De «hombres vedettes» u «hombre-mujer» a «travestis» o «transgénero», de «viciosos» o «depravados» a «gays» u «homosexuales», la muestra Amorales del Museo del Libro y de la Lengua que fue construida a partir de un recorte del archivo periodístico del diario Crónica, ofrece una ventana privilegiada a los cambios en las formas de reflejar a las disidencias sexuales en la prensa popular desde mediados de los 60 al 2000.
Legado a la Biblioteca Nacional en 2014, el Archivo de la Editorial Sarmiento incluye miles de fotografías, negativos y recortes periodísticos del diario Crónica, pero también de las revistas Esto, Así y Flash preservados como cuando eran fuente de consulta permanente por las redacciones de esos medios, es decir, en sobres de papel madera agrupados por tema y ordenados alfabéticamente en grandes archiveros de metal.
«Un día, me pongo a ver el Facebook y veo una foto. ¡Ay… esa soy yo! Me quise morir. Ahí empecé a recordar», cuenta hoy la paramédica trans Fanny del Valle Chamorro sobre una imagen que la muestra en un primer plano compartido con «La Perica» mientras ambas sostienen el féretro de Nancy, una compañera de Villa Martelli en situación de prostitución que había sido asesinada y arrojada a la Panamericana esa lluviosa madrugada de agosto de 1987, a la altura de Martínez.
En esa nota que trataba de los recurrentes asesinatos de travestis en la autovía, la recordada periodista de Policiales Martha Ferro utilizó por primera vez un vocablo hoy popularizado pero innovador para la época: «travesticidio».
«Amorales presenta un muestreo de cómo se fue nombrando, archivando y mostrando las diversidades sexuales a lo largo de los años en la prensa», explicó Inés Ulanovsky, integrante del equipo de realización y producción de la exposición.
Adriana Carrasco, militante lesbiana y feminista que trabajó 17 años en la editorial y fue pareja de Martha Ferro hasta su muerte en 2011, destacó que la muestra «revela las luchas del colectivo LGTBIQ+ y la criminalización de las travestis en la segunda mitad de los años 80 y toda la década del 90» del siglo pasado.
«En 2014 la Editorial Sarmiento tiene que hacer una modificación edilicia y, como no tienen más espacio físico para albergar un archivo gigante, decide donarlo a la Biblioteca Nacional», explicó Ulanovsky.
La colección de ficheros que ocupa hoy gran parte del tercer subsuelo de la institución contiene sólo en papel el equivalente a «tres kilómetros lineales» y hoy, a diferencia de lo que ocurría en la Editorial donde era de «uso privado» para la redacción, «empezó a estar de a poco para consulta del público» después de «una mudanza que fue muy larga» a la cual sucedió una etapa de «visualización, indexación, escaneo, limpieza y cambio de ensobrado» de los materiales.
«Hoy empieza a tener usos como tesis, muestras, documentales, libros…Y en este caso solo estamos mostrando algunas categorías de archivo como travestis, y homosexuales», dijo.
«La muestra permite ver la línea de tiempo de las palabras y las maneras de nombrar; y cómo a partir de ciertas conquistas (de derechos), hoy es imposible volver a publicar muchos de esos titulares de la muestra a pesar de que hasta hace 20 años era algo habitual», agregó.
La muestra tiene en exhibición toda una sección de fotos que pueden manipularse para conocer también la información adicional escrita en el reverso del ejemplar original en papel por los archiveros.
Así, una que muestra un puñado de dirigentes LGBTIQ+ en un panel debajo de una bandera que dice «Semana del Orgullo Gay Lesbiano» y que llevó por epígrafe «Conferencia de homosexuales brindó un amplio panorama», lleva la leyenda «conferencia de putos» en su cara posterior.
«Hay como un doble discurso entre lo que se muestra y el uso interno de eso que a nosotras nos interesaba visibilizar, pero no desde un lugar de escrache sino de decir «así era la sociedad, así funcionaban determinadas cosas»», contó Ulanovsky.
La exposición incluye también un sector de titulares de diferentes épocas dispuestos en una suerte de collage que cubre dos paredes en esquina y el piso, permitiendo al visitante una experiencia inmersiva en la mentalidad de una época marcada por el estigma y los prejuicios sobre la diversidad sexual.
«Casamiento de pervertidos», «protesta color de rosa», «un amoral detenido acusado de criminal», «cura a los «suaves»: muchos no quieren seguir el tratamiento», «Era rubia y hermosa: se llama Elio Ricardo», son algunos de los titulares de la composición, casi todos correspondientes a la sección Policiales.
«Es muy impactante ver uno al lado del otro, los titulares que nombraban diferentes identidades sexuales con el doble efecto de visibilizar pero también de escrachar, en una especie de mezcla de objetivos que variaba también según quién escribía la nota», contó.
Una de las periodistas de la Editorial que marcó un punto de quiebre en el tratamiento de la población trans desde la sección Policiales fue justamente Martha Ferro quien es homenajeada en un sector de la muestra.
«Ella lo que hizo fue ponerse del lado de las travestis que era uno de los sectores más vulnerados, marginalizados, violentados y excluidos de la sociedad, particularmente las travestis del conurbano bonaerense en los 80 y comienzos de los 90 que luchaban contra la criminalización, los aprietes, los asesinatos que en la Panamericana ejecutaban los policías coimeros como parte de toda una pirámide de recaudación en las que ellas eran la base explotada», contó Carrasco.
Notas que oscilaban entre la burla, la sospecha o la acusación
Sobre la génesis del término «travestidicio», Carrasco contó que Martha lo acuñó en la búsqueda de «títulos con fuerza, buena conceptualización, que fueran gancheros y que prendieran en la gente»; y resultó que este vocablo en particular «calzaba justo para este tipo de asesinatos que tienen una serie de características» especiales.
Ulanovsky reflexiona además que así como había una asociación prejuiciosa muy fuerte de las disidencias sexuales con los robos, la enfermedad, las adicciones y la estafa – por la «sexo-ocultación»- las coberturas de esta editorial también muestran «un registro muy minuciosos de todas las actividades de militancia travesti-trans, LGBT desde el inicio» algo que «es difícil encontrar en otros medios» para la misma época.
Por eso, el tono de las notas oscilaba también entre la burla, la sospecha o la acusación y el abierto reclamo contra las injusticias y la violencia impune contra esta población.
Carrasco recordó que durante los años 2003 y 2004 Crónica fue pionera en tener un suplemento de temática LGBTIQ+ que se llamó Crónica del Orgullo Gay del cual no hay señales en el archivo periodístico transferido.
«Es muy significativo porque se ve que los ejemplares no llegaban al archivo o en el archivo los tiraban a la basura. Cada vez que yo iba a trabajar los veía tirados en la playa de expedición de dónde salían los diarios para la distribuidora. Eran como algo maldito que nadie quería tocar porque «era cosa de putos» y bueno, así fue como ahora no están en el archivo periodístico pero sí en la hemeroteca de la Biblioteca Nacional», contó.