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Desairado e incómodo de cara al pacto social

Moyano dice haber recibido desaires de parte del presidente Macri, a quien apoyó desde antes de la primera vuelta electoral.

El acuerdo social de precios y salarios que promueve Mauricio Macri deberá atravesar un camino espinoso y sin rosas al menos en el capítulo sindical, con un movimiento obrero peronista todavía dividido y atravesado por diferencias que tienen un componente político y otro, acaso mayor, de protagonismos. En este último punto radica el principal obstáculo que tendrá el gobierno con Hugo Moyano, el mayor exponente del gremialismo con poder de daño y que mantiene con el jefe del Estado una distancia por ahora abismal, alimentada por la desconfianza mutua.

La prudencia exhibida por el camionero en los primeros días del mandato de Macri, y hasta las críticas por la devaluación y la política impositiva de la nueva administración, contrastan con la calidez que mostró el dirigente durante la campaña electoral, al compartir incluso dos actos públicos y hasta una foto junto a una escultura de Juan Domingo Perón. No fueron sin embargo las medidas que adoptó el mandatario, hasta ahora, las razones principales del distanciamiento, sino las que no tomó.

Parte de la explicación de la falta de vínculo entre ambos la dio el propio Moyano el pasado lunes por la noche en una cumbre que compartió con referentes de las tres versiones de la CGT y de la que dio cuenta este diario. Allí se descargó frente a sus colegas por lo que entiende es un destrato de Macri a pesar de los favores otorgados durante la campaña.

Las quejas del camionero se centran en tres áreas del gabinete nacional en las que esperaba tener injerencia: los ministerios de Trabajo y Transporte, y la Superintendencia de Salud. De ellas, apenas en la cartera laboral avaló el nombramiento como número dos de Jorge Triaca al ex jefe de Trabajo en la Capital Federal, Ezequiel Sabor. La designación como superintendente de Salud de Luis Scervino, en tanto, fue una concesión de Macri a toda la CGT y no sólo a Moyano, mientras que en Transporte el ministro Guillermo Dietrich frenó la nominación de cualquier aliado del dirigente.

Recolección de beneficios

En el primer caso, las objeciones de Moyano no están dirigidas tanto a Triaca como al hecho de que no pusieran en su lugar a Diego Santilli, quien pasó de proyectar un salto a la política nacional a conformarse con secundar a Horacio Rodríguez Larreta en la jefatura de Gobierno porteña. Santilli era para el camionero, admiten en su entorno, una garantía de buena relación y posibilidad de acuerdos prósperos. Así lo demostró el funcionario porteño cuando su intervención destrabó las renegociaciones de los contratos de recolección de basura en el distrito. Lo hizo en 2012 cuando ocupaba el cargo de ministro de Espacio Público.

Desde ese momento Moyano y Santilli cultivaron un vínculo –que facilitó la condición de peronista del “Colorado”– que prosperó hasta la actualidad. Incluso cuando ya había sido designado Triaca en Trabajo, el actual vicejefe de Gobierno logró colarse en la primera reunión que mantuvieron Macri y el camionero el 3 de diciembre. La delegación de Moyano en ese almuerzo exhibió sus prioridades para el vínculo con el que sería presidente: fue con su mano derecha en el gremio de choferes, Omar Pérez; con su yerno Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de Barracas Central y su portavoz en la AFA, y con Jorge Mancini, líder del gremio de la Ceamse y parte de la estructura que une al hombre fuerte de la CGT con el gobierno de la Ciudad.

La pérdida de peso de Santilli en los escalafones del PRO no sólo tuvo como consecuencia la frustración en Trabajo. Tampoco el Colorado tuvo posibilidad de incidir en Medio Ambiente nacional, donde fue designado el rabino Sergio Bergman. Cerca de Moyano admiten que no tiene vínculo alguno con Bergman y que por eso el camionero teme la pérdida de los acuerdos tejidos en los últimos años junto a Santilli.

En cuanto a Triaca, los sindicalistas más veteranos arriesgan una razón adicional del malestar de Moyano por su nombramiento. Alegan que le adjudica parte de la responsabilidad al padre del actual ministro, Jorge Alberto Triaca, el fallecido dirigente plástico y primer jefe de la cartera laboral de Carlos Menem, por un allanamiento en su contra de 1989 en el que fue hallada una bolsa con cocaína y que derivó en su encarcelamiento por 48 horas. En público Moyano siempre culpó por aquel episodio a Juan Bautista Yofre, el primer jefe de la Side de Menem, pero algunos gremialistas sostienen que Triaca aprovechó la ocasión para beneficiar a un rival del dirigente en el gremio de choferes. Aquel episodio y la desconfianza innata del camionero permiten entender mejor el desaire a la convocatoria de la semana pasada de Triaca para un encuentro amplio de ministros y sindicalistas.

En cualquier caso, tarde o temprano Moyano y Macri deberán volver a negociar, sobre todo si el mandatario quiere avanzar en su propósito de un pacto social con fecha de inicio a mediados de enero. Para entonces el camionero sabrá si cuenta con el resto de los sectores internos de la CGT de su lado, para presionar con más cohesión al Gobierno, o bien si deberá volver a la dinámica de los últimos años de sostenerse en la oposición.

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