Ni siquiera la reacción indispensable para dar un paso adelante después de un duro golpe. Nada de rebeldía. Escasa actitud. Y de juego, apenas una intención sin eficacia. Probablemente el plantel de Newell’s no haya logrado sacarse de encima el peso de la derrota ante Central.
El apuro con el que jugó en Bahía Blanca y las imprecisiones que evidenció marcan que el equipo no está tranquilo. Todo lo contrario: siente una excesiva presión por descomprimir una situación tensa con la gente por las cuatro caídas consecutivas en los clásicos. Ayer sólo agudizó las críticas y la sensación de que algo debe cambiar luego de perder por 2-0 con Olimpo.
Salvo cuando Lucas Mugni entró en acción, a la Lepra le faltó un generador de juego. Alguien que se animara a pedirla y darle un destino medianamente preciso. Daniel Mancini pasó inadvertido, Hernán Villalba abusó del pelotazo, Ignacio Scocco no entró en juego y Maxi Rodríguez sigue demasiado bajo.
El partido se abrió con un golazo de David Vega en el arranque del complemento. Y anda tan torcido Newell’s que tuvo la chance de empatarlo enseguida, pero el disparo de Maxi Rodríguez dio en el palo. Después Scocco sacó un remate que se fue alto. Y nada más. Olimpo empezó a encontrar espacios. Walter Acuña perdió una clara a los 36 minutos y la tiró afuera. Pero no falló ante la facilidad que le dio Oscar Ustari en el final y puso el 2-0. Otro cachetazo para un equipo golpeado que debe recuperarse cuanto antes.
Una nueva identidad
José Odisio
Bernardi metió seis cambios para salir de la crisis que provocó el clásico y nada cambió. Es que el problema de Newell’s va más allá de nombres. Coty Fernández era el árbol que tapaba el bosque, y la misma suerte correría el equipo si el DT deja afuera a Ustari, López o al mismo Maxi Rodríguez. El cambio debe ser más profundo y empezar con la identidad.
Hoy Newell’s debe olvidarse de Martino y un pasado añorado. Es tiempo de ponerse el overol, llenarse de tierra, salir a la cancha sin que el rival sepa la fórmula para anularlo. No importa si esa misión deba recaer sobre experimentados o pibes, esa será decisión de Bernardi. Caso contrario, la obstinación lo hará chocarse nuevamente contra la pared. Y ya duele mucho.
Un problema de la cabeza
Mariano Faurlin
Newell’s no padece un problema de sistema. Tampoco de intérpretes. No tiene que ver con la identidad ni con el estilo ni con la propuesta de juego. Es un tema pura y exclusivamente anímico. De mentalidad. De convicción. Actitudinal. Factores muy claros de percibir y sumamente difíciles de comprobar.
Algo cambió en el Parque Independencia en estos últimos dos años. Para mal, obvio. El equipo bajó considerablemente su rendimiento. Y eso que en el banco hubo cuatro técnicos distintos, todos con sus respectivas ideas e improntas. Pero nada parece funcionar.
El posclásico dejó un margen de error escaso. Y una sensación permanente de que algo debe cambiar, de la cabeza a los pies, para pensar en la recuperación.
“Se hace más difícil poder explicar todo”
“Con estos resultados se hace más difícil poder explicar todo. Hay que buscar soluciones y seguir trabajando. Es importante empezar a ganar confianza”. Lucas Bernardi sabe que Newell’s necesita salir cuanto antes de un momento complicado que se potenció con la derrota en el último clásico y con la caída de ayer ante Olimpo.
De igual forma, el DT intentó quedarse con algunos aspectos positivos de lo que hizo el equipo en Bahía Blanca. “Creo que los primeros 45 minutos se vio un equipo que estaba saliendo de un golpe duro y eso es valorable. Tuvimos el control de la pelota y el equipo fue siempre en busca de lo que quiere y del resultado”, dijo.
Y agregó: “Tratamos de formar el mejor equipo posible. La decisión de dejar afuera a Milton Casco y Diego Mateo fue porque consideraba que era la mejor opción. Me parecía que había que modificar algunas cosas y tratar de ir encontrando el equipo. Y puse los once en base a las soluciones que necesitábamos. Cada partido y cada jugador merecen un análisis diferente”.