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De profesión, titiritera

Cecilia Andrés está a punto de cumplir 70 años, vive en México y se crió en Rosario, adonde vuelve regularmente. Hoy, a las 20, presentará un espectáculo en el Centro Cultural La Toma.

Cecilia Andrés está a un mes de cumplir 70 años. Hace 48 que los títeres la eligieron para que su vida corra a través de la dramaturgia con objetos. Recuerda ese primer encuentro.

Fue en San Pedro, provincia de Buenos Aires, luego de invitar a Alcides Moreno para que haga títeres en un barrio donde era trabajadora social. “Esa noche dormí con un títere”, recuerda ahora, y aclara: un títere, no el titiritero, aunque luego él fuera su marido y ex marido también. Cecilia Andrés vive en Huitzilac, México, y vuelve regularmente a Rosario, donde creció. Sus relatos son una mezcla de “vos” y “tú”, un canto que alterna entre los dos extremos del continente. La mujer volvió ahora para celebrar con sus afectos sus 48 años de titiritera: “Mi profesión me dio la vida misma. Celebro mi vida con los títeres, que es una vida muy intensa y permite renovar todos los días las ganas de seguir”.

La fiesta de Cecilia Andrés será hoy a las 20 en el Centro Cultural La Toma (Tucumán 1349). Y aspira a ser más que una charla sobre su carrera. La invitación es para “una reunión de fiesta, encuentro, intercambio de bienes e historias. Un banquete gastronómico, artístico, social, político. Una celebración de oficios, sueños, deseos”.

“Un mitote por la Vida, el Arte, la Pasión”, se llama el espectáculo. El encuentro es abierto y gratuito y la única condición es que el que vaya lleve algo: un títere, un dibujo, un poema o una receta de cocina. “El lenguaje que cada uno elija”. Andrés también tiene preparada para mañana una charla en la escuela de títeres (Viamonte al 1900), de 11 a 14, un encuentro también abierto y gratuito.

La magia de dar vida

“La definición técnica actual dice que títere es todo objeto, figura o material capaz de tomar vida dramática. Es una forma de expresarse”, explica Cecilia desde un bar céntrico de Rosario. La mujer es oriunda de El Trébol y hace 31 años que vive en México. “El hombre es un gran narrador de historias. El lenguaje es con lo que finalmente construimos las relaciones con los demás y nosotros mismos. A través del títere te atreves a decir cosas que por ahí te da más trabajo decir sin el objeto en la mano”. La titiritera se considera «atrapada» por esta forma de expresión. “Nosotros locamente seguimos pensando que hay que despojar los objetos de su valor de mercado, económico, y hay que transformarlos en personajes, hacer que nos cuenten sus propias historias”.

Cecilia cuenta que su profesor y ex marido, Alcides Moreno, decía que los títeres no sirven para nada, que no hay que encontrarles un sentido de utilidad sino un sentido artístico. Los títeres son, explica, un lenguaje dentro del lenguaje teatral. “Hay algo importante en darle vida a algo inanimado. En ese juego de vida y no vida está el apasionamiento. Una vez que incursionas en este lenguaje es difícil que te deje dejarlo”, cuenta apasionada.

Cientos de títeres pasaron por Cecilia Andrés. Recuerda a algunos con más pero advierte que van cambiando. No hay un títere en particular. Lo que define su pasión son las sensaciones que el objeto genera. Ella elige los títeres animados a la vista, unidos al cuerpo, como una prolongación más del titiritero. “Cada títere tiene personalidad, características muy diferentes desde la técnica. Yo no puedo enamorarme de una marioneta de hilo. Me gusta verlas pero la complicación para manejarlas me aleja mucho de la emoción y prefiero no hacerlo”.

Desde hace más de veinte años, Cecilia está casada con Rogelio Luna, un dramaturgo que la ayuda a escribir las historias que sus títeres cuentan. Las ideas surgen de los dos y discuten. El punto de partida es descubrir qué quieren decir: es la parte más difícil, asegura, y sostiene que con el tiempo se complejiza más encontrar respuestas. Las historias que Cecilia, Rogelio y los títeres cuentan son del hombre. “De lo que nos pasa”, dice ella. “El arte, cuando no es industria del divertimento, siempre tiene una misión social y política y dice diferentes cosas según lo que pasa en la historia. La historia cambia, sorprende y nos horroriza. Cuando te vas metiendo en lo que se vive, las historias salen sí o sí”.

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