Antes de su estreno comercial en todo el país, el miércoles por la noche se llevó a cabo en el cine El Cairo el avant première de Desbordar un film del director Alejandro Tossenberger (Gigantes de Valdés) que se introduce en el silencioso tema de los hospitales neuropsiquiátricos en Argentina.
El cineasta, quien estuvo presente durante la función, dialogó con El Ciudadano sobre el film que, en una mixtura entre relato documental y de ficción, no oculta una abierta crítica al sistema manicomial que, en muchos casos, transformó el cuidado y tratamiento de un paciente en un ejercicio aberrante de sometimiento y poder.
Con las actuaciones protagónicas de Fernán Mirás, Manuel Callau, Nacho Ciatti y Omar Fanucchi, la película hace uso de un dúctil sentido del humor a partir de acciones recurrentes, y evita cualquier golpe bajo que tienda a sensibilizar al espectador.
De este modo, el film pretende instalar el tema de los enfermos mentales en la sociedad como una forma de desmitificar falsas creencias instaladas y así “atender el derecho humano de las personas con discapacidad”, como reconoció el director.
La historia, basada en un hecho real, se empieza a trazar a fines de la década del 80 del siglo pasado y narra el proyecto de un grupo de jóvenes psicólogos de instaurar un taller de periodismo y escritura dentro de un hospital psiquiátrico. Así nacerá Desbordar, una revista realizada por los propios internos que trascenderá los muros de la asfixiante institución y marcará un antes y un después en las vidas de sus creadores.
—Más allá de lo anecdótico, es un film que dice mucho…
—Desde un principio tuve como objetivo de que la película tenga un mensaje claro. La crítica al sistema manicomial no tiene dudas; es bien claro el objetivo del film y está narrado de un modo que sea fácil y comprensible para todos.
—En esa búsqueda también incorporael humor.
—Claro. La película no tiene golpes bajos, no recurrimos al estado o la condición más baja de una persona en estas circunstancias sino que tratamos de recuperar la dignidad y la consigna de la aceptación de las diferencias como eje del trabajo.
—Hay un juego continuo entre ficción y documental.
—Hay mucho contenido y conceptos socializados porque sino sería complejo traducirlo. La idea era abordar cómo uno podía transmitir conocimientos –que quizá son cosas del documental–, pero haciéndolo desde la ficción, que te permite asimilarlos de otra forma.
—La película está basada en una historia real; ¿cómo llegó a ella?
—Como psicólogo estaba bastante cercano a la experiencia y escribí este guión hace seis o siete años, pero lo fui moldeando durante ese tiempo porque no fue fácil de hacer; en realidad fue bastante complejo: muchos actores, locaciones difíciles…
—¿Qué retos le planteó la película?
—Yo sabía que iba a tener resistencias, pero creo que la película va a ir creciendo con el tiempo, la gente se va a ir sumando y ya lo noto con los comentarios que me hacen para saber más de ella. Ahora también me la pidieron para proyectar en el extranjero. La idea es que siga así. Los circuitos comerciales de cine son bastante duros y complejos en su dinámica, pero sin embargo esta película también va a tener la oportunidad de verse en todas las provincias. Ya se está pensando junto con diversas direcciones de salud mental para que circule por el país.
—¿Qué espera del espectador que no sabedemasiado de esto?
—A mucha gente que vio la película se le crearon interrogantes que le hizo pensar que no sabía que las cosas eran así. Es una película que genera eso.
—En el film se muestra cómo a través de un taller de periodismo los internos del manicomio traspasan los muros del hospital. ¿Cómo ayudó esa experiencia?
—Eso ayuda mucho pero también hay experiencias muy válidas en muchas instituciones a lo largo del país, y de gente que trata de pensar la salud mental desde otro lugar; sin embargo a veces hay que tener cuidado de que la alternativa no sea funcional al sistema.
—La desmanicomialización, ¿sería el fin último?
—Es un proceso inevitable; y en el marco de una política de Derechos Humanos esto que aflora es muy importante porque si en estos temas de salud mental uno tiene una verdadera aceptación de la diferencia es como la coronación de un trabajo. También tenemos que atender el derecho humano de las personas con discapacidad que son muchísimas en el país; hay representaciones culturales que se tienen que modificar, y en ese sentido los medios (decomunicación) son muy importantes y la ficción permite naturalizar.
Una película junto a una ley
Previo a la proyección de Desbordar, en colaboración con la producción del film, el Ministerio de Salud de la Nación, a través de su delegación regional, dispuso la entrega de libritos conteniendo la ley nacional de Salud Mental (Nº 26.657) aprobada a fines de 2010 por unanimidad. “Si bien no deja de ser una película de ficción que tiene su circuito comercial, nos pareció piola poder combinarlo con esta entrega de material para que genere otras cosas, que la gente vea qué se legisló”, refirió Alejandro Tossenberger. La ley establece como principio la necesidad de evitar la internación de los pacientes en institutos neuropsiquiátricos reforzando la restitución o promoción de sus lazos sociales. “La ley marca un antes y un después pero hay que ayudarla para que no se convierta en letra muerta y la única forma de hacerlo es que la gente tenga conocimiento de ella”, concluyó.