El último informe del economista Miguel Bein –referente económico del candidato del oficialismo Daniel Scioli– critica la propuesta surgida desde la oposición liderada por Mauricio Macri, en cuanto a una eliminación inmediata del “cepo” si es elegido presidente. Bein considera que no hay “en puerta un escenario de shock”, porque las condiciones de la economía “no permiten que sea el mercado el que gatille ninguna corrección, por lo que la gradualidad va a estar definida por la propia política”. Desde otra visión, un estudio del economista Ramiro Castiñeira, de Econométrica, concluye que, si bien en un marco de expectativa de devaluación latente, “es evidente que hay cepo incluso mucho más allá de diciembre de 2015”.
De acuerdo con la opinión de Bein, lo que el macrismo no le explica a la gente es que, en caso de que se levantara el cepo, va a poder comprar dólares pero “a un precio mucho más alto que el del dólar oficial actual”.
Al respecto, recuerda que, “en el arranque, cualquier intento de eliminar los controles implicaría un overshooting cambiario o de tasa de interés con consecuencias redistributivas regresivas significativas en un país que no cuenta con un ancla nominal”. Considera también que “la señal contradictoria que brinda, además, contribuye a la volatilidad del mercado con los riesgos inherentes y, al no ser explícita, genera el beneplácito de una parte «desprevenida» de la población”.
Más allá de las estrategias de campaña, Bein entiende que el escenario de “no hacer nada” no resulta factible. Puntualmente, afirma que, en el frente interno, para 2016 “no hay un escenario posible donde los salarios vuelvan a correr al doble del tipo de cambio, mientras las tarifas se mantienen congeladas y el déficit fiscal sube 1,5 puntos porcentuales del PIB como este año”.
El informe señala que “tampoco parece un escenario posible transitar 2016 sin una mayor apertura al crédito” y anticipa que, “si la expectativa de una nueva agenda se diluye después del 10 de diciembre, no hay chances de que el costo de financiamiento baje”.
Pero el estudio de Bein descarta “un escenario de shock”. Al respecto detalla que “la baja deuda de la cual parte la economía, un sistema financiero en pesos y los controles de capitales vigentes, no permiten que sea el mercado el que gatille ninguna corrección, por lo que la gradualidad va a estar definida por la propia política”.
Considera que, “sin ancla nominal, no hay margen para corregir las distorsiones de precios relativos vía una devaluación brusca de la moneda local, como hicieron los países vecinos en un contexto donde el dólar en el mundo se fortalece”. Para Bein, “la construcción de un ancla nominal no es algo que se haga de la noche a la mañana: rearmar la credibilidad en la moneda local como reserva de valor lleva años y Argentina perdió una oportunidad no menor en la última década, cuando el dólar se devaluaba en el mundo”.
De cara al futuro propone que, “cuanto más se avance en destrabar la agenda externa, mayor será la capacidad de la economía para achicar el costo del financiamiento en el mercado, indispensable para acotar la dominancia fiscal y, en paralelo, abastecer de dólares a la economía mientras se avanza con la agenda del desarrollo”.
En tal sentido, propone “empezar a destrabar las distorsiones fiscales y de precios relativos que perpetúan la escasez de dólares comerciales y la congestión en servicios públicos”.
A su juicio, para desarmar la distorsión de precios relativos requiere “comprender que en la Argentina coexisten al menos tres pujas distributivas”. Una es entre el capital y trabajo, con la vuelta a la dicotomía entre salario real y salario costo, después de una década de aumento consistente del salario en dólares.
La segunda se refiere al interior del capital, entre sectores protegidos (los que venden bienes y servicios al mercado interno) y sectores desprotegidos (los que tienen precios regulados y no reciben subsidios del gobierno, y los sectores exportadores, cuyo estancamiento y retroceso se refleja en la congestión de los servicios públicos y la pérdida del superávit externo).
Finalmente hace referencia a la puja entre el sector público y privado, a partir de una presión impositiva efectiva de 12 puntos porcentuales y 16 puntos porcentuales del PIB respectivamente, por encima del promedio de los 90 y los 80 cuando se toman sólo los recursos de la Nación.
El trabajo concluye que, “precisamente, el tipo de cambio bajo, la protección alta del mercado doméstico y un sector público con una política social muy activa son, al mismo tiempo, tanto los principales sostenes del consumo en niveles altos, como los principales generadores de las distorsiones sobre la rentabilidad de los sectores transables y la falta de inversión en infraestructura en sectores regulados, lo que traba el desarrollo de la economía en un contexto de restricción externa”.
Pero considera: “Afortunadamente estamos lejos de los escenarios donde era el mercado el que imponía la política (con sólo mirar a Grecia hoy basta ver lo costoso que resulta), pero también estamos lejos del escenario 2003-2010, cuando el enorme colchón cambiario y de precios internacionales sostenían superávit gemelos que permitían la real independencia de los mercados de deuda”.
Por su parte, un estudio del economista Ramiro Castiñeira se refiere a cómo impactó con fuerza el colapso del precio de los commodities en Latinoamérica. En este contexto, las exportaciones de Brasil caen un 15 por ciento en lo que va del año, en Argentina retroceden un 19 por ciento, y en Venezuela un 44 por ciento. También entran menos capitales privados en la región, por lo que el impacto es doble: hay menos dólares comerciales y menos dólares financieros.
El trabajo sostiene que, en Brasil, el menor flujo de dólares culminó en una brusca devaluación del real del 40 por ciento a la fecha que logró evitar que el saldo comercial entre en terreno negativo o sacrificar reservas del Banco Central, pero con el costo de activar un proceso recesivo que apunta a una caída de -1,8 por ciento del PBI este año.
Para Argentina, Castiñeira considera que el impacto comercial fue igual que para el resto de la región, pero “la diferencia estuvo que con el «swap chino» permitió un enroque de dólares comerciales por financieros, evitando que descienda el flujo de dólares en el mercado de cambios y en consecuencia que presione por una devaluación”.
El préstamo chino firmado en octubre del año pasado fue por el equivalente a 11.000 millones de dólares, magnitud incluso superior a todo el saldo comercial (6.700 millones de dólares 2014). Con el financiamiento obtenido “el gobierno no sólo evitó la devaluación, sino que incluso a contramano de la región aumentó el atraso cambiario en términos reales un 25 por ciento interanual, con el objetivo de impulsar el consumo en un año electoral”.
El trabajo concluye que despejar el horizonte de financiamiento permitirá alejar la expectativa de inminente devaluación, tal como sucedió en 2015 con el swap chino. Pero advierte que, aun si logra financiamiento externo para estabilizar las reservas en el arranque del 2016, “igualmente cuesta creer que el próximo gobierno sin pruritos salga a tomar deuda externa a ritmo claramente insostenible e imprudente, por lo que no sólo la expectativa de devaluación estará latente, sino que es evidente que hay cepo incluso mucho más allá de diciembre 2015”.