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Derechos y riesgos en el negocio de medicamentos

Uno de cada cuatro medicamentos vendidos en las farmacias es de venta libre, mientras que uno de los tres restantes se vende sin receta, por lo que los especialistas destacan la importancia de diferenciar entre los conceptos de automedicación y autoprescripción, ya que esto último representa un riesgo para la salud.

Desde la Cámara Argentina de Medicamentos de Venta Libre (Capemvel) aseguraron que “la automedicación es un derecho” mientras que “la autoprescripción, un riesgo sanitario”.

“Los dos términos refieren a situaciones absolutamente diferentes. Cuando una persona reconoce una situación manejable y leve como un dolor menstrual, hongos en los pies o pediculosis, puede a conciencia adquirir y utilizar un medicamento de venta libre. Lo que es riesgoso es comprar sin receta medicamentos cuya condición de venta es bajo receta médica, normalmente destinados a tratar patologías más complejas o crónicas, que requieren de la supervisión médica”, explicó Jimena Worcel, asesora científica de Capemvel.

Un estudio de la consultora IMS indica que uno de cada cuatro medicamentos que se venden en la Argentina es de Venta Libre, mientras que se estima que uno de cada 10 pesos gastados en medicamentos en el país es para estos productos. Es decir, de acuerdo al estudio, por año se gastan en el país 10.900 millones de pesos sólo de comercialización libre.

Sin embargo, según explicó Juan Manuel Santa María, director de Consultoría y Servicios de IMS, Argentina está muy por debajo del promedio de la región. “Los medicamentos de venta libre son los primeros en caer cuando hay crisis. Por eso, son un buen termómetro de la economía”, afirmó el directivo.

Por su parte, Worcel destacó que los medicamentos de venta libre “conforman un grupo de productos que no requieren de la presentación de una receta para ser adquiridos”.

“Es una condición de expendio aprobada por el Estado y destinada al tratamiento sintomático de padecimientos menores, ya que el Estado entiende que van a ser utilizados en situaciones en donde la persona autoreconoce lo que le sucede y comprende el uso correcto de este grupo de medicamentos, además de que han demostrado ser confiables y presentar un amplio margen de seguridad en su uso”, expresó la asesora de Capemvel.

En este contexto, es importante diferenciar el concepto de automedicación, en el que el individuo elige libremente y a conciencia utilizar un medicamento de venta libre para una afección conocida leve, del de autoprescripción, que representa la adquisición de un medicamento de venta bajo receta sin la correspondiente indicación del médico.

El código penal prevé sanciones para los farmacéuticos que vendan un medicamento prescriptivo sin pedir la presentación de la receta, pero en la práctica, éstas son situaciones muy complejas de probar.

Si bien la receta común de los medicamentos de prescripción queda en la farmacia cuando hay un descuento por obra social, el único caso en el que el establecimiento debe conservar copia de la misma es en el de los medicamentos de venta bajo receta archivada: la del producto y un duplicado.

Ese expendio debería quedar asentado en un libro. Sin embargo, en la generalidad de los casos esto no se realiza.

Al respecto, Worcel afirmó que “la comunidad debería cumplir un rol maduro y adquirir sólo los medicamentos de venta bajo receta que un médico le haya prescripto, y por el tiempo que lo haya indicado”.

En ese sentido, la especialista destacó los riesgos. “Supongamos, por ejemplo, que una persona padece de insuficiencia cardíaca: se le empiezan a hinchar las piernas porque comienza a estar edematizada, concurre a la farmacia y compra un diurético (todos, de venta bajo receta), y se lo expenden sin receta. Lo toma y el diurético le baja la presión y el ritmo cardíaco de tal modo que el corazón no puede responder y le provoca un infarto o un accidente cerebrovascular por falta de irrigación cerebral”, graficó.

Worcel comentó que situaciones de este tipo “no deberían suceder y sin embargo ocurren a menudo, es un tema complejo que debe ser abordado y discutido en profundidad”.

Todos los prospectos de los medicamentos de venta libre (MVL) incluyen la información del producto y de cómo éste debe utilizarse, así como del período recomendado de uso, dosificación y cantidad de tomas diarias, aclarando también que si a partir de cierto momento no se ven resultados o está empeorando el síntoma, se debe consultar a un médico.

Por tal motivo, el Estado reconoce que el usuario se encuentra capacitado para determinar a conciencia qué le acontece y cómo aliviar un síntoma menor y que le resulta familiar, sin la necesidad excluyente de la indicación médica.

Algunos cuestionamientos surgen con relación a los procesos de aprobación de los medicamentos de venta libre. “En general, la aprobación en primera instancia no suele ser en esta categoría, sino que se trata de productos que se han comercializado bajo receta durante un tiempo prudencial y recién después de varios años en el mercado, la autoridad sanitaria puede considerar que pasen a la categoría de venta libre”, afirmaron desde la Cámara.

El Estado, a través de la Anmat, se encarga de todos los controles: aprueba el medicamento de venta libre, le da un certificado y lo registra, entre otros procesos. En la evaluación, analiza cuestiones muy técnicas relacionadas con aspectos de seguridad y comprensión para el futuro usuario, qué tipo de información del producto va a tener el medicamento en la calle, aprueba el contenido del prospecto y del estuche, y luego chequeará –si corresponde– la autorización de un primer lote, entre otros procedimientos.

“Todo lo que tiene que ver con la cadena de elaboración de los medicamentos de venta libre está absolutamente regulado y controlado por la autoridad sanitaria”, insistió Worcel.

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