La Orquesta Sinfónica provincial de Rosario se encuentra cerrando una temporada exitosa que la volvió a encontrar entre las más importantes formaciones de la Argentina. Para que la fiesta sea completa realizará su clásico concierto de fin de año en el Monumento a la Bandera, uno de los más esperados por todos los rosarinos.
Bajo la dirección del maestro David del Pino Klinge, la presentación contará con la participación especial del cantautor Jorge Fandermole y el violinista Leandro Curaba.
La Sinfónica provincial de Rosario se presentará este sábado a las 21 en el Monumento Nacional a la Bandera. La entrada será libre y gratuita. El acceso para el público se realizará por las calles Buenos Aires y Juan Manuel de Rosas.
La orquesta interpretará obras de autores latinoamericanos que, según el propio director en diálogo con El Ciudadano busca hacer, desde la música, “algunas insinuaciones en lo social y lo político”.
En el marco de una extensa entrevista con este medio, Klinge uno de los más destacados representantes de la dirección en Latinoamérica que hoy se encuentra al frente de la Orquesta dependiente del ministerio de Innovación y Cultura, opinó que “la música y los músicos” siempre pueden dar su opinión “aunque no abramos la boca”, dijo. Y destacó: “Tenemos a disposición mucha música y creaciones para decir «divirtámonos y bailemos pero también pensemos un poquito y recordemos»”.
—Este concierto es emblemático para la orquesta porque logra aproximarse a un público no habitual. ¿Cómo lo pensó?
—Esta es una tradición larga no solamente en la orquesta de Rosario sino a nivel mundial. Salir del espacio solemne del teatro le hace bien a todos los involucrados: a la orquesta como institución, a los músicos como individuos, y al público que tiene la oportunidad de acercarse a un espectáculo que es minoritario a pesar de que, cada quince días, unas dos mil personas nos pueden ver en el teatro El Círculo. La música clásica, bella, atractiva, educativa y reconfortante para el espíritu, no es –sin embargo– un espectáculo masivo, salvo en casos como estos.
—¿El programa se adapta al espacio?
—En el teatro invitamos, cada dos semanas, a un público que tiene el hábito de esta música. Allí hacemos obras que requieren una concentración especial. Podemos programarla porque sabemos que es un público habituado a eso. Cuando una orquesta toca para públicos menos expertos debe elegir música accesible que no es sinónimo de mala u ordinario. La música puede ser ligera y muy atractiva, ser muy fina, estéticamente de alto nivel, y muy bella. Es lo que tratamos de hacer. Este año quería un festival latinoamericano donde suene música de diferentes países. Elegimos obras con contenido.
—¿Cuál es la temática preponderante de esta selección?
—Tenemos algunas insinuaciones a lo social y lo político. Hay dos obras que hablan de nuestras culturas originarias: una del peruano Alomías Robles (“Himno Al Sol”), que es una especie de descripción de cómo nació el Imperio Inca y otra del compositor argentino (Juan Bautista) Massa que se llama “Muerte Del Inca”, y es un homenaje a los que estaban en estas tierras antes de que llegaran nuestros tatarabuelos desde Europa. Esa obra habla de la tortura, del dolor, de la prisión. Después dirigiré una obra basada en las canciones de Víctor Jara (“Víctor Jara sinfónico”) del compositor chileno Carlos Zamora que hizo esta suite para coro, una voz, y orquesta.
—¿A quien eligió para ser la voz en esta suite inspirada en Jara?
—A Jorge Fandermole. Lo invitamos porque la obra está pensada para una voz no lírica sino que sepa manejar lo popular, la canción con texto y con mensaje. Será uno de los platos fuertes, con mucho contenido, de la noche.
—Jara representa a una generación de compositores muy comprometidos con lo social…
—Yo creo que la música y los músicos siempre podemos dar nuestra opinión aunque no abramos la boca. Tenemos a disposición mucha música y creaciones para divertirnos y bailar pero también pensar un poquito y recordar”.
—¿Qué otros autores sonarán esa noche?
—Habrá mucha música sinfónica de diferentes partes como la “Margariteña” de (Inocente) Carreño, una especie de himno no oficial sinfónico de Venezuela, una obra muy linda y con diferentes ritmos y colores; de México sonará una obra del gran compositor Silvestre Revueltas que también tiene mensaje y que se llama “Janitzio”. En ella el compositor pretende despintar –y eso lo consigue con sonidos disonantes– estructuras clásicas o populares. Trata de romper una esclavitud de cómo debería sonar el conservadurismo. Cerramos con “Conga Del Fuego” del mexicano Arturo Márquez una música feliz, una fiesta latinoamericana.
—¿Cuál es el balance que hace de esta temporada que concluye?
—Con el riesgo de caer en el conformismo o decir “qué bien lo hicimos”, pero con la conciencia de lo que todavía falta por hacer, debo decir, sin embargo, que la orquesta hace avances notables desde el punto de vista musical. En el repertorio, este año, tocamos obras increíblemente exigentes y se realizaron con excelente nivel. Es el caso de la Sinfonía N°5 de (Gustav) Mahler, el Concierto para Orquesta de (Béla) Bartók, el Don Juan de Richard Strauss que es una de las obras más virtuosas para orquestas nunca antes escritas. Esa misma obra la tocamos con mucho éxito en el Centro Cultural Kirchner en Buenos Aires. Todo eso y mucho más en una sola temporada. El público nos acompañó con gran entusiasmo. Es un excelente balance y una línea de crecimiento que sigue hacia arriba.
—Llegó a esta institución hace dos años con la meta de llevar la música a los más chicos y a públicos no habituales. ¿Qué revisión hace a un año de concluir su mandato?
—En lo que refiere a los nuevos públicos el resultado fue magnífico pero ahí el mérito es muy compartido con todos porque la orquesta hace muchos años que venía haciendo ciclos didácticos. Cada nuevo director lo que hace es refrescarlos, traer nuevas ideas y libretos. Este año llegamos a 13 mil niños y a eso hay que sumarle las giras provinciales que el Ministerio organiza por diferentes localidades. Yo quisiera hacer más pero el año tiene diez intensos meses de trabajo con dos óperas anuales en el medio y temporadas de conciertos.
—¿Cuáles son los proyectos para el 2018?
—Continuaremos con el ciclo Mahler, haremos la “Novena Sinfonía” de Beethoven y recibiremos a varios directores interesantes que pueden llegar a ser parte del futuro de la orquesta. El panorama es especialmente variado tanto en repertorio como en invitados. Y seguirán las actividades de siempre que son la copa del helado. La cereza es, para mí, los conciertos en El Círculo que me parecen fantásticos y los disfruto muchísimo. Pero una cereza no es lo mismo que un vaso repleto de helado. El helado es la visión social, es la columna vertebral de cualquier orquesta aunque ella fuese particular. En este caso, una orquesta del Estado, tiene la obligación de llegar a la mayor cantidad de público posible; darle una importancia prioritaria a lo educativo; y darles espacio a los creadores nacionales, porque si una orquesta no les abre las puertas a ellos va contra la creatividad musical. Las orquestas que no abrieron esas puertas no crecieron. La Sinfónica de Rosario está cumpliendo con las tres tareas.