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De la definición del futuro político al caso Schoklender

En estos días grises de cenizas, el caso Schoklender oscureció la escena política.

Por Daniel Casal (Noticias Argentinas).- En estos días grises de cenizas, el caso Schoklender oscureció la escena política y amenaza con minar aún más el ánimo de la presidenta, a sólo dos semanas de vencer el plazo para anunciar si se presenta a la reelección.

El caso explotó como una granada en las manos de buena parte del sector político que no ignoraba la calaña de Schoklender, pero miraba para otro lado ante el madrinazgo intocable que ejercía Hebe de Bonafini.

Se conocían los modos autoritarios de ese hombre oscuro que volvió a la escena pública camuflado detrás de los pañuelos blancos, el símbolo inequívoco de la defensa de los derechos humanos, pero nadie imaginaba los niveles de corruptela que se encontraron.

Por caso, alguien de la jerarquía intelectual de Vicente Zito Lema se había tenido que ir del rectorado de la Universidad de las Madres por sus discrepancias con el que era el hombre fuerte de ese lugar.

El escritor y periodista recordó una carta en la que escribió: “Si sufro algún atentado o mi familia, el responsable de los actos criminales es Schoklender”. Nada más tenebroso.

Pero, tras cartón afirmó con resignación: “Ella –por Hebe– abrió las puertas del corazón de los derechos humanos a una persona que había matado a su padre y a su madre, y que ahora clava un cuchillo en otras madres, que son las madres simbólicas de nuestro país; cómo entender eso es un abismo”.

Ante esto, Bonafini se ha quedado sola políticamente, ante el acoso opositor y el “cordón sanitario” que el oficialismo tendió alrededor de Cristina Fernández de Kirchner para que la jefa del Estado no sea salpicada por este escándalo.

Las Abuelas, el resto de las Madres y alguien incondicional hasta la semana pasada como Luis D’Elia salieron a decir que todo debe ser aclarado y que Hebe no podía estar ajena a lo que sucedía en la Fundación.

El cerco para que Cristina no resulte alcanzada por este caso  tiene que ver con los rumores que pulularon durante las últimas horas sobre ciertas dudas que tendría la presidenta sobre presentarse para su reelección. Los rumores, posiblemente salidos de usinas opositoras, señalan que la jefa del Estado está cansada de pelear contra todo y contra todos los que se oponen, fuera o dentro del gobierno.

Los cuestionamientos de Moyano sobre la inflación, el problema ahora de las Madres o el otro escándado en el Inadi son sólo algunas muestras de último momento.

A esto hay que agregar el peso que puede traer tantos años  de luchas ciclópeas con las corporaciones del campo o los grandes medios opositores, que nunca dan tregua.

También se habla de que su hija, Florencia, no quiere saber nada de que se presente, porque considera que la política ya se llevó a su padre y ve algunos signos de fatiga física en su madre. Mientras que de Máximo nada se sabe ya que no aparece en público.

Claro que estas mismas fuentes se encargan de aclarar que hay un “plan B” con Daniel Scioli como candidato a presidente y el intendente de Tigre, Sergio Massa, como gobernador bonaerense. Una alternativa demasiado idílica para los que no comulgan con el kirchnerismo.

Lo concreto es que dentro de quince días vence el plazo para la presentación de fórmulas y no se sabe a ciencia cierta qué hará la Presidenta y mucho menos quién podría ser su vice. Que Carlos Reutemann, que el juez Eugenio Zaffaroni. Sólo especulaciones sin mayor fundamento.

En su momento les pidió sí a sus colaboradores que hicieran esfuerzos para garantizarle un número cercano al 50 por ciento de los votos para decidir su postulación para un nuevo mandato.

Hoy, la gran mayoría de las encuestas la ubican en torno del 46 o 47 por ciento y ganando en primera vuelta, aunque sin medir el impacto del “caso Schoklender”.

En rigor de verdad, estas cuestiones sólo pesan con fuerza en una clase media opositora pero difícilmente llega a perforar el núcleo duro de votantes del oficialismo.

La inflación o un fuerte freno en el nivel de consumo es lo que realmente puede pegar en el ánimo de ese sector. “El voto plasma”, lo llamó, con algo de desprecio, el ex ministro Roberto Lavagna.

La dispersión de ofertas opositoras alejó también la posibilidad de que alguno de ellos, por derecha o por izquierda, pueda despegarse para arañar el balotaje.

Además, nada es lineal, ya que Ricardo Alfonsín creó un frente de centroderecha con su asociación con Francisco De Narváez para captar el voto huérfano que dejó Mauricio Macri al bajarse de la presidencial.

Pero, a su vez, provocó un tembladeral en su propio partido y hoy por hoy no pudo captar buena parte de las  fidelidades  internas.

La gran carta de triunfo la debería aportar De Narváez si  lograr captar a los intendentes de la provincia de Buenos Aires que lo apoyaron en las legislativas de hace dos años.

Algo que se ve improbable debido a los votos de confianza que logró Scioli en territorio bonaerense y el siempre persuasivo caudal de fondos que proviene de las cajas provincial y nacional,

La oferta de centroizquierda que encabezará Hermes Binner le puede sacar votos al kirchnerismo y también a los radicales desilusionados por los pasos de Alfonsín.

De todas formas, todo transita en el terreno de la  especulación mientras Cristina Kirchner no anuncie su determinación.

Tiene tiempo hasta el 24. A partir de ese día comenzará la verdadera carrera hacia la elección presidencial y los equipos de campaña y los encuestadores podrán trabajar sobre escenarios reales, no imaginarios.

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