David Lebón, miembro pleno de la cofradía fundadora del rock argentino, expuso anoche, a los 67 años, la robusta cadena de reconocimientos que ha construido durante cincuenta años de música en un concierto celebrado en el Teatro Colón, en formato parcialmente sinfónico y con algunas de aquellas canciones que ayudaron a definir la identidad del rock local.
El contexto fue el Festival Únicos, que reúne cada año en el Colón, en la previa del programa de temporada del teatro lírico, una selección de músicos nacionales e internacionales de muy variada estirpe, sin preocuparse por el contraste ni por el escozor que alguna presencia pueda provocar en el público más conservador. En ese deliberado eclecticismo, anoche, en la jornada de inicio de la edición 2020 del Festival, Lebón clausuró un concierto triple que había inaugurado -en otro registro- Alejandro Lerner y sucedido la española Vanesa Martin.
«No sé por qué aplauden, tampoco somos Led Zeppelin, aunque casi», bromeó Lebón al público en el comienzo de la noche para retribuir un Colón con entradas agotadas. «Hubo un tiempo, cuando volví de Mendoza, que tocaba para cien. Es increíble que esté pasando esto, que esté pasando otra vez», agradeció.
El ánimo del músico dejó traslucir que lo jalonaba el simbolismo de subir al escenario del Colón, lejos de las asperezas del rock argentino de los ’70, en el que tocó con todos y con todas y con diferentes instrumentos: baterista en Color Humano, bajista en Pescado Rabioso, guitarrista en el primer disco de Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, miembro de la primera alineación de Pappos Blues, entre mucho más. Sin embargo, la de anoche no fue su primera vez en el escenario del Colón: el año pasado compartió un momento con Pedro Aznar y Charly García –durante una gira del primero- en un fugaz y celebrado reencuentro de Serú Giran.
Ante la disyuntiva de capitalizar las condiciones de escucha de la sala, los músicos que integran la grilla del Festival Únicos oscilan entre cambiar sus formatos tímbricos habituales por un esquema orquestal o por ofrecer un cuadro minimalista, con amplificación acotada, para explorar la «reverberación larga» de un edificio lírico.
Ni lo uno ni lo otro: Lebón trabajó con su acompañamiento habitual, en menor volumen pero amplificado, engarzado –en algunos segmentos- por una orquesta ad hoc dirigida por Pedro Vercesi, no ubicada en el foso sino en el fondo del escenario. El resultado: un enorme trabajo para el sonidista para equilibrar ese ensamble sin que la potencia rockera anulase a la orquesta.
Esa relación encontró la primacía de la orquesta en algunos pasajes puntuales: «San Francisco y el lobo» o «Seminare». Por lo demás, la noche transitó, en buena medida, con el programa y una evocación de la sonoridad del disco «Lebón & Co», editado el año pasado con buena recepción, y en el que el músico apareció rodeado de una pléyade de artistas -de diferentes tiempo- de la escena musical.
Aquella idea se reeditó anoche: Lisando Aristimuño fue el primer invitado para ofrecer su voz en «Casa de arañas» (1973), Coti Sorokin lo hizo más tarde con «Dejá de jugar» (1989), mientras que Pedro Aznar (presentado como «uno de los mejores, tal vez el mejor») aportó guitarra y voz para «Hombre de mala sangre» (1973).
Fito Páez, más atildado que en su reciente aparición en el Festival de Folclore de Cosquín, se acomodó en el Steinway del Colón para tocar «El tiempo es veloz» (1982) y recordar anécdotas de ambos junto a Mercedes Sosa. Y las canciones más esperadas de Lebón aparecieron en el final para un desenlace con todos los espectadores de pie y una ovación cerrada.
Así se completó la cuota rockera del Festival Únicos que continuará el viernes 14 con dos funciones de Luciano Pereyra; el sábado 15 con un homenaje a Mercedes Sosa y conciertos de Jairo e Ismael Serrano; y el domingo 16 con Carlos Nuñez y Los Manseros Santiagueños.