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De lo naif a lo impiadoso, como un niño

Comentario, por Miguel Passarini.

Pesadillas y situaciones verdaderas que por extremas se vuelvan casi inverosímiles; un carro cargado de pequeños recuerdos, momentos chiquitos que dan paso a momentos enormes. Así, dueño absoluto de la escena y de su público, y tal como lo hizo en el marco del 8° Festival Internacional de Teatro del Mercosur de Córdoba la semana pasada, el músico y performer catalán Albert Pla dibujará y desdibujará la realidad, cuando esta noche, a las 21, junto al guitarrista Diego Cortés, se presente en Pugliese (Corrientes 1530).

El de Pla es un show marcado por la singularidad, por la simpleza y por el absurdo, por lo arbitrario y lo desbaratado, por la conmoción y el humor negro.

Solo, camino al escenario, Pla deconstruye cualquier plan preestablecido con un puñado de canciones que dan forma (y deforman) a un show musical transformándolo todo en otra cosa.

Canta canciones como “Corazón”, para los que lo tienen y para los que en su lugar tienen un hueco, y vaya el palo para la Iglesia, para los necios, para los pobres de espíritu, para los que insisten con un proyecto individual por fuera de lo colectivo, porque, según dice, “hay que organizarse”.

Pla juega en escena, va de lo naif a lo violento, desgarra su guitarra eléctrica mientras  Diego Cortés acude al virtuosismo de su guitarra flamenca, para abordar un mix entre rockero y cante de tablao.

Tras cartón, las vicisitudes de un gallo disfónico descriptas en “El Gallo Eduardo Montenegro”, servirán de antesala para decir: “Yo quiero que tu sufras lo que yo sufro, y aprenderé a rezar para lograrlo”, en uno de los mejores momentos del show, cuando “Sufre como yo”, inmortalizada en el film Carne Trémula, de Pedro Almodóvar, se convierta en una bisagra para dar paso a los abigarrados solos de un Cortés sencillamente impresionante y sorprendentemente generoso con el público.

Más tarde, la movilizadora “La colilla” hará de las suyas al mostrar al Pla más político, al que toma postura (y emprende una suerte de venganza) frente a los embates de lo que supuestamente queda del llamado primer mundo frente al tercero, tomando como paradigma a los Estados Unidos, país al que imagina ardiendo en llamas como la antigua Roma (a través de un hecho tan improbable como divertido), del mismo modo que, con su voz susurrante de niño malo, arremete con la tristeza simple de “Añoro”, donde “duelen los recuerdos” como en un feroz poema lorquiano.

Único a la hora de expresar su desconcierto frente al poder en todas sus formas, del mismo modo que sus deseos prohibidos frente a la belleza casi insolente de una joven en la calle que lleva “falda corta”, o contando y cantando la triste realidad del pobre “Joaquín el necio”, cuando Rosa lo deja por un negro “sin perdón” que será irremediablemente castrado, lo de Pla no es cosa simple; se trata de un artista de aristas personalísimas, que despliega en escena una libertad que logra contagiar a la platea que, como pasa con lo verdaderamente bueno, siempre se queda con ganas de más.

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