Un día entre 2008 y 2014 Jorge Ruiz, de 60 años, paró a una prostituta en la calle 1 y le hizo un pedido singular. En el rostro del hombre se pintaban unas ojeras que denotaban varias noches sin dormir. Ambos se conocían del barrio: ella porque “trabajaba la zona”, él porque vive en una casa de 1 entre 61 y 62, lindera a un hotel de alojamiento.
“Te pido por favor que cuando no vayas al telo, no pidas la habitación 22 o por lo menos no griten tanto”, le rogó en un susurro. La mujer, con una sonrisa condescendiente, le contestó: “No puedo Jorge, me pagan para eso”.
La historia, real, tiene una razón y tres “capítulos”, que fueron revelados por el vecino, quien se presentó ante la Justicia como víctima de un martirio. El inicio fue en 2008, cuando el protagonista se despertó por los ruidos que escuchaba a través de las paredes de su cuarto, que provenían del otro lado. Eran taconeos, gemidos y hasta los golpes de la cabecera de una cama, del otro lado de la pared.
Asimismo, “en reiteradas oportunidades me encontré con preservativos usados o ropa blanca que se les caía desde la terraza. No la tiran a propósito, pero no hacían nada para cambiarlo”, aseguró.
Ruiz soportó el calvario por algunos días, hasta que no pudo más. “Fui a decirles a los dueños del lugar, pero me contestaron con gritos e insultos. Y después la cosa empeoró, porque armaron el lavadero que da justo a mi living”, le dijo a este medio.
Entre los sonidos de los clientes manteniendo relaciones sexuales y el estruendo de las máquinas que lavan las sábanas y fundas usadas, vivir en la casa se hizo “prácticamente imposible”, aseveró. Intentó con una denuncia en la Municipalidad y dos inspectoras que “estuvieron cinco minutos” le dijeron “no sabemos cómo podés vivir acá adentro con estos ruidos, es como si pasara un subte”, manifestó.
Después de ese requerimiento, nada cambió. Entonces, en 2014 comenzó el segundo capítulo. A Ruiz, que es empleado administrativo, le tuvieron que modificar el horario de trabajo “porque me quedaba siempre dormido”, resaltó. Además, el asunto le trajo problemas de salud. Ese año tomó acciones legales contra los dueños del albergue. Contrató un abogado y demandó a los titulares del hotel. La causa recayó en el Juzgado Civil y Comercial N°17 de La Plata, a cargo de Sandra Nilda Grahl. En ese proceso, que contó con el trabajo de expertos, agentes municipales y profesionales, “hasta la jueza vino a mi cuarto a comprobar lo que había denunciado”, refirió.
Como se trata de un departamento de 40 metros cuadrados, el damnificado se ve imposibilitado de mudar su habitación a otro sector. “No tengo margen, es un baño, una cocina, la pieza y el living”, indicó. En tanto, remarcó que la habitación 22 “es la más a mano que tienen porque está cerca de la entrada, es la más ocupada. No paran nunca. Tampoco con el lavadero, por todo el movimiento que hay”.
En ese sentido, describió que “las máquinas de centrifugado están detrás de una pared de 20 centímetros de ladrillo y cemento. Pero las medianeras tienen los revoques de conchilla y barro, además de ser muy viejas”. Por ese motivo, Ruiz escucha “hasta las conversaciones” que se dan entre medio de un acto sexual.
La tercera etapa del relato es la más reciente. La Justicia determinó que deberá indemnizarlo con 700 mil pesos por afectar su salud y resolver el problema de los ruidos molestos. “Con la sentencia me siento más tranquilo, es inevitable que hagan algo ahora para mejorar la situación”, expresó. Y, en tono de broma, añadió: “Ayudan las pastillas que me da la psiquiatra también”.
Un fallo inédito
Para Ezequiel Grasso, abogado de Ruiz, se trata de un fallo con características inéditas en la justicia platense. En esa línea, explicó que “más allá del monto de la indemnización, que es relevante por ser una causa de ruidos molestos, quedó probado el problema de las vibraciones que generaban las máquinas de lavado del hotel, que además funciona las 24 horas durante todo el año.”
También fue importante que “en el fallo se citó a la Organización Mundial de la Salud, que pondera la el derecho a la salud de cada ciudadano. Quedó probado en el expediente que a raíz de su estado de estrés grave y de somnolencia constante, estuvo sin dormir por años”, remarcó. Por otro lado, detalló que “en la Ciudad tenemos varios tipos de estándares en cuanto a la tolerancia de ruidos por zona, y en este caso, dentro de la casa de Ruiz el porcentaje superaba al permitido”.
En la actualidad, finalizó Grasso, “nos encontramos con la ejecución de sentencia. La otra parte nos advirtió que han mudado el lavadero y nosotros hemos pedido que los multen porque la sentencia de Cámara que ratificó el fallo es de agosto del año pasado no se había cumplido. Y la suma económica, que la siguen incumpliendo”, indicó el abogado.
Fuente: El Día