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Darío Sztajnszrajber: “Todo puede ser deconstruíble”

El filósofo, divulgador y conductor readial y televisivo regresa a la ciudad con “Desencajados”, un espectáculo musical-teatral que propone un imperdible diálogo de desmontaje entre la música y la filosofía

Rosario fue la primera ciudad en la que Desencajados se presentó por fuera de Buenos Aires en 2013. Su creador, el filósofo, docente y divulgador Darío Sztajnszrajber creó un vínculo fuerte con la ciudad que en poco tiempo derivó en su magistral participación en la Facultad Libre de Rosario. Desencajados, un imperdible diálogo de desmontaje entre música y filosofía, regresa este viernes a la ciudad con un puñado de canciones del rock nacional que se ven invadidas por textos filosóficos que continúan ese camino artístico de apertura. “Pero también algunas de las temáticas filosóficas de nuestro ser contemporáneo se ven atravesadas por la música más emblemática de nuestra historia e identidad”, dice Sztajnszrajber respecto de esa saludable mezcla entre Spinetta, Charly García y Fito Páez dialogando con Platón, Nietzsche o Derridá.

Sztajnszrajber, quien acaba de publicar un nuevo libro, Filosofía a martillazos, con seis capítulos en los que repasa los temas del presente, mantuvo un diálogo con El Ciudadano en el que, entre otras cosas, habló de filosofía, posverdad y feminismo.

—¿Cómo definirías esta mezcla de clásicos del rock nacional invadidos por la filosofía?

Desencajados tiene que ver con las distintas formas que buscamos de seguir haciendo divulgación filosófica, que implica abrir la filosofía cada vez para más gente; no sólo popularizarla sino volverla cotidiana, buscando sacarla de ese costado más mental, estructurado y aislado para poder sentirla desde otro lugar. La filosofía tiene mucho de arte en relación con sus provocaciones y juegos de palabras. Entonces la música se vuelve una ayuda que permite esa transferencia, para que las cuestiones filosóficas no se queden solamente en un devaneo mental sino que uno las sienta con la experiencia del cuerpo.

—La música se vuelve una excusa para hablar de los grandes temas de la filosofía.

—Las grandes cuestiones filosóficas las planteamos en Desencajados: el amor, Dios, el poder, el tiempo, y lo hacemos en este cruce entre reflexiones filosóficas, una puesta en escena teatral y una banda de música que va cantando temas muy conocidos del repertorio rioplatense que permiten llegar a los mismos lugares que propone la filosofía pero desde el arte. Son esas preguntas que se vuelven muy musicales cuando uno se sale del sentido habitual y entonces tenés la sensación de que estás todo el tiempo volado, un poco por las preguntas que cada uno se hace y otro poco por la banda que la rompe con temas de Charly, Fito, Jorge Fandermole o Fernando Cabrera, entre otros.

—Tu trabajo de divulgación en relación con la filosofía lleva a pensar que hay otra manera de entenderla y aplicarla, sobre todo en el campo de la formación académica, porque producís sentido desde otros lugares.

—Sucede que la filosofía es, antes que nada, búsqueda de sentido, e incluso creación de sentido. Porque decir búsqueda es suponer que hay un sentido que nos está esperando para ser descubierto. Y al menos los que abogamos por una filosofía de la deconstrucción entendemos que en realidad todo supone una operación por parte de la cultura, todo está construido en algún punto. No hay un sentido que nos espera y si lo hay es inaccesible, con lo cual entramos en una paradoja insoportable, encerrados en lo que nosotros creemos de nosotros mismos. Y volviendo a lo del aula, el interés está en que los estudiantes recuperen esa vocación originaria de la filosofía que tiene que ver con estar preguntándose por el sentido de cada pequeña cosa. No se hace filosofía en el cielo o abstrayéndote de la realidad; es al revés. Se hace filosofía a partir de la realidad más inmediata. Es estar tomando un café y detenerte a mirar la taza y preguntarte: “¿Qué es esto?”. No es entender cómo está hecha la taza, es entender la facticidad de nuestros hechos, entender qué estamos haciendo allí. Cuando uno se sale del sentido común, del ordenamiento natural de las cosas que nos hacen creer que son de una determinada manera, emerge la pregunta.

—Acabás de publicar «Filosofía a martillazos», donde compilas en seis capítulos tus clases magistrales en la Universidad Libre de Rosario ¿Cómo evaluás esa experiencia?

—El libro recopila seis clases que di en Plataforma Lavardén, en el marco de las actividades que vengo haciendo hace seis años con la Facultad Libre de Rosario, algo que incluso se convirtió en una plataforma mediática de todo lo que hago. Estuve en España en mayo presentando mi libro anterior, Filosofía en 11 frases, y todos los que vinieron a la presentación de lo único que me hablaban era de las clases en la Facultad Libre de Rosario; fue un fenómeno que explotó. Estoy muy feliz con el espacio que me dieron, con esta apertura en relación con una política cultural.

—En ese mismo libro hablás de posverdad. ¿Cómo se entiende esa construcción apócrifa desde la filosofía?

—La particularidad de lo que se llama posverdad en nuestro tiempo es cómo en un marco tecnológico como el del presente se reconfigura la diferencia entre la verdad y la apariencia o la verdad y la mentira. Pero este es un problema histórico de la filosofía, algo que está en el nacimiento mismo de la filosofía hace dos mil quinientos años. Lo novedoso es como esto está intervenido por lo que es el mundo de la virtualidad y sobre todo cómo el poder se relaciona con esa virtualidad. Lo más parecido a la posverdad es lo que llamamos comúnmente en el cotidiano el autoengaño. Lo que habría que discernir es porqué el ser humano llega al punto de generar un proceso de autoengaño y en qué medida eso se le vuelve algo real al menos para él.

—¿Cómo entendés los recortes que la sociedad argentina, extremadamente machista, puede hacer del avance de los colectivos de mujeres y del presente del feminismo?

—El sentido común nunca está preparado para ser desestabilizado y reacciona como reacciona siempre: inmunizándose o construyendo y tratando de instalar que esa diferencia que traen las posiciones que buscan distender lo establecido, el establishment, un Statu quo cultural vigente, es algo anómalo y lo terminan colocando en un lugar poco serio. Todos los procesos de desnaturalización reciben ese mote de exagerados o de enfermos. Y lo que el feminismo ha traído en estos últimos años es el hecho de haber puesto el dedo en la llaga, meter el dedo en aquél lugar donde más se sigue naturalizando una asimetría de poder y una cuestión de privilegios para una parte por sobre el todo. Y además me parece fundamental todo proceso de deconstrucción, porque el feminismo es hoy la llave que habilita una deconstrucción más amplia de la identidad toda. Por eso mismo molesta tanto, porque para el conservadurismo social no se trata sólo de lo que el feminismo trae en relación con la deconstrucción del género, lo que viene a traer el feminismo es la idea de que todo puede ser deconstruíble, también la identidad nacional, también la identidad cultural, los roles que ocupa cada uno en esas estructuras de poder, lo microsocial, los roles hegemónicos que no quieren ser cuestionados. Con el feminismo, para algunos, todo se derrumba y lo que no se visualiza es que todo ya está derrumbado.

Para agendar:

Desencajados se presenta este viernes, a las 20.30, en el teatro El Círculo, de Laprida y Mendoza. La filosofía está a cargo de Darío Sztajnszrajber, conductor del programa Mentira la verdad (Encuentro) y Demasiado humano (Radio Futurock), y la música a cargo de Lucrecia Pinto (voz), Martín “Chino” Capici (guitarra), Juan Finger (bajo) y Lucas Wilders (batería y percusión)

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