Hay algo que ocurre con quienes se sienten admiradores de Kurt Vonnegut, de su obra, y es que ejerce un poder casi hipnótico con sus fabulaciones ancladas en lo más vívido y profundo de su experiencia. Porque, ¿qué otra cosa que relatos desproporcionados y emblemáticos de la existencia que llevó su autor son las novelas de este escritor norteamericano? Mucha imaginación y un humor corrosivo de alto nivel le permiten ver entre los pliegues de una realidad siempre amarga; habitante y escritor en un país patotero y de moral torcida como Estados Unidos, Vonnegut encara la tarea de derruir cada uno de esos valores en que se ha erigido esa nación.
Hocus pocus –que tranquilamente podría tener como banda de sonido el tema homónimo de la banda holandesa Focus– es su anteúltima novela y hay allí un back extraordinario de memoria junto a un ejercicio de escritura sutil y conciso para transmitir momentos emblemáticos de un itinerario que incluye su incursión como soldado en Vietnam, su trabajo como profesor, sus amores pasados, su ya crecida intolerancia hacia un país –su país– que exhibe rasgos identitarios de codicia, rapiña e intolerancia –racismo, clasismo– que complican todo intento de sobrevivir dignamente sin verse salpicado por acciones o rasgos de ese tipo. En la escritura de Vonnegut hay un carácter pesimista y anárquico que se cuela en elaboraciones tan satíricas como simbólicas; se corren los límites de las apariencias y lo extremista deviene en fantástico y lo ideológico en convicción, dando por sentado que todo puede ocurrir en esas historias encantadas.
Paisaje lleno de tensiones
En Hocus pocus, a un docente veterano de Vietnam que lleva adelante la misión de alfabetizar a reclusos en una prisión de máxima seguridad se lo acusará de ser autor intelectual de una fuga de internos y de un masivo asesinato. Con un nombre como a los que Vonnegut le gusta para sus personajes, el Eugene Debs Hartke de Hocus pocus será encarcelado en una biblioteca donde escribirá fragmentos intentando dilucidar prejuicios y amenazas de todo tipo en un país que está desmoronándose en un futuro de la novela –2001– que en su actual lectura ya es pasado. Pero resultó premonitoria de un Estados Unidos donde parte de lo descripto en 1990 –año en que salió Hocus pocus– está pasando ahora y desde hace rato: alarmante uniformidad de pensamiento, una decadencia cultural pronunciada ante la desmesura de la industria del entretenimiento o la distracción, el mundo entero como un campo de pruebas para un gobierno que se ha decidido más por el error que por el ensayo y que Vonnegut, en una certera interacción entre ficción y autobiografía, convierte en un paisaje lleno de tensiones donde la demencia convive con el aire circunspecto de la academia o la imbecilidad con una rápida (in)justicia lamiéndose los labios por condenar inocentes. Persiste en Vonnegut –hasta su última novela Timequake– un diestro manejo de la acción en sus historias, donde siempre parece estar comentando esas instancias más que describiéndolas, lo que vuelve rotundamente real lo insólito o lo incomprensible. Tal destreza técnica alcanza en Hocus pocus una nitidez apabullante al mismo tiempo que pone en jaque cualquier fórmula consagrada en pos de un tour de force más paradójico, en terrenos que podían situarse en el libre albedrío o en la fuerza irracional de los inimputables como dos aliados indispensables de sus obras.
Partes de un todo
Vonnegut es como un diestro acompañante que dice: pasen y vean y cuenta ahora en boca de su protagonista con cuántas mujeres se acostó o cuántos vietcongs liquidó como constatación de un pasado que se impone ante cualquier resistencia, el pasado más o menos apabullante que todos llevan encima, apañado por un estado de cosas que el poder de turno faculta. De este modo, en Hocus pocus es posible encontrar otra vez un Vonnegut filoso que construye un relato con retazos, con partes de un todo donde late una potencia extremista para describir los tips con que fue armada una sociedad –pero también una civilización– y donde personajes y acciones son fuertemente vívidos en su indeclinable caída, a los que tal vez sólo el arte les permita sobrevivir cómo náufragos. De la única responsabilidad de la que parece dar cuenta el autor a través de su atrapante escritura, es la de ser capaz de tensar cualquier cuerda vadeando los géneros con la libertad de un vuelo propio y hasta alturas insospechadas. Una vez que se ha leído el primer libro de Vonnegut se va irremediablemente por el resto de su obra. Puede empezarse por cualquiera, Hocus pocus es una excelente entrada.