El sentido común dice que si uno conoce sus derechos puede exigir que se respeten. Pero esa lógica es contraria a la que suele impartir la Policía en los barrios populares cuando requisa o hace razia de jóvenes. Tan contraria que, a veces, por conocer sus derechos los pibes son sometidos a las peores prácticas. Ayer, un adolescente de 17 años denunció que efectivos del Comando Radioeléctrico lo torturaron dentro de una comisaría luego de detenerlo a metros de su casa por “desacato a la autoridad”. Su delito fue no tener el documento encima y –ante la exigencia de los uniformados– contestar que ninguna ley lo obligaba a portarlo.
“Me agarraron del cuello, me dijeron: «Zurdo de mierda te vamos a enseñar tus derechos en la comisaría», me subieron al patrullero y me llevaron a la seccional 14ª”, contó Enzo F., de 17 años, todavía traumatizado. Luego dijo que lo golpearon entre los dos uniformados, uno lo sostenía y el otro le pegaba, mientras el resto de los agentes de la seccional se reían y burlaban de él.
“Me desnudaron, me amenazaron con violarme, me rompieron los lentes a golpes, me arrancaron y robaron la cadenita de oro y las pulseras. Y todo el tiempo me repetían que eso me pasaba por zurdo, por comunista y que por eso iba a terminar como Santiago Maldonado. Si mi papá no llegaba a la comisaría me mataban”, contó.
Gritos «desgarradores» de un hijo
El relato de Martín, su papá, es igual de estremecedor. En diálogo con El Ciudadano contó que a su hijo lo detuvieron ilegalmente en la esquina de su casa de barrio Villa Urquiza, en zona oeste, porque se acercó cuando los policías requisaban a dos amigos suyos. Martín dijo que su hijo Enzo es militante social igual que él, que está educado con valores solidarios y no anda en la joda. Que por eso se acercó a los uniformados a decirles que esos pibes vivían en la cuadra, eran menores, iban a la escuela y no eran delincuentes. Pero lo que siguió fue una pesadilla. Porque los efectivos le dijeron que se vaya y como se quedó mirando, se la agarraron con él, y le exigieron el documento. Cuando el adolescente les contestó que no lo tenía, y que tampoco tenía la obligación de llevarlo encima, lo agarraron del cuello y se lo llevaron preso. Atónitos quedaron sus dos amigos, quienes al ver que se llevaban a Enzo dentro de un patrullero a toda velocidad, corrieron a avisarle a su padre.
“Apenas entro a la comisaría 14ª, escucho los gritos desgarradores de mi hijo, lo escuchaba llorar y gritar que dejen de pegarle, que era menor. Fue una situación que nunca en mi vida pensé que podía vivir, me agarró un ataque de nervios y empecé a los gritos para que dejen de pegarle. Dos mujeres policías se metieron adentro para avisarle a los que le pegaban que estábamos los padres afuera. Cuando pregunté por qué mi hijo, menor de edad, estaba detenido, me contestaron: «Por zurdo y porque no quiere a la Policía, por eso lo trajeron»”, recordó Martín.
Pero la pesadilla estaba lejos de terminar. Porque su hijo continuó privado de la libertad en esa seccional hasta que le avisaron que lo iban a trasladar, por cuestiones de jurisdicción, a la seccional 32ª y sin explicarle el motivo de la detención. Según Martín, vio pasar a Enzo todo golpeado cuando lo cambiaron de comisaría, traslado que realizaron los mismos dos efectivos del Comando Radioeléctrico en el móvil 7844. Y los mismos dos uniformados se tomaron cerca de tres horas para redactar el acta, tiempo en que su hijo continuó incomunicado. Finalmente, lo acusaron de “desacato a la autoridad”. Cerca de la medianoche llegó el médico policial, quien constató «solo un raspón» en el pómulo, dijo Martín.
“Le desfiguraron la cara. Tenía golpes en la cabeza. Le rompieron los anteojos. Le dijeron un montón de barbaridades, que lo iban a violar, lo hostigaron todo el tiempo. Tuvimos que llevarlo a un sanatorio privado a la madrugada. Nos falta ver a un oftalmólogo porque no ve bien de un ojo y se quedó sin lentes”, lamentó Martín, quien dijo que presentó una denuncia por violencia institucional en Asuntos Internos y en el Centro de Denuncia Territorial (CTD).
“Estos mecanismos parecen prácticas de otros tiempos”, dijo el hombre en referencia a la última dictadura militar y resaltó que junto a su hijo militan en Luchadores Independientes Organizados (LIO).
“No es fácil para mi hijo. Está muy preocupado, nervioso, exaltado. Lo vamos a llevar a que lo vea un psicólogo. Nunca antes había estado en una comisaría y menos bajo esos hostigamiento», concluyó.