Cruzar en balsa para llegar a las islas, montar una mula para ingresar a los lugares más inaccesibles, esquivar perros o poner el hombro al vecino que recibe un telegrama de despido son algunas de las experiencias que siguen transitando las y los carteros a lo largo del país, que transformaron su histórico rol fundamental de entrega de cartas al actual traslado de vacunas, urnas y medicamentos.
En vísperas de la celebración del día de esta profesión, establecida en homenaje a Bruno Rodríguez que el 14 de setiembre de 1771 se convirtió en el primer cartero designado de Buenos Aires, trabajadores del rubro y especialistas contaron a Télam los pormenores del oficio de antaño, la relevancia de ser un pilar esencial en la comunicación y en el registro de los sentimientos de las personas en determinados momentos históricos, y la transformación que vivió hasta la actualidad.
Hoy consideradas casi una “reliquia”, las cartas siempre tuvieron una función muy especial: “Desde un fallecimiento hasta un feliz cumpleaños, un aniversario, la carta típica de amor o la familiar que unía a través de un escrito que quedaba para siempre, acercando kilómetros de distancia, hasta entre países”, remarcó a Télam Carlos Serantes (56), prosecretario general adjunto de la Federación de Obreros y Empleados de Correos y Telecomunicaciones (Foecyt) Argentina.
Con 40 años de trayectoria, Serantes ingresó a trabajar en 1982 como mensajero en la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos (Encotel), luego devenida en el Correo Argentino, en la ciudad bonaerense de La Plata, repartiendo telegramas, donde hacía un recorrido a pie de 20 cuadras por 30, en una jornada diaria de 6 horas.
“El cartero repartía no solo la carta de la gente, de doña Rosa por decir un nombre, sino también repartía la publicidad gráfica, revistas, que hoy desaparecieron del mercado obviamente”, recordó.
El trabajo era a pie o en bicicleta, con una mochila de cuero en la cintura que cuando llovía se volvía más pesada y que marcó un caminar más encorvado en quienes dedicaron varios años de su vida a esta labor; mientras la mayoría de ellos, si bien fueron ágiles a la hora de esquivar animales, llevan las cicatrices de mordeduras de perros en sus tobillos.
Los carteros cumplieron y cumplen a lo largo de los años del despliegue del oficio un rol social y de servicio público fundamental, señalan sus trabajadores.
“Es triste entregar en domicilios telegramas de despidos laborales. La persona quizás lo lee de inmediato y se pone a llorar. Ahí es la empatía del cartero la que acompaña al vecino. Y en la época mía era el telegrama que informaba un fallecimiento, el cual había que llevarlo a cualquier hora, así sea la 1 de la mañana”, contó Serantes.
Y agregó: “Conocés al vecino y el vecino te conoce a vos. Había carteros que le hacían el aguante al diariero vendiéndole los diarios mientras se iba al banco. Más adelante, por ahí a una abuela le hacen el mandado, vuelven y salen con la mochila”.
En el siglo XIX, los mensajeros trasladaron en burro y por postas la correspondencia principalmente de las élites y próceres de la Argentina, escritas muchas de ellas con plumas de ganso, tinteros, usando el lacre como sello y luego, también, con máquinas de escribir.
“Uno de los problemas del siglo XIX es que hay poca correspondencia de los sectores populares porque la mayoría eran analfabetos y en especial las mujeres. También por otra costumbre que era muy común en la época que era quemar la correspondencia femenina porque no tenía valor para las familias y también para esconder historias privadas que no querían que después salgan a la luz”, explicó a Télam María José Grenni, educadora del Museo Histórico Nacional, donde se conserva un abundante archivo epistolar de aquellos años.
“El Museo tiene centenares de cartas. Hay una de Merceditas que le manda a Manuel Guerrico que habla sobre la muerte de su padre, San Martín. También de Josefa Balcarce de San Martín. Después tenemos cartas de Belgrano, de Manuelita Rosas, de Bolívar a San Martín anunciando la liberación de Quito”, detalló.
Si bien el rubro del correo vivió transformaciones con el avance de la tecnología, sigue siendo “indispensable” para garantizar derechos.
“El Correo Argentino es un correo de bandera federal, que llega a todos los pueblitos y puntos del país. Tenemos en cada localidad una boca de expendio, de recepción, de admisión y de entrega, desde La Quiaca hasta Ushuaia. Es una empresa con 18 mil trabajadores, todos registrados”, destacó Serantes.
Reconoció que “mermó mucho el trabajo por lo que tuvo que cambiar su idiosincrasia; la paquetería hoy es fundamental”.
“Actualmente hemos tenido también un protagonismo importante con la pandemia. Nosotros hemos sido designados trabajadores esenciales y hemos distribuido vacunas en todo el territorio nacional para el Covid-19”, contó.
Y agregó: “Ni hablar cuando el trabajador de correo entra en un proceso de elecciones donde se brindan a nivel nacional, provincial y municipal la distribución de las urnas y los cómputos a través del telegrama. Es el único trabajador que tiene firmada la declaración jurada del secreto postal”.
La privatización fue “un proceso nefasto para los trabajadores”
Sobre los años (1997-2001) en que la empresa fue otorgada en concesión a la Sociedad Macri (Socma), a través del decreto 265/1997 del entonces presidente Carlos Menem, Serantes señaló que fue “un proceso nefasto para los trabajadores” donde “se fueron 10 mil empleados”, que la llevó a la quiebra.
Con tal motivo, desde la Federación piden que se derogue el artículo 4 del decreto 1075/03, que deja una puerta abierta a “llamar a Licitación Pública Nacional e Internacional a fin de volver a privatizar el servicio público postal”.
“El correo tiene que ir a todos los lugares donde nadie llega. Debe haber más anécdotas de compañeros que luchan en la nieve en el sur o con el calor del norte. Con viento a favor va como un misil, con viento en contra viene con la bicicleta en la mano, caminando. Ni hablar del trabajador que cruza en balsa el Bermejo o el Paraná para llegar a las islas”, destacó Serantes.
Y concluyó: “Es un servicio esencial para la comunidad”.
Cartas con historia
El género epistolar permite “rescatar historias personales atravesadas por contextos históricos y políticos”, señaló a Télam María José Grenni, integrante del área de educación del Museo Histórico Nacional, desde donde llevan adelante la iniciativa “Cartas con Historia”, que invita a quienes hayan nacido antes de 1960 a compartir las misivas que hayan atesorado y las historias detrás de ellas.
“Este proyecto busca ampliar la mirada histórica del museo al siglo XX, además de rescatar las historias de personas anónimas de diferentes partes del país. El género epistolar es un género muy importante para poder rescatar historias personales que también están atravesadas por contextos históricos y políticos”, dijo Grenni.
Desde recetas de cocina, historias de amor, mensajes entre amigos durante la última dictadura militar y hasta correspondencia intergeneracional contando la historia de una familia, la iniciativa nucleó historias narradas en papel que las personas compartieron durante octubre y noviembre de 2020 y que actualmente se encuentran disponibles en una colección virtual.
“Pudimos ver historias de amor, de amistad, atravesadas por situaciones del país. También, cómo a partir de la correspondencia se puede ver la dimensión histórica y afectiva: lo que le pasaba a la persona o cómo se sentían en determinados momentos históricos”, indicó la profesora de Historia.
En este sentido, contó: “Tenemos cartas de hijas a madres. Por ejemplo, una de Inés que vivía con su familia en Rosario y migra a Buenos Aires. Allí comienza a tener una correspondencia con su madre donde se enviaban recetas de cocina. Nos compartió una de bizcochitos y hacia el final se mete una frase de contexto: ‘Se come, se educa y se vive con la democracia. Viva Raulito’, aludiendo a la frase de Alfonsín”.
Otra historia que les llegó fue la correspondencia de Luis y su nieta, que sirvió de puente intergeneracional.
“Nos contó que desde hacía dos años estaba haciendo lo que él llamaba ‘conversaciones escritas’. Me pareció hermoso: apelar a técnicas epistolares con su nieta que quizás nunca había escrito una carta. Él le va contando la historia de su vida y su nieta le va preguntando, como excusa para que quede a cargo de la historia familiar”, contó Grenni.
ENVIAR CARTAS FUE “UNA TABLA DE SALVACIÓN”
El traslado de mensajes fue “esencial” para aquellos que en contextos de encierro y prohibición escribir una carta se volvió “una tabla de salvación”, sostuvo en diálogo con Télam Fernando Oscar Reati (68), ex preso político durante la última dictadura cívico militar y autor, junto a la investigadora Paula Simón, del libro “Filosofía de la incomunicación. Las cartas clandestinas de la Unidad Penitenciaria 1 (Córdoba, 1976-1979)”.
“Fue una tabla de salvación. Hoy a la distancia uno se da cuenta del deseo enorme que teníamos de comunicación. Además de las condiciones físicas y materiales de insalubridad, frío, de aburrimiento constante y palizas, en el caso de la cárcel de Córdoba se sumó esa incomunicación que triplicaba el castigo”, contó el profesor universitario e investigador especializado en la literatura durante el terrorismo de Estado.
Reati militó en la Juventud Universitaria Peronista, es oriundo de Córdoba y hoy vive en Estados Unidos, donde se exilió luego de haber estado detenido en condición de preso político desde 1976 hasta 1981, primero en la ciudad de Córdoba y luego en La Plata.
“Córdoba tuvo la característica inusual de ser una cárcel legal y al mismo tiempo había una zona gris donde se tocaba con un centro clandestino porque estuvimos durante esos tres años incomunicados”, contó a Télam sobre su experiencia en contexto de encierro, cuando regía una política de incomunicación impuesta por el general Luciano Benjamín Menéndez, en ese entonces comandante del III Cuerpo del Ejército.
Ante la prohibición, los presos políticos elaboraron un sistema clandestino de correspondencia que llamaron “La Paloma”, donde lograron enviar cartas con la ayuda de presos comunes y familiares o parejas que los visitaban, proceso que se encuentra plasmado en el libro.
Los mensajes que buscaban hacer llegar a sus conocidos los escribían en cualquier papel que tuvieron disponible, como el envoltorio de cigarrillos o el papel higiénico, en una letra minúscula para aprovechar el espacio y con la escasa luz que llegaba al pabellón durante la noche, el momento en que la guardia no merodeaba.
“Las cartas tenían que ser físicamente pequeñas porque luego debían ser dobladas múltiples veces en forma de caramelito, envueltas en papel celofán para que no se mojaran o arruinaran y luego transportadas casi siempre en la vagina o boca de la esposa o novia de un preso común que las recibían durante las visitas higiénicas”, narró sobre el proceso.
Sobre esas personas que se convirtieron en “carteros y carteras” que permitieron el traslado de su correspondencia, Reati lamentó que tienen “una mínima, casi inexistente información”.
“Nuestros familiares, cuando les entregaban las cartas, les daban una cierta cantidad de dinero que se estipulaba previamente. Supongamos que lo hacían por dinero, aún así se arriesgaban y yo creo que había solidaridad. Incluso sabemos de casos donde no lo hacían por dinero, donde se hacía gratis”, dijo.
Para las mujeres presas políticas de la Unidad Penitenciaria I de Córdoba, el mecanismo fue aún más complejo ya que estaban aisladas, por lo que el proceso se iniciaba en su pabellón, continuaba en el de varones presos políticos para pasar al de comunes y luego la salida a través de las visitas.
“En este sentido se convirtieron en nuestros carteros. Creo que ellos mismos no se dieron cuenta nunca de la importancia de lo que estaban haciendo”, concluyó Reati.
También llegaron al museo cartas que materializan momentos históricos de relevancia para la Argentina: “Una carta, por ejemplo, que le manda Juan, que fue un desaparecido, a su amiga ‘La gallega’. Le escribe antes de que suceda la dictadura. Le cuenta cómo está la situación en Argentina, le dice que pronto se van a encontrar. Lamentablemente estaba por viajar y no va a hacerlo porque va a desaparecer”.
Grenni también destacó, finalmente, que varias de las personas que compartieron sus correspondencias “nos cuentan cómo esperaban la llegada de esas cartas por los carteros” y ” una cuenta que para el Día del Cartero le hizo un regalo porque ella constantemente enviaba cartas a una amiga en México”.
La historia argentina narrada en papel
• Carta de Manuel Dorrego a su esposa Ángela Baudrix.
• Carta de Mercedes a Manuel Guerrico.
• Diploma firmado por José de San Martín.
• Carta de José de San Martín a Simón Bolívar.
• Carta de Juan Manuel Belgrano a Pedro García.
• Carta de Josefa Balcarce Gutiérrez Estrada de San Martín a Joaquín Cueto.
• Carta de José de San Martín a Tomas Guido.
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