Por Mercedes Meier
Javier Milei dice en el cierre del Congreso Económico Argentino la semana pasada:
“En el caso de una empresa que contamina el río, lo que no está bien definido es el derecho de propiedad. Esa empresa puede contaminar el río todo lo que quiera“. “El problema en realidad radica en que no hay derechos de propiedad sobre el agua, cuando falte el agua, alguien va a ver un negocio ahí y va a reclamar los derechos de propiedad. Van a ver cómo ahí sí se termina la contaminación”.
Esta declaración no es una simple transgresión más: es poner en la agenda nacional un tema que a nivel global va tomando una relevancia tal que la disputa de las grandes potencias por el agua dulce parece ser el eje de nuevos conflictos políticos, económicos y bélicos.
Como la Argentina es el mejor país del mundo tiene – además de Messi y Maradona – gran parte de las reservas y fuentes de agua dulce más codiciadas del planeta, por lo que no es menor la posición que tengan al respecto quienes se proponen para presidir la nación.
El candidato Javier Milei -que ya nos dejó bien en claro a quien responde cuando declaró en radio Mitre “… mi alineación internacional es con occidente y los valores de occidente. Ya dije que mis dos grandes aliados son Estados Unidos e Israel”-, sabe muy bien que desde el año 2020 el agua comenzó a cotizar en la bolsa de valores a futuros de wallstreet. En aquel momento la cotización fue de u$s 500 el acre-pie (es decir, unos u$s 410 por metro cúbico), y que en tan sólo dos años, con la crisis hídrica de California, se duplicó el precio superando los mil dólares por acre pie (1 litro = 1 dólar).
El “negocio del agua” ya se viene gestionando en el país. De hecho, la empresa que brinda servicios “asesorando” e intercambiando tecnología y conocimiento, entre otras cosas, con las empresas de agua de 5 provincias de nuestro país, incluida la provincia de Santa Fe, es MEKOROT, la empresa de Agua Israelí. El objetivo de la empresa y diferentes gobiernos es la implementación de un Plan Maestro del Sector Hídrico que supone el control de este recurso escaso por parte de esta empresa denunciada a nivel mundial por restringir el suministro de agua a las comunidades palestinas, en lo que se ha dado en llamar “apartheid del agua”.
Esta nueva amenaza que hace el candidato libertario de privatizar un derecho como el del acceso al agua se da en el marco de una crisis hídrica a nivel mundial que él dice desconocer, como desconoce el cambio climático y como niega en general toda evidencia científica en función de reducir la vida humana a una mercancía.
En el mundo 700 millones de personas migran por agua potable y 5 mil niños y niñas mueren a diario por falta de agua potable y saneamiento en el mundo.
Conocemos la realidad de nuestro país, donde los pueblos cordilleranos, tienen escases de agua, y en muchos casos, la poca que tienen está contaminada por la mega minería. En el norte argentino, miles de compatriotas caminan kilómetros para acceder al agua potable.
En las ciudades como Rosario o Santa Fe, que están a la vera de uno de los ríos más importantes del mundo, en los barrios populares sólo se accede al elemento vital por camiones cisternas que van dos o tres veces por semana a dejar agua. Con suerte una canilla comunitaria a unas cuadras, abastece diariamente agua a esos barrios.
El agua que abastece la mayoría de los pueblos y ciudades es agua que proviene de las napas subterráneas, que cada día están más secas y más contaminadas con arsénico, glifosatos, y otros venenos que impone el modelo.
El derecho a la vida no puede tener precio. Defendamos lo nuestro, porque sin agua ni el león sobrevive.