Alejandro César Olivieri, Teodoro Saúl Kaufman, Ernesto Mata, Néstor Carrillo y Alejandro Vila tienen varias cosas en común. Que son científicos y trabajan en Rosario es conocido. Pero la más reciente coincidencia es que serán reconocidos con un premio Konex, el próximo 17 de septiembre, en Buenos Aires.
En diálogo con El Ciudadano, cada uno de los premiados resume sus sensaciones después de conocer la novedad, repasa brevemente su historia en el mundo de la investigación científica y reflexiona acerca de la importancia de la distinción.
Ésta es la cuarta oportunidad en que la actividad de ciencia y tecnología es considerada. Las anteriores tuvieron lugar en 1983, 1993 y 2003.
Para dar cuenta también del momento que vive la comunidad científica en el país sirve reproducir una anécdota de Mata, quien cuenta lo siguiente: “Yo había regresado de Inglaterra con mi posdoctorado y era una de los que esperaba que se me incluyera en el presupuesto del Conicet y me otorgaran la beca que me había ganado, cuando (el ex ministro de Economía Domingo) Cavallo nos mandó a lavar los platos”.
A la distancia, Mata pide: “Sería conveniente que Cavallo pudiera enterarse de que alguien de los que él mandó a lavar los platos es distinguido con un premio de prestigio por persistir en el intento de transformar y crear conocimiento con su propio esfuerzo y el del resto de sus compatriotas que pagan sus impuestos, para poder volcarlo en beneficio de la humanidad”.
Teodoro Kaufman / Doctor del Instituto de Química Rosario
“Puedo asegurar que me siento orgulloso porque se trata de un premio a la trayectoria científica. Orgulloso por mí y, en segundo término, por ser el director del Instituto de Química Rosario, ya que tres personas que trabajamos ahí hemos sido galardonadas. La ciencia es gregaria, lo que hacemos es parte de algo que realizan muchas personas, becarios, tesistas, tesinistas, colegas investigadores. Eso es lo que representa el premio.
En cuanto a mi trabajo, me he dedicado a él desde que volví del posdoctorado, hace más de 20 años; el diseño, el análisis y la síntesis de productos químicos de moléculas pequeñas de interés, ya sea por su actividad biológica o por su estructura. Como químicos orgánicos sintéticos somos una especie de ingenieros a nivel molecular.
Parte de nuestra ciencia es formar uniones químicas para lograr una estructura química, o cortar uniones químicas para transformar o hacer aparecer ciertas funcionalidades químicas. Es lo que hemos estado haciendo a lo largo de todos estos años: trabajar con antibióticos, con reguladores de crecimiento vegetal, con moléculas anticancerígenas, con inhibidores del complemento humano, que es un conjunto de proteínas asociadas al sistema inmune y de eso tenemos una patente de invención”.
Ernesto Mata / Doctor en Química
“Me recibí de licenciado en Química en la Facultad Católica. Hice el doctorado en el Instituto de Química Orgánica y Síntesis (Iquios), creado por Edmudo Rúbeda, también premio Konex en su momento, una figura de la química orgánica. Fue el que la trajo a Rosario. De ese instituto surgimos con Kaufman, Olivieri y Vila. Fui a hacer un posdoctorado a Manchester y mejoré mis conocimientos de síntesis, ya que en esa época se insinuaba la química combinatoria. La química combinatoria incluye la síntesis en fase sólida, que es unir las moléculas orgánicas a un polímero que es una estructura insoluble.
Por eso creo que este premio es por haber aportado una técnica diferente dentro de la síntesis o de la química orgánica. Siento orgullo y agradecimiento a quienes contribuyeron a mi formación de grado, al Iquios, a mi director de tesis, el doctor Oreste Mascaretti, también ganador del Konex en su momento, a la gente que ha trabajado conmigo durante todo este tiempo, a mi esposa que relegó su formación para acompañarme a Inglaterra.
También recuerdo mi primer día en el laboratorio. Hace 30 años hacer investigación era tocar el cielo con las manos. Me sentía un privilegiado. Estaba en el paraíso”.
Alejandro Vila / Investigador principal de Conicet
“Fui seleccionado entre los cinco más destacados de la década en el país en bioquímica y biología molecular. Es como se puede apreciar un reconocimiento a la trayectoria. Éste es un año singular para mí, porque en abril se cumplieron 20 años desde que regresé de Italia. En los primeros diez años, del 93 a 2003, la ciencia era inexistente para el Estado. Empecé a trabajar con un grupo pequeño, carecíamos de equipamiento y teníamos mil dificultades. Las cosas han cambiado para mejor.
El Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario es, más allá de las políticas del Estado, un lugar de excelencia para hacer ciencia. Cuando volví del exterior no conocía a Diego (Mendoza), a Néstor (Carrillo), a Eduardo (Cecarelli) y me brindaron todo lo que estaba ahí para compartir.
En 2003 hubo una convocatoria para comprar un equipo de resonancia magnética nuclear, me presenté respaldado por todo el grupo: era el primero de alto campo en Argentina y lo instalamos en febrero de 2006. En estos días vamos a recibir el segundo equipo de RMN. Elijo hablar en la primera persona del plural porque no podría haber llegado si no fuera por mis maestros, mis colegas y la gente que trabaja conmigo. Eso es lo importante”.
Néstor Carrillo / Investigador de Biotecnología
“Los premios son importantes, sobre todo para la gente más joven. Este premio, en particular, tiene más valor colectivo: nosotros formamos parte de un proyecto, que es el de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la Universidad Nacional de Rosario, a la cual los cinco premiados pertenecemos. Ese proyecto ha sido todo un viaje, generado en un espacio de voluntades y de intelectos.
Sobre cien científicos premiados, el 5 por ciento somos de esta facultad, la que hoy ofrece una educación universitaria que es mucho mejor que la facultad que yo conocí cuando estudiante. Creo que, a su vez, se dieron circunstancias históricas singulares; hubo motivadores científicos como mi maestro Rubén Vallejo, quien junto a otros fueron los iniciadores de esta corriente de investigación científica, la que los transformó en verdaderos pioneros. Contaron con que el primer rector de la UNR, el doctor Juan Carlos León, generó las condiciones favorables para el desarrollo científico. Hizo una apuesta muy fuerte que dio frutos.
A este premio lo veo como un bien colectivo e institucional, ya que le da a la facultad herramientas para posicionarse en el país y en el mundo científico, teniendo en cuenta que ya ha logrado la máxima calificación para su posgrado”.
Alejandro Oliveri / Doctor en Química
“Me dediqué a la química desde que nací. Soy de los que tenía el jueguito de química en el fondo de la casa. Estudié en la Católica, que era el único lugar donde se enseñaba química en Rosario. Un amigo me presentó al profesor Edmundo Rúbeda, director del Iquios, quien me posibilitó que yo accediera a una beca del Conicet, y empecé a trabajar en el mundo de la investigación en abril de 1983. Hice la tesis, me fui a Buenos Aires, luego a los Estados Unidos, de donde regresé en 1989 y empecé a trabajar en química analítica. Creamos un grupo de investigación de Química Analítica, que en ese momento no existía: es la que analiza la composición de la materia, la concentración de la sustancia en la materia, va del análisis clínico hasta los análisis de contaminantes ambientales y la composición de una estrella.
Como siempre me gustó la matemática, con el tiempo empecé a trabajar en quimiometría, mezcla de matemática, estadística, computación y química. Con el premio, tal vez, distingan a alguien que hace una cosa que no sólo es nueva para nosotros sino que lo es para el mundo. Somos muy pocos quienes nos ocupamos de la quimiometría. Este premio para mí tiene un sabor especial, por su prestigio y por lo inesperado”.