Laura Romeo, la bisnieta actriz de la heroína de la lucha contra la trata de personas que inspiró el personaje de “La Polaca”, interpretado por la China Suárez, destacó ayer la impronta que su bisabuela dejó en las mujeres de su familia: “Nos animamos a mucho, somos de rearmarnos para seguir, y nunca juzgamos a nadie”.
Desde la ciudad cordobesa de Río Cuarto, donde vive desde hace 15 años, Romeo, de 51, confesó que le hubiese gustado a ella misma “representar” a Raquel Liberman (1900-1935) en una serie o película: “Sería una manera de homenajearla”, explicó, más allá de otros reconocimientos públicos como la placa en el cementerio de Avellaneda, provincia de Buenos Aires, donde descansan sus restos, o la redesignación con su nombre de la estación Callao de la Línea D de Subterráneos de la ciudad de Buenos Aires, que está próxima a ser convertida en ley por el Parlamento porteño.
“En 2004 yo le llevé un currículum a alguien que iba a hacer una película sobre ella, como para que me tuviera en cuenta para el casting, pero luego ese proyecto no se llevó a cabo”, contó Romeo, que hoy se dedica al coaching ontólogico pero no da por cerrada su faceta artística, que la llevó a tener participaciones en decenas de populares tiras, como Los Simuladores, Chiquititas y Resistiré.
Laura, lógicamente, no conoció a su bisabuela, quien falleció a los 35 años. Faltaba entonces la misma cantidad de años para que ella naciera, y hoy, a poco más de 85 años, continúa sintiendo “mucha admiración y respeto” por ella.
Raquel Liberman, “La Polaca”, emigró a la Argentina en 1922 junto a dos pequeños hijos –Josué, de dos años (el abuelo de Laura), y Moisés, de meses tan solo– para reunirse con su esposo, Iaacov Ferber, quien se le había adelantado y la esperaba en la localidad bonaerense de Tapalqué.
Pero dos años después él falleció de tuberculosis, y ella fue captada por una de las redes de trata con fines de explotación sexual más importantes del país en ese momento, la organización delictiva judeo polaca Zwi Migdal, que operaba bajo la fachada de una sociedad de socorros mutuos.
Eran tiempos de la gran ola de inmigración europea y entre los recién llegados también hubo personas abocadas a este negocio ilegal, aprovechándose de la situación de miles de mujeres desesperadas por abandonar Europa y, por eso, vulnerables a falsas promesas de matrimonio o trabajo.
La Zwi Migdal no era la única organización mafiosa de este tipo conformada por miembros de una colectividad pero, a diferencia de otras, la comunidad judía organizada los expulsó de sus filas.
Antes de que Raquel contara su verdad ante el comisario Julio Alsogaray el último día de 1929, unas 150 mujeres ya habían denunciado ser víctimas de trata sin que las causas judiciales lograran avanzar.
Pero la coyuntura política de la época y la valentía del juez Manuel Rodríguez Ocampo jugó a su favor y a partir de su denuncia se dictó la prisión preventiva de 108 proxenetas y la captura internacional de 334 prófugos.
Sin embargo, los vientos de justicia duraron muy poco: en enero de 1931 la Cámara de Apelaciones revocó la medida para 105 de los inculpados por falta de pruebas y testimonios insuficientes.
Laura recordó que los hijos de Raquel “la veían poco” porque ellos quedaron al cuidado de unos tíos en Tapalqué durane los años que ella permaneció cautiva en Buenos Aires. Y en 1935, cuando falleció, su hijo mayor tenía sólo 14 años.
Como “de algunos temas no se hablaba” y “tampoco había fotos de ella”, tanto Laura como su madre crecieron sin saber demasiado de Raquel.
Y fue gracias a una entrevista en televisión a la escritora Myrtha Schalom que la familia pudo conocer el aspecto más duro de la vida de Liberman, pero también su mayor proeza. “Mi mamá, que estaba haciendo cosas en la casa y jamás se sentaba a ver televisión, ese día se sentó porque sí a ver el programa <Siglo XX Cambalache< justo cuando mostraban la misma foto que tenía guardada mi tía y decían el nombre de Raquel Liberman”, contó.
La madre de Laura, Raquel Ferber, se comunicó entonces con el programa que conducían Fernando Bravo y Teté Coustarot en los 90 en Telefé, y a través de su producción, pudo establecer contacto con Schalom.
A partir de este encuentro, la escritora supo de la existencia de los dos hijos de esta mujer que había declarado a la Policía no haber tenido descendencia –presumiblemente para protegerlos– mientras la familia Ferber conoció su pasado de explotación sexual, pero también su valentía para denunciar a sus agresores y su compromiso para que a otras mujeres no les pasara lo mismo.
Laura recuerda que esto les despertó “absoluta admiración” y “orgullo”, pero también les permitió entender algunas costumbres arraigadas en su familia.
“El mandato era que sí o sí las mujeres tenían que terminar la secundaria, y hoy tengo cero dudas de que esto era para que no tuvieran que depender de ningún hombre y a ninguna le volviera a pasar lo de Raquel”, contó.
“Además, nos animamos a mucho, a todo te diría, las mujeres de la familia. También esto de rearmarse y seguir está muy grabado, en nosotras; y lo de no juzgar a nadie también, de que el otro hace lo que puede con lo que le tocó”, dijo.
De su bisabuela destacó que “jamás se resignó”, y que se la imagina “bien plantada, que sabía exactamente a dónde quería ir”.
“Se dice que las cartas las reparte el azar pero uno es el que las juega; y ella, desde su lugar, la jugó impecable”, señaló.
Romeo llamó la atención sobre la osadía de su bisabuela, “porque hay que enfrentarse» con un poder como el que tenía la Zwi Migdal”. Y aunque la trata de personas sea un flagelo que continúa hoy, 90 años después, “ella puso su gota de arena” para combatirla.
Sobre la prematura muerte de Raquel, consumida por un cáncer de garganta, Romeo infiere que “probablemente” esta enfermedad hable de sus conflictos internos: “Por haber hablado de más, o por no poder seguir hablando”.
Respecto de la novela Argentina, Tierra de Amor y Venganza, que recreó con muchas licencias la vida de su bisabuela con María Eugenia Suárez interpretándo a Raquel, su bisnieta admite que sólo vio “dos o tres capítulos”, y que dejó de hacerlo porque la decepcionó encontrarse con la historia “muy tergiversada”.
Además de representar a su bisabuela, una de las “materias pendientes” de Laura es conocer Varsovia, lo que espera poder hacer ya como ciudadana polaca. Es que ella inició los trámites para obtener también la nacionalidad de su bisabuela: “Me llena de orgullo”.