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De la guerra en Gaza y la persecución de cristianos

No hay guerra que pueda ser justificada, porque la guerra tiene su génesis en la discordia humana, en la ausencia de concordia, de acuerdos y pactos para vivir en paz.

No hay guerra que pueda ser justificada, porque la guerra tiene su génesis en la discordia humana, en la ausencia de concordia, de acuerdos y pactos para vivir en paz. La guerra es el verdugo de la paz, es el representante de la muerte. Tampoco existen guerras en los que no aparezcan los llamados “daños colaterales”, que casi siempre los reciben los inocentes, aquellos seres humanos que sin querer los conflictos bélicos resultan ser las víctimas de los mismos. Y toda guerra siempre comienza con la declaración y ataque de una de las partes.

En el caso del actual conflicto en la Franja de Gaza, parece que está  claro que hubo un agresor: Hamás, organización terrorista que inició su actividad con atentados cruentos en Israel, luego con disparos de misiles y hace poco con cientos de misiles, pero esta vez más poderosos y de largo alcance, a punto que el aeropuerto de Tel Aviv debió suspender sus actividades por un tiempo.

La primera pregunta que debe formularse para no perder de vista la equidistancia es: ¿qué hubiera sucedido si Israel no hubiera estado preparada para neutralizar los permanentes ataques con una red de sofisticados armamento de defensa de anti misiles? La primera respuesta del razonamiento lógico señala que miles de israelíes (no sólo judíos, porque en esa nación viven árabes y cristianos también) hubieran sido aniquilados. El segundo razonamiento, y a la luz de los hechos históricos, nos dice, además, que Israel hubiera sido borrada del mapa. Y esto no es especulación, pues basta remitirse a la carta de principios o fundacional de Hamás para ratificarlo. En sus prólogos se señala: “Israel existirá y seguirá existiendo hasta que el islam lo aniquile, como antes aniquiló a otros”. Y luego algunas expresiones de su articulado: “Artículo 13) Las iniciativas, y las llamadas soluciones pacíficas y conferencias internacionales, están en contradicción con los principios del Movimiento de Resistencia Islámica (…) No hay solución para la cuestión palestina si no es a través de la Yihad”. En las aclaraciones de quienes son los unos y los otros, Hamás no deja de lado, tampoco, a los comunistas orientales y a los “cruzados” occidentales (el llamado mundo occidental y cristiano).

Apenas un poco de historia, para no remontarnos a cientos y miles de años atrás y rememorar las veces que el pueblo hebreo fue echado de su tierra (Babilonia; Egipto;  la destrucción del Segundo Templo en el 70 DC, por parte de los romanos y etcétera, etcétera) no más declarada la independencia del Estado de Israel, en el año 1948, la nueva nación fue atacada de inmediato. De allí en más los hebreos no dejaron de ser perseguidos allá y en todas partes del mundo. Sería bueno no olvidar, por ejemplo, y entre otros muchos, los ataques contra la Embajada  y la Amia en Argentina, en la que murieron judíos y “no judíos”. Recuérdese que milagrosamente salvó su vida quien hasta hace poco fuera arzobispo de Rosario, monseñor Molloghan. No tuvo la misma suerte el padre Juan Carlos Brumana, sacerdote joven, bueno y servicial, que se encontraba en ese momento en el templo católico ubicado frente a la Embajada de Israel. Cayó muerto por efecto de las bombas terroristas.

No obstante toda esta situación, Israel pudo llegar a acuerdos de paz sustentables con varias naciones árabes, entre ellas Egipto y Jordania. Egipto, incluso, es un país que ha iniciado desde hace un tiempo la destrucción de los tristemente famosos túneles construidos por Hamás.

Es necesario aceptar, por otra parte, una verdad: la guerra del Estado israelí no es contra el pueblo palestino, sino contra la organización Hamás. Y ello se desprende del hecho cierto  que no se han sucedido ataques contra Cisjordania, gobernada por la Autoridad Nacional Palestina.

Ahora bien, y por otra parte, ¿cuáles eran las finalidades de los cientos de túneles construidos por la organización terrorista (lo que demandó una inversión millonaria en dólares)? Atacar Israel en la sagrada fiesta del Rosh Hashaná. Recuérdese que no es la primera vez que se ataca a ese Estado   en una fiesta sagrada aprovechando el ensimismamiento y entrega del pueblo a una celebración  religiosa ¿Cuáles hubieran sido los resultados de tal ataque?

Todas estas razones, de ninguna manera implican aceptar una cosa: los palestinos tienen derecho a su propia tierra, a su propio estado y a vivir dignamente y en paz. Todas estas razones, además,   no implican dejar de reconocer que la muerte de inocentes siempre es cuestionada y no querida. Pero, como se dijo al principio y sin que se justifique, toda guerra trae estas cosas lamentables. Pero como en toda guerra lo primero que muere es la verdad (recuérdese sino lo que decía el Estado Mayo Conjunto Argentino en la Guerra de Malvinas), se debe ser prudente, si se aspira a ser imparcial, a la hora de tomar partido.

Hoy Israel es, a los ojos de la mayoría de los medios del mundo, un monstruo despiadado. Son los mismos medios que suelen olvidar destacar las noticias de las muertes en Siria, de los cristianos torturados y asesinados por los terroristas. Los mismos que poco espacio dieron al hecho de los monjes budistas perseguidos en Birmania, o a los apaleados y muertos en el Tíbet por parte del régimen chino ¿Por qué tal omisión? Es una buena pregunta.

El conflicto de Medio Oriente (anunciado hace miles de años en la Torá, en el Evangelio, en el Zohar y otros libros sagrados) no es de índole territorial, político o económico, y tal vez tampoco sea un caso estrictamente religioso, como suele decirse. Porque si en el nombre de Dios se lanzan misiles, pues no puede decirse que sea ello “religioso”. El conflicto en Medio Oriente (extendido a través de atentados a todo el mundo) tiene su origen en el odio, en el fanatismo, en el resentimiento patológico, en la intolerancia de ciertos grupos fundamentalistas que son también un problema para el verdadero islam y para la mayoría del mundo árabe que dio a la humanidad maestros extraordinarios, como Avicena, por nombrar sólo a algunos. Y mientras ese odio, esa judeofobia, que ha pasado a ser cristianofobia, (el número de cristianos asesinados en los últimos años es escalofriante, decenas de miles torturados y luego decapitados)  no cese, no habrá paz ni en Medio Oriente ni en el mundo.

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