Nada más lindo que cumplir un sueño alocado. Viajar, conocer otras geografías y culturas. Una familia rosarina se animó: dejó la comodidad de su casa por la funcionalidad de un motorhome y decidió invertir parte de su vida en hacer realidad un ambicioso periplo a lo largo del continente americano. Partieron en 2015 con la ruta dibujada: de Ushuaia hasta Alaska, por rutas y caminos. Llevaban recorridos 75 mil kilómetros por 16 países y llegó la pandemia de covid-19. En ninguna de sus previsiones estaba ese contratiempo. Hace cinco meses que están varados en México por los cierres de fronteras. Viven de la venta de artesanías y comidas, pero además inventaron otra fuente de ingresos. Es a través de las redes sociales, en las que cuentan su historia y con su experiencia ayudan a otros viajeros en las mismas dificultades.
Diego Ponce de León y Jorgelina Condotta son rosarinos. Hace más de 15 años que están juntos. Y juntos hicieron carne sus deseos en cada período de vacaciones. Esos paréntesis laborales los aprovecharon para viajar en bicicleta o moto para conocer otras tierras y personas. Jorgelina relató a El Ciudadano que dos hechos terminaron por decantar en la idea de ir por más y vivir viajando. Nada menos que los dos extremos de la existencia: el nacimiento de su hijo Tomás y el fallecimiento de un familiar muy cercano. “El día que te toca irte de este mundo no te llevas las cosas materiales. Eso nos hizo plantear que no teníamos que esperar más, que era nuestro sueño y teníamos que cumplirlo. A fines de 2014 decidimos hacerlo y un año más tarde pudimos concretarlo”, señaló.
Diego contó que renunciaron a sus profesiones. Y no fue triste. Él es preparador físico y ella, licenciada en Tecnología de Alimentos. Además de trabajar cada uno en sus oficios, compartían un negocio de lavandería y tintorería en la ciudad de San Lorenzo. “Económicamente teníamos todo, pero trabajábamos de lunes a sábados de 7 a 22, no disfrutábamos ni de nuestro hijo”, describió el contexto, para otros normal, que los llevó a un punto de inflexión.
“Siempre decíamos que si ganábamos el Quini 6 nos íbamos a comprar un motorhome», recuerda Diego. El azar no lo hizo, pero sí su esfuerzo: «Eso no pasó, pero tras seis meses de búsqueda lo encontramos, lo compramos y reformamos el interior nosotros en los pocos tiempos libres que teníamos”, explicó Jorgelina.
Más de 16 países recorridos
El 22 de enero de 2015 salieron del Monumento a la Bandera para comenzar el periplo: de Ushuaia a Alaska. “Teníamos varios lugares anotados que queríamos conocer y visitar. Fuimos hasta Ushuaia y desde allí comenzamos a subir. Recorrimos la ruta 40, pasamos por Chile, Bolivia, Perú, Colombia y así toda América del Sur. “Cada país lo hemos recorrido casi en su totalidad, nos estamos moviendo todo el tiempo, porque tenemos la casa a cuestas», dijo Diego.
Jorgelina insiste en que lo más gratificante es conocer otros paisajes y sobre todo culturas. Relacionarse con personas que viven diferente. La pareja coincide en nombrar a Colombia, Costa Rica y Honduras como los países que más los sorprendieron.
Los lugares los recorren por motivación propia o por recomendación de la mismas personas que se cruzan en este viaje infinito. “Generalmente, estamos pocos días en cada sitio y nos pasa que la gente muchas veces nos invita a sus casas”, relataron con un unísono agradecimiento por esa generosidad. “Cuando salimos, teníamos el miedo a los robos o a la inseguridad, pero nos encontramos con mucha solidaridad. Algunos nos dejaron hasta las llaves de sus casas habiéndonos conocido apenas un día antes”, puso como ejemplo Jorgelina.
Estacionarse con el motorhome es más fácil de lo que se puede imaginar, dicen. En la mayoría de los países que visitaron no necesitaron permisos. Muchas veces lo hicieron en una plaza o en el estacionamiento de un shopping o supermercado.
EL covid metió la cola en México
La familia está hoy en la ciudad de La Paz, en el estado mexicano de Baja California, limítrofe con los Estados Unidos. “Estamos en medio del desierto con 45 grados a la sombra”, lamenta Diego el lugar donde la pandemia, paradójicamente, congeló su plan de viaje.
Por México viajan desde hace dos años. Jorgelina tuvo un desprendimiento de la retina en un ojo, lo que la obligó a someterse a varias cirugías y numerosas consultas médicas. Por eso habían retrasado el cruce a Estados Unidos. Cuando se disponían a hacerlo, llegó el coronavirus y los paralizó a ellos junto con todo el mundo.
“De estar 15 días, pasamos a quedarnos cinco meses”, resumió la mujer. El calor hizo imposible vivir en el motorhome, y de nuevo la solidaridad les llegó: una vecina les prestó temporalmente una vivienda.
Educación remota antes de la pandemia
Tomás cumplirá seis años el próximo 26 de agosto. No conoce otra vida que la de los viajes. Sus padres buscaron la manera de que tenga una educación formal. “Este año empezó preescolar. En la Argentina existen dos sistemas de educación a distancia legales, por medio de los exámenes con que pasan de año a año, los niños viajeros llevan adelante su educación formal a través de los niveles que contempla la Ley de Educación Nacional: por el Ministerio de Educación de la Nación (SEAD) y a través del Ejército Argentino (SEADE), que es el que elegimos para la educación de Tomás”, explicó Jorgelina. Agregó que es una forma de educación que suelen utilizar mucho los actores o deportistas que por sus trabajos están viajando constantemente fuera del país.
La plataforma digital tanto del Ministerio de Educación como del Ejército cuenta con programas y asistencia tutorial de docentes. “Igual, ahora estamos como todo el mundo, aprendiendo a distancia”, se río la mamá de Tomás.
De las artesanías y alfajores a las redes
Diego y Jorgelina solventan su sueño con el turismo, vendiendo artesanías y alfajores de chocolates rellenos de dulce de leche que ellos mismos elaboran. Cuando no lo pueden hacer en playas o zonas veraniegas se instalan frente a supermercados o shoppings. El sars-cov-2 termino con eso, por el momento. Y se reinventaron en las redes sociales. Armaron un canal de YouTube, Creciendo en el Camino, que ahora es el eje de su sustento económico. “Siempre lo tuvimos, pero no teníamos el tiempo de dedicarnos. Ahora nos pusimos a actualizarlo. Necesitamos muchos suscriptores, como en las redes sociales, para atraer anunciantes”, explicó Jorgelina sobre la fuente de ingresos obligada por el virus.
Con el coronavirus como pandemia y en la quietud de no poder seguir viajando surgió otro proyecto: Viajeros Recorriendo América. “Es un proyecto que creamos nosotros, una red de contención y ayuda a las personas que quieran recorrer el mundo”, resumió Diego.
De la caldera en La Paz, a Alaska
La frontera con Estados Unidos se encuentra cerrada, pero la idea es llegar a Alaska entre julio y agosto del año que viene, la elección de los meses tiene que ver con las bajas temperaturas del país destino. La pareja relató que tenían como meta en dos años llegar a Alaska desde el inicio de su viaje pero entre las operaciones y la pandemia, el periplo se vio truncado. “Igual después no sé si volveremos a Argentina o cruzaremos al continente europeo”, dejó entrever Diego.