Cada 16 de septiembre se recuerda el inicio de la autodenominada Revolución Libertadora, el golpe de Estado por el que se destituyó al presidente Juan Domingo Perón durante su segundo gobierno. Es habitual que al hacerse referencia a este período, que se extendió desde 1955 hasta 1958 cuando Arturo Frondizi asumió la Presidencia de la República, se lo considere como un bloque monolítico, sin fisuras o tendencias internas. Claramente no fue así, toda vez que hubo dos líneas nítidamente distinguibles. Una, encabezada por el general Eduardo Lonardi, que podría denominarse como nacionalista, pese a que algunos señalan que su jefe no lo era al menos de manera categórica, asumiendo más las formas de un militar profesional alejado de definiciones políticas. La otra, cuya figura será el general Pedro Eugenio Aramburu, denominada clásicamente como la línea liberal. Como un tercer personaje, con protagonismo propio y más allá de ambas líneas, algunos historiadores ubican al almirante Isaac Rojas.
Reunión en un crucero
Tras unos días de incertidumbre, el 19 de septiembre Perón redactó una nota que dirigió ala Junta Militarque lo asesoraba, leída ese mismo día por cadena nacional de radio, por la cual si bien no renunciaba ala Presidenciaponía a consideración su eventual alejamiento del cargo en pos de una pacificación del país.La Juntala interpretó inesperadamente como una renuncia al cargo, lo cual enojó al propio Perón quien habría manifestado, lógicamente, que si hubiera sido su intención dimitir al cargo, entonces lo habría hecho directamente ante el Congreso nacional como marcala Constitución. Locierto es que a partir de ese día se desencadenaron los hechos que culminarían con el exilio del ex presidente durante casi dieciocho años.
Pero el 20 de septiembre tuvo lugar un suceso mucho más importante desde el punto de vista institucional, aunque menos conocido. A bordo del crucero 17 de Octubre luego rebautizado General Belgrano (el mismo que hundirían los ingleses en 1982) se reunieron los altos mandos militares leales al gobierno junto con los amotinados. Según nos relata Fermín Chávez “en el acta firmada ese mismo día, a bordo de dicha nave, el general Lonardi se comprometía a respetar varios puntos fundamentales de la realidad que heredaba. Dos de ellos expresaban «el imperio dela Constituciónvigente dentro del concepto de la más amplia libertad y orden» y también que «se mantendrán incólumes todas las conquistas obreras y sociales, dentro de una disciplina de trabajo que incremente la producción»”.
Un peronismo sin Perón
Lonardi se puso al frente de un sector del antiperonismo que en realidad acordaba con buena parte del programa transformador de la realidad nacional llevado a cabo en la última década, pero que difería con ciertos aspectos más formales que esenciales. Un sector importante, por otra parte, se había volcado a esta alternativa un tanto utópica de un peronismo sin su líder a raíz del enfrentamiento entre el gobierno yla Iglesia, sorpresivamente desencadenado en los últimos meses y hábilmente explotado por el otro sector del antiperonismo, el que complotaba desde 1946 por disentir más con las esencias que con las formas.
Como militar nacionalista, Lonardi y su grupo no podía menos que apoyar muchos aspectos de la política industrialista del peronismo, que incluía obviamente una política de equipamiento de la defensa nacional simbolizada en la construcción de los aviones a reacción Pulqui I y Pulqui II, y el aprovechamiento de la energía atómica. Y como católico no veía con desagrado aspectos consagrados enla Constituciónnacional de 1949, como por ejemplo la función social de la propiedad privada, la consagración de los derechos sociales de los trabajadores y el rol de los sindicatos. De ahí el acta firmada el 20 de septiembre como ideario de su gobierno y que durante su breve interinato nombrara al frente del Ministerio de Trabajo a un ex abogado dela Unión ObreraMetalúrgica, tendiendo puentes conla CGT.
Como nos dice María Sáez Quesada, “Lonardi, inspirado en el concepto «ni vencedores ni vencidos», quería retomar el país como lo habían dejado diez años de peronismo, y corregir el rumbo con honestidad y buena voluntad. Aramburu aspiraba a volverlo a fundar negando en bloque lo sucedido en esa década”.
Aramburu al poder
En efecto, a juzgar por cómo se desarrollaron los acontecimientos, muchos sostienen que a poco de haber jurado Lonardi como presidente provisorio el otro sector dela Revolución Libertadora, juzgando que los nacionalistas ya habían ejecutado la parte que les correspondía, básicamente voltear a Perón, debían dejar paso a quienes se sentían como los verdaderos dueños del movimiento.
Ese paso se cumplió a escasos dos meses, el 13 de noviembre, cuando el sector más antiperonista obligó a Lonardi a alejarse del poder. Se le atribuye la frase: “Yo no me voy; ustedes me echan”. Es posible que ahí comprendiera el triste papel que otros, que conspiraban desde hacía una década, le habían asignado de antemano a él y su sector.
Con Pedro Eugenio Aramburu enla Presidencia, e Isaac Rojas en la vicepresidencia, las cosas terminarían por aclararse en varios aspectos. En abril de 1956 un bando revolucionario declaró, lisa y llanamente, nula la reforma ala Constituciónnacional de 1949. Y en junio, se fusiló a decenas de militares y civiles comprometidos en un contragolpe de inspiración peronista.
Abogado, docente de la Cátedra de Historia Constitucional Argentina en la Facultad de Derecho de la UNR.