José Ignacio de Mendiguren, actual presidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior, tiene un largo recorrido por la política argentina y los debates sobre un modelo industrial. Elegido como diputado nacional en 2019, ex ministro de la Producción a la salida de la crisis de 2001, también fue presidente de la UIA. Y en entrevista con Rodrigo Miró y David Narciso en Vale Doble (Sábados 9 a 11, por radio UNR) analizó los caminos que puede tomar la Argentina para salir de la crisis, en medio de la pandemia que afecta las economías de casi todo el planeta.
— ¿Cómo analiza el paquete de medidas que anunció esta semana Martín Guzmán?
—Creo que de lo que se acaba de anunciar, lo más importante es haber ratificado el rumbo. En otras etapas de crisis en la Argentina, el camino que se elegía era el de las antípodas, como el del ajuste fiscal. Haber aplicado hoy esa política, hubiera sido desastroso. Entonces, lo primero que hay que tener en cuenta es la magnitud de la crisis. Porque yo veo a parte del periodismo y de la oposición tratando de convencernos de que esto es una crisis de la Argentina por el mal manejo de nuestras variables. Y esto es una crisis internacional sin precedentes. Nos dicen: “Hemos tenido una caída récord de la actividad en el segundo trimestre”. Pero mientras tanto, no cuentan que Francia cayó el 19,5 y el Reino Unido el 22 por ciento. O te dicen que Argentina tiene déficit fiscal de 11 puntos por la pandemia, pero no te avisan que el mundo está igual. Estados Unidos, por ejemplo, ¡tiene una proyección de déficit del 23 por ciento!
—Y a este contexto de crisis global, no llegamos todos iguales, por cierto.
—No, en absoluto. Los países centrales venían con reservas, con crecimiento y con muy poca pobreza. Tenían el auto en condiciones, digamos. Nosotros, entramos a la misma pandemia con un Renault 4L todo destartalado, con la chapa picada, el motor fundido y las gomas bajas. Indudablemente, estamos pasando un momento dificilísimo. No podemos ser distintos al mundo. Pero lo importante en este marco es la decisión política. La primera fue la de tener una alianza con la producción y el empleo. Por eso veo que el gobierno desde el principio de la crisis, trató de asistir al aparato productivo para que no quede aniquilado. Y fue el rescate más grande del sector público al privado del que se tenga memoria. Ahora bien, ¿alcanza? Por supuesto que no. Y la solución del problema recién la podremos tener cuando se reactive en serio la economía, que no va a pasar hasta que no estemos en la etapa que yo llamo de la ‘post vacuna’, porque recién ahí vamos a poder decir que se terminó la pandemia.
—En la enumeración de lo hecho, ¿qué destaca?
—Acá hubo un Estado que sin tener capacidad de ejecutar políticas públicas, porque estaba desmantelado, salió en forma urgente al rescate de la salud, de las Pymes, de los monotributistas, de 9 millones de personas que no tenían acceso a nada. Y sí, se hizo con problemas de implementación, tal vez por la magnitud de lo que se intentó alcanzar. Pero se ha logrado por lo menos, sin superar la crisis, preservar la mayor cantidad de empresas y de empleo posible. Y lo que creíamos que iba a durar 45 días, fíjense lo que nos lleva. En el mundo, además, hay rebrotes.
—Volvemos ahora al paquete anunciado esta semana por Economía, para mejorar el perfil exportador de la Argentina.
—Sí. Lo que anunció Guzmán fue la decisión de continuar en este camino, ya más con sintonía fina. En forma directa ya sobre aquellos sectores que pueden dar una respuesta más rápida en términos de ocupación y de traernos dólares, que es un insumo que Argentina no tiene. Además, en el marco de esta crisis, lo que se reafirma es salir con la mayor cantidad de gente incluida. Porque también se podría intentar salir, con la famosa “teoría del derrame” que es la de darle muchos incentivos a grandes empresas, que por lo general ocupan muy poca gente. Acá lo que se decide es que el salvataje sea con la gente adentro. Entonces, en el diseño de las medidas, se tuvo en cuenta no sólo a los que pueden traer divisas, sino a los que pueden crear empleo.
— ¿Y cómo está preparado el mundo para recibir los productos argentinos? Porque está claro que Argentina necesita más dólares. Pero el mundo hoy no es el de 2001, cuando la crisis era sólo nuestra. En el marco de esta pandemia global, el planeta además está en medio de una discusión importante sobre el equilibrio comercial y de poder entre las grandes potencias. ¿Hay nichos de mercado para los productos elaborados en el país, más allá de los granos y productos primarios?
—A través de la historia, las pandemias o las crisis fueron locales o se extendieron, pero nunca tan rápido y con tanto alcance. Acá en pocos meses, nos encontramos con una crisis que afectó a 190 países. Y es una crisis de oferta, porque no se puede producir igual que antes, pero también de demanda, porque caen los ingresos. Muchos de los países de Europa, además, tienen una fuerte relación de su economía con lo que proviene del turismo o la cultura, actividades casi paralizadas. ¿Qué es lo que veo yo para después de la pandemia? Mucha presencia del Estado y una estructura laboral distinta. Y no alcanza con que Argentina venda producción primaria. En lugar de vender trigo, tiene que vender fideos; en vez de soja, necesitamos vender biocombustibles; en lugar de vender maíz a granel, tenemos que vender proteínas. Para eso, es muy importante encarar una inserción distinta en el mundo. Europa quiere nuestro trigo y no los fideos, quiere el maíz y no los cerdos. Pues bien, habrá que dar esa disputa comercial, pero también es fundamental ir hacia otros mercados como en el Magreb en el norte de África, o el proyecto sur, adonde tengamos más posibilidades de meter nuestra producción elaborada. Tenemos que tener en claro que hay que tener una política de inserción al mundo acorde a esta necesidad, no quedarnos conformes con que nos compren la materia prima.
—En los últimos días se montaron operativos de prensa mostrando firmas que supuestamente abandonan el país, con noticias que al final eran desmentidas por las propias empresas. Casi como si en este contexto de crisis del que usted habla, se propiciara una cultura que podríamos llamar del “desánimo” ¿Lo ve así?
—Yo veo mucha irresponsabilidad. De parte de una prensa muy identificada y de una parte de la oposición, que lamentablemente no trae propuestas. Porque si dijeran: “En lugar de bajar los aranceles en 4 puntos, mejor bajarlos en 8…” o cosas así, sería muy bueno. Pero no, van atrás de la agenda que le pone esta prensa que hoy es hegemónica. Le dicen discutamos la Corte, van atrás del tema. Le dicen: “discutamos en Diputados” y van atrás del tema. Es escandaloso lo que hizo ese diputado con lo del video, por supuesto, y hay que tratarlo. Pero a mí me preocupa que no se pueda discutir estos temas que estamos hablando acá. Tenemos que dar el debate por cómo preservamos los salarios, sobre qué ejes vamos a crecer, a qué parte del mundo le vamos a vender, con qué recursos cuenta el país para salir de la crisis. Yo a veces escucho a una parte de la prensa cuando dan las noticias del coronavirus, que pareciera que se alegran cada vez que sube la cifra de muertos o infectados. Se ponen contentos si estamos mal. Si baja la actividad, festejan. Y encima te dicen que somos los únicos que nos caemos, aparentemente sólo porque el gobierno hace mal las cosas. Eso es una imprudencia grande. La oposición debería hacer propuestas, en esta situación.
—Teniendo en cuenta la experiencia de años recientes, ¿qué se podría hacer?
—Yo fui el primer ministro de Producción que tuvo la Argentina, después de la crisis de 2001. En aquel momento fui convocado porque era el presidente de la UIA. Había explotado la convertibilidad. Y para salir adelante, hubo un acuerdo a la altura del problema. Duhalde y Alfonsín, que representaban al peronismo y el radicalismo, se dieron cuenta de la magnitud de la crisis y se sentaron a hacer un gobierno de unidad nacional. Eso nos permitió que a la Argentina la llevaran a horrores, como dolarizar su economía, privatizar la banca pública, todas esas cosas que nos pedían en ese momento. Se encontró un camino virtuoso, con producción, con participación del interior del país en ese crecimiento. Eso es lo que demanda la etapa.