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De Antoine de Saint-Exupéry a Maquiavelo, con los ecos latentes de la última dictadura

El Refugio Teatro dará a conocer este domingo en Espacio Bravo “El Príncipe (memorias cebadas)”, proyecto creado en pandemia con dramaturgia y dirección de Federico Cuello, asistencia de Victoria Lesgart y actuaciones de Eliza De Pedro, Yanina Sawicz y Juan José Scaglia

De la luz a la oscuridad, de la belleza poética a lo dark, El Príncipe (memorias cebadas), nuevo trabajo de El Refugio Teatro donde la dramaturgia cose momentos que fueron disparados a partir de textos como El Pincipito de Antoine de Saint-Exupéry o El Príncipe de Maquiavelo, mezclados con algunos acontecimientos de la última dictadura, se conocerá el domingo 13, a las 21, en Espacio Bravo.

Con las actuaciones de Eliza De Pedro, Yanina Sawicz y Juan José Scaglia, técnica y asistencia de dirección de Victoria Lesgart y dramaturgia y dirección de Federico Cuello, el material también desanda pasajes personales del director y dramaturgo, quien escribió el texto durante este tiempo de encierro por la pandemia.

El relato de El Príncipe se centra en la vida de Pablo, un muchacho con un trastorno de personalidad que tiene como síntoma principal el delirio de creer que viene de un planeta diminuto al que tiene que “volver”, y su vínculo con Lila Y Elizabeth, sus cuidadoras. Todo sucede en el encierro de su hogar, bajo el ojo vigía de estas mujeres que han dedicado parte de su vida a perpetuar esta situación bajo la excusa del “cuidado”.

“Hay en la obra un vaivén de roles de poder que se van modificando según la conveniencia de cada personaje. Pablo tiene una gran obsesión con el mundo poético que envuelve a la novela El Principito y está convencido que, como aquél personaje, viene de un planeta diminuto donde ha dejado una flor que ya nadie regará. Es insistente en el relato de su viaje hacia la tierra, cuestiona el tiempo terrestre y tiene constantes pesadillas, en realidad más ligadas a su pasado que a la magia de Saint-Exsupéry”, destacan desde el equipo artístico.

Y agregan: “Lila y Elizabeth siguen a Pablo en sus discordancias para recrear juegos de un pasado que los atraviesa. Lo acompañan en el sostenimiento de un mundo que no fue, de sueños evaporados, de una identidad perdida que se desdibuja en el tiempo; un mundo que corre de prisa, violento y hostil. Este juego los lleva a poder sumergirse en la realidad propia de este tiempo y espacio que se configura en la obra. Un entorno, un hábitat único, donde los cuerpos y los ritmos quedan atrapados en un círculo de repeticiones”.

“El texto de esta obra se plantea como una especie de descarga frente a la vida de una persona trabajadora que ha sido golpeada desde su infancia temprana, particularmente por el coletazo de la última dictadura cívico-militar-eclesiástica. La obra se posa en una historia troncal, disparador de este espectáculo, que hoy oficia de sustento dramático. Esta es la historia de la madre de una joven militante que debe correr y esconderse constantemente por el entorno político de mediados de los años 70”, destaca el director a modo de presentación de este trabajo en el que lo propio, más allá de las metáforas, tuvo un peso estructural.

“De todos modos, más allá de la temática planteada, el espectáculo no se centra en el hecho concreto de la desaparición física y forzada de personas; por el contrario, pone el foco en los que quedan y cómo se desarrolla la vida bajo el cercenamiento de la familia, donde aparecen cuestiones vinculadas a la religión, la sexualidad, los ataques de pánico y el hecho de apelar a la mentira para sobrevivir”, planteó el director acerca de esta propuesta.

El Príncipe es una obra que está cargada de convenciones con una fuerte apoyatura física donde reposan una serie de problemáticas y las figuras de poder que con ellas coexisten, atravesadas por dos antagónicos clásicos de la literatura, un cruce entre la inocencia del niño mágico (Saint-Exsupéry) y el objetivismo más descarado e insensible (Maquiavelo). Parecería ser un espectáculo en el cual se tratan temas como el bien, el mal y los puntos de contacto o de roce entre ambos”, propone el director.

Evocar lo propio

“Es importante aclarar que la dramaturgia de El Príncipe surge en medio del período de pandemia, de encierro total, partiendo de algunos escritos que ya tenía y una idea de revisar El Principito, pero alejado de ese mundo infantil que parece plantear a primera vista. En ese recorrido empiezan a aparecer algunos textos vinculados con mi infancia, yo nací en 1976, en plena dictadura militar, hijo de dos padres muy jóvenes y militantes; mi madre muere en 1978 producto de una enfermedad, pero la dictadura estaba allí, iban todo el tiempo de una casa a la otra, eran perseguidos políticos y mi padre cae detenido también en el 78 y recupera la libertad ya entrados los años 80”, contó Cuello a modo de racconto de un proceso de escritura que si bien evoca el encierro del presente también tiene como eco del pasado los encierros de la última dictadura.

“Todo este mundo ligado a mi infancia y a la persecución de mis padres y al mismo tiempo a la identidad, dado que me quedo sin mis ellos siendo muy pequeño y me crío con mis abuelas y tías está en ese texto, al mismo tiempo que aparece la idea de un personaje ya en el contexto de la obra que nació en cautiverio y que cree que viene de otro planeta a partir de El Principito, el único libro que su madre llegó a leerle más allá de que estaba prohibido. Todo eso convive en Pablo, su mundo de la infancia, la censura, las tías autoritarias; de allí lo de «memoria cebadas», a partir de quedar atrapado en el pasado y sus obsesiones ligadas con ese momento de su vida, y la aparición de Maquiavelo y el concepto de manipulación, lo que determina en la puesta un lenguaje muy físico”, relató el director que en el proceso de escritura contó con el asesoramiento del dramaturgo y director Matías Martínez.

Buscar en escena 

El Refugio Teatro es un grupo de trabajo que prioriza la presencia en el campo escénico antes que el relato, “esto no es novedad, ni siquiera podría considerarse al día de hoy como de vanguardia. Todas esas calificaciones, aunque útiles y necesarias, sólo sirven para ordenar criterios y definir poéticas, pero sí es importante aclarar desde dónde se trabaja”, contó el creador.

“Este proyecto surge dentro de un espacio de creación conjunta que llevamos adelante con Juan José Scaglia, también actor y director, de nuestro grupo de trabajo, al que llamamos El Refugio Teatro, que surgió en 2017. En principio fue eso: un espacio de búsqueda, entrenamiento y creación que, con el tiempo, fue sumando a otras personas. El planteo inicial fue el de trabajar de manera horizontal; Juan estudió dirección y yo vengo trabajando hace algunos años coordinando y dirigiendo grupos en barrios y en escuelas, y siempre me interesó la dirección y la dramaturgia; tener la posibilidad dentro del grupo de poder rotar estos roles. Así fue que actué en Trabajo nocturno (sobre textos y el imaginario de Roberto Arlt) y acá me hago cargo de la dirección y la dramaturgia, pero la idea gira siempre en torno al aporte de ideas de todos lados”, describió Cuello, quien además destacó un tercer montaje que ofrece el grupo de trabajo, surgido de un laboratorio, que se llama Unidad de traslado y que, bajo la dirección compartida con Scaglia, tuvo su estreno en Micelio a fines del año pasado.

Para agendar

El Refugio Teatro presenta El Príncipe (memorias cebadas), los domingos de febrero a partir del 13, desde las 21, en Espacio Bravo (Catamarca 3624), al tiempo que los viernes de marzo, en el mismo horario, desembarcará en El Rayo (Salta 2991). Las funciones se realizan con Pase Sanitario, uso de barbijos y demás protocolos vigentes. Las reservas son a través del 341-5810318 o por las redes sociales del grupo y la sala.

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