El vínculo que más denota libertad y confianza comprende el significado real del amor. Los sentimientos puros cooperan con la felicidad auténtica, no basada en el egoísmo o el apego, sino en la generosidad.
Esos afectos cooperan con la salud mental de hombres y mujeres, porque apuntan a una mejor condición y calidad de vida.
Creer que la felicidad depende de una persona hace que uno se aferre a una clase de amor que lo vuelve posesivo, celoso y dominante. Esto no es nada sano.
Tales sentimientos provienen de una baja autoestima, de pensar que puedes ser abandonado o despreciado por tu pareja. La desconfianza, el apego y la dependencia también son síntomas enfermizos que cooperan con la inseguridad de la persona y son nocivos para la relación.
Actualmente se analizan las relaciones adictivas, afirmando que “el amor se convierte en obsesión cuando la otra persona ocupa el lugar más importante y casi el único en la escala de prioridades del sujeto”, reconoce Jorge Castelló, psicólogo y autor del libro Dependencia emocional. “Algo muy llmativo de estas personas, que puede ser también indicativo de este componente adictivo en la relación, es la necesidad de acceso constante del dependiente emocional hacia su pareja, intentando hacer todo tipo de actividades con la otra persona, llamando continuamente y controlándola a través de los mensajes del celular, lo que se interpreta como un acto de comprobación de que la pareja sigue ahí, como unida a un cordón umbilical imaginario”, concluye. (http://www.consumer.es/web/es/salud/psicologia/2006/03/20/150322.php)
La salud mental de la pareja no depende de condiciones materiales como, por ejemplo, el nivel cultural o económico sino de la fuente de ideas espirituales que la sostienen, como el cariño, respeto, confianza mutua, factores que nutren y alimentan una buena relación.
La reformadora religiosa del siglo XIX, Mary Baker Eddy, habiendo experimentado la soledad y el abandono de sus seres más queridos, comprendió que la naturaleza del amor es pura e invariable, nunca cambia.
Así como en la ciencia de la música las notas bien combinadas son las que producen consonancia, el ser de cada uno puede y está capacitado para expresar las buenas cualidades que producen esa misma armonía.
Eddy lo expresa de esta manera: “Los tonos de la mente humana pueden ser diferentes, pero tienen que concordar para combinarse debidamente. La ambición libre de egoísmo, los nobles motivos de vida y la pureza, estos componentes del pensamiento, al mezclarse, constituyen individual y colectivamente la felicidad verdadera, la fuerza y la permanencia”.
Cuando la balanza se inclina hacia el lado del amor genuino, no hay lugar para la desconfianza, duda, celos o el temor a ser abandonado o rechazado.
¿Estás preparado para amar genuinamente y también para que esa atracción verdadera permanezca a través de los años?
Ese amor sincero permite a la pareja respirar libremente, no invadiendo el vínculo sino disfrutando de cada espacio, de momentos gratos y de plena confianza.
Como resultado, vas a encontrar la felicidad todos los días, porque más que pensar en una adicción o dependencia obsesiva en tu relación pensarás en términos de libertad, diálogo, horas amenas compartidas y una amplia generosidad.
Esa auténtica felicidad no la experimentarás sólo en una fecha especial, sino a cada momento.