El Porvenir fue el primer mercado en la zona norte de Rosario. Se inauguró en 1911 en el barrio Refinería, sobre avenida Avellaneda entre Grondona y French. Funcionó hasta 1970 y aún hoy se deja ver parte de su estructura original, fuertemente intervenida. Un enorme galpón en el que hoy funcionan un estacionamiento y varios locales comerciales y gastronómicos. El historiador Eduardo Guida Bria repasó los primeros tiempos de ese espacio destinado al consumo en el que varios puestos eran propiedad de Agustín Mazza, quien había sido intendente entre 1889 y 1890.
Hay pocos datos sobre lo que fue el mercado. Sí quedó en su estructura la marca de su pasado. En sus tres fachadas, tanto por pasaje Grondona como por avenida Avellaneda y calle French, figura la fecha de su inauguración: 1911. También se puede apreciar su fisionomía y, entre las rendijas del estacionamiento que funciona por French, los hierros y los vidrios que permiten reconstruir cómo funcionaba el lugar.
El 4 de octubre de 1910 la Municipalidad le otorgó permiso al «señor Fasce» para el establecimiento de un mercado de consumo en la zona norte. Se inauguró al año siguiente un 29 de octubre.
“El mercado cumplía con la función de abastecer a un amplio sector de la población que se encontraba en una zona alejada de los otros mercados, como por ejemplo el Sud (luego Central), Norte, Modelo y Abasto, existentes en esos años. Ofrecía una variada cantidad de productos: existían carnicerías, verdulerías y panaderías. Se podía elegir una buena gallina viva y la limpiaban en el momento. Muchos chicos, cuando salían de las escuelas cercanas, pasaban para ver los caracoles y peces que se exhibían. Cuentan algunos vecinos que el doctor Lisandro de la Torre solía pasar por el lugar para beber una copa junto a algunos políticos amigos”, explicó el docente e investigador.
Mazza, intendente y dueño de 24 locales
Guida Bria relata que el local estaba construido a partir de un amplio galpón estructurado sobre columnas de hierro fundido. El techo era de chapas de zinc y vidrio, y tenía tres entradas principales, dos de servicio y locales de venta a la calle.
Los puestos pertenecían a algunos comerciantes de la zona, pero el que tenía la propiedad de la mayoría de los locales a la venta era Agustín Mazza, que había sido intendente de Rosario por un corto período, entre el 21 de diciembre de 1889 y el 6 de agosto de 1890, designado por el Poder Ejecutivo de la Provincia para suceder en el cargo a otro hombre respetado, el doctor Gabriel Carrasco.
Guida Bria explica que en el escaso tiempo que estuvo como intendente, llevó a cabo una labor intensa y eficaz, como el abastecimiento de carne para la ciudad y la provincia empleando numerosa mano de obra.
A eso se sumaba el empleo de los rieles para transportar hacienda en pie, la cual una vez faenada era exportada en cámaras frigoríficas al mundo.
Aplicó un sistema de comercialización que facilitó el engrandecimiento financiero de muchos rosarinos y el propio, porque era hombre de fortuna.
Generosamente hizo traer de Italia los dos leones de mármol de Carrara ubicados a ambos lados de la entrada del Palacio Municipal.
Se hizo cargo de varios puestos del Mercado Porvenir, y así llevaba a cabo una importante tarea comercial para la época.
Casa en el centro y chalet en alberdi
Su casa familiar estaba ubicada sobre calle Rioja al 800. El prestigioso historiador Wladimir Mikielievich expresó sobre Mazza: “Otra propiedad de gran valor lo constituía un chalét de piedra y madera de cedro que hizo construir en el barrio Sorrento, hoy Sarmiento, al estilo mudéjar (conjunción del árabe y el occidental). La estructura formaba una U cuyo frente daba a la actual calle Hernández, mientras el patio interior estaba orientado hacia el Paraná”.
Aquel castillo ocupaba un predio enorme donde hoy está la Central Termoeléctrica Sorrento “B”. En la entrada tenía rejas al estilo colonial, luego un inmenso jardín con dos fuentes. En el frente se elevaba un tercer piso con una cúpula de vitraux sobre torres de madera lustrada. Disponía de dos imponentes torres que sobresalían en sus costados, una de las cuales fue destruida por un rayo, durante una tormenta y nunca más se reparó.
Tenía un gran cobertizo donde descansaban los caballos del “Tramways”, cuyo recorrido terminaba en la “Quinta de Mazza”, como se la conocía.
Además había un canal que se extendía desde el río hasta debajo del chalé, donde entraban con la lancha familiar que denominó “Pik”.
La mansión, tendrían que ver años después con el entretenimiento colectivo. Fue cuando sirvió de ámbito al llamado “Victoria Park”, en el que los bailes populares eran cosa frecuente. La quinta era lugar predilecto de reuniones sociales y de aquellas excursiones campestres tan al gusto de la época, que hoy son penas nostalgia.
Como Mazza vivía en el centro, enviaba quincenalmente un mensajero anunciando cuándo sería la próxima estadía de su familia, que integraban su esposa y varias hijas mujeres que al casarse enraizaron su apellido a familias de la elite rosarina. Sus hijos varones, Agustín y Guillermo, el menor con el sobrenombre de “El manco” por una amputación fruto de una refriega “non sancta”, siguieron rumbos distintos a los de las costumbres de las que se enorgullecían los Mazza.
Agustín (hijo) era el más responsable en sus actos y acompañaba en las tareas comerciales de su padre.
El jefe de la familia convertido en un hábil y justo empresario también se distinguía por su inclinación hacia los desposeídos de la ciudad, obra que fue continuada por dos de sus hijas casadas con los poderosos hermanos Carlés.