Hacer lo que te gusta, estar ligado a los protagonistas que juegan bien a lo que uno juega mal, entrevistar a estrellas y a veces a estrellados, viajar, conocer. ¿Quién podría considerar un trabajo mirar un partido de fútbol, de básquet, de lo que sea? ¿Quién podría considerar un trabajo discutir acaloradamente sobre deporte? Y si además te pagan por eso, qué más se puede pedir.
Esos pantallazos seguramente pasan por la cabeza de todo aquel que decide como profesión o hobby dedicarse al periodismo deportivo, tanto sea aprendiendo desde la práctica como se hacía antes o en un terciario, facultad o como le quieran llamar. Pero claro, después el tiempo y la realidad tumban los preconceptos para caer en cuenta que no todo es tan sencillo ni tan hermoso, que la profesión te regala cosas bellísimas pero también te quita otras. Y lo más increíble es elegir la pasión por encima de las dificultades.
Tener claro, no todos los periodistas deportivos son los que salen en televisión gritando, que están en un estudio de lujo y cobran sueldos importantes. Están los periodistas deportivos que se ganan el mango día a día, en medios más chicos, autogestionados, o directamente en emprendimientos propios, pagando espacios, caminando la calle para poder mantener su programa o publicación. Y lo llamativo es que la responsabilidad es la misma o mayor, el amor por el oficio es el mismo o mayor, y el compromiso también.
El deportista suele decir que deja muchas cosas en su carrera, falta a fechas importantes para la familia, se pierde salidas, eventos. Y claro, al periodista deportivo que le toca cubrir a esos deportistas les pasa lo mismo, sólo que es todavía más difícil de explicar en su casa, porque la retribución es menor y las condiciones de viaje peores. Sólo se entiende por el amor a la tarea, esa que hace que el horario de trabajo sea el más extenso del mundo, 24 horas los 7 días. Nunca para. Menos en el tiempo de las redes sociales.
Poco a poco se pierde la fascinación por el deportista, se lo humaniza, también se hace monótono ir a la cancha, aunque sea gratis cuando todos pagan. Y se conocen realidades del deporte que golpean aquella idealización de los protagonistas.
Y ahí lo que se mantiene intacto, lo que crece es la pasión por el periodismo. Lo de deportivo o no pasa a segundo plano. Porque a estas alturas, el periodista deportivo hace también periodismo político en cada elección de un club, hace policiales ante cada incidente, hace espectáculos ante cada evento masivo en el que sobra color, hace economía en cada pase y sus raros porcentajes.
Aquellas razones que hacen elegir una profesión van quedando en el camino, pero surgen otras. Los que hacen que cada día uno salga a la cancha para contar lo que ve, lo que siente y lo que piensa. Feliz día a todos los colegas.