparecidas. Tampoco hay registros todos los centros clandestinos de detención. Y a muchas personas les pasa como a Daniel Guibes: llegan a guardar hasta 40 años el silencio por miedo.
Hoy Guibes les pide a quienes hayan pasado algo similar que hablen. “Si tuviera sus números de teléfono les diría: animensé, contribuyan, por el derecho a la vida y por esa gente que asesinaron sin ser juzgada. Quizás no sea el más indicado, pero haber roto con el miedo me liberó”, comparte.
Cuenta Guibes que, hasta que se cruzó con el equipo de antropólogos en 2016, no había considerado hacer la denuncia. Sólo la había hecho su hermana apenas lo secuestraron y en la comisaría le dijeron: “Si querés que tu hermano aparezca bien, no digas que faltan cosas de tu casa”
Hace dos meses hicieron una tarea de reconocimiento por el barrio de su juventud, en el marco de la causa. “Fuimos con mi hermana también y ella saludó a un vecino cuando llegamos . Nos pusimos a conversar y el tipo se acordó. “Ah sos vos”, dijo. Tiene 70 años, 7 años más que yo y se acordaba de todo, que después vinieron de la Policía, saltaron por la casa y fueron a la de los vecinos. Para mí fue muy importante que haya aparecido gente que vio el operativo la noche que me secuestraron, porque en general las personas son muy reticentes para contar estas cosas. Yo también fui así”.
Encontrar estas otras voces respalda y da alivio a quienes sobrevivieron al terrorismo de Estado. Sobre la noche del secuestro, Guibes declaró que creyó que era un robo, ante lo que le respondían: “No te hagás el boludo”. Y rememoró: “Arrasaron con todo, se llevaron los electrodomésticos y la plata de la cuota que teníamos para pagar la casa”.
La sospecha de los fiscales que investigan el caso es que las fuerzas armadas buscaban a un vecino de Guibes y «por error” lo secuestraron a él.
“Aquí estamos. Se va abriendo como una red, un abanico. Mis vecinos dieron algunos detalles nuevos. Fuimos a la casa donde me secuestraron y no pudimos entrar porque la gente hoy no lo permitió, pero seguro algún día se les podrá exigir. Se va abriendo como una teleraña, un abanico , en el que se descubren nuevas cosas. Yo espero haber aportado mi granito de arena”.