Las escenas de destrucción encontradas en el naufragio del crucero Concordia están entre las más difíciles que el buzo y espeleólogo Fabio Paoletti ha visto, y sumergirse en ese laberinto submarino en busca de cuerpos es una experiencia aterradora.
“Siempre me da miedo, cada vez que desciendo para explorar el naufragio siento el temor de lo desconocido. Encontrar un cuerpo es horrible, y a pesar de ser desgarrador uno siente algo de alivio porque es finalmente lo que se debe hacer, pero por otro lado…”, expresó el buzo a la agencia noticiosa AFP.
Paoletti, de 43 años, trabaja como buzo en un cuerpo especial de los bomberos de Italia desde hace nueve años, y en ese período ya ha tenido que retirar cuerpos en descomposición de diversos naufragios, pero nunca en algo de la talla del Concordia, con casi300 metrosde largo y diecisiete puentes.
“Hacerse un camino entre los destrozos es difícil y agotador. Tenemos una visibilidad que va de10 a80 centímetrosy para encontrar cuerpos debemos revisarlo todo”, dijo.
Por seguridad, los buceadores siempre exploran un naufragio en dúos, que lentamente se van haciendo su camino en las aguas oscuras, siendo obligados a moverse en espacios exiguos. Así, nadan en zig-zag para estar seguros de cubrir toda la zona de busca.
“Hacemos descensos de cincuenta minutos con tres tubos de oxígeno, y además depositamos uno o dos otros tubos en el camino. Si no ascendemos al cabo de ese período, otra persona que permanece en el bote viene a buscarnos”, Paoletti.
El buceador, originario de Viterbo, próximo de Roma, afirma aún disfrutar de la pasión por la exploración y descensos en grutas.
Seis veces por año sigue entrenamientos sumamente rigurosos organizados por los bomberos.
“Uno de los mayores riesgos es el de quedarse enredado en los cables eléctricos que flotan en el agua. Las tijeras son un elemento fundamental en nuestro equipo. En los entrenamientos, por ejemplo, nos vendan los ojos y nos cubren con cables”, dijo.
“En esa situación -añadió- uno tiene realmente poco tiempo para liberarse y cortar las cuerdas y cables, pero sin cortar el cable de seguridad que nos lleva de retorno a la salida del laberinto.
Mientras continúan las tareas de búsqueda de las personas aún desaparecidas, Paoletti estimó improbable que aún haya sobrevivientes.
“Si hay alguna mínima preocupación de que alguien llame o golpee para reclamar ayuda, nos lo habríamos escuchado, pero es realmente improbable. A veces pensamos haber descubierto un cuerpo, pero es apenas una chaqueta o un par de anteojos”, relató.
Los buceadores utilizan dos lámparas situadas en sus cascos para iluminar su camino a través del agua helada y evitar las sillas, mesas y decenas de objetos abandonados por los miles de pasajeros aterrorizados que abandonaron el barco, como sillas de ruedas o hasta cochecitos de bebé.
El equipo de nueve personas conducido por Paoletti aguarda que la marina de guerra italiana practique pequeños agujeros en el casco con micro explosiones para penetrar en el navío con los planos detallados de la parte del crucero a investigar.
Paoletti prefiere no pensar en la idea de que su cuerda de seguridad se corte y él resulte perdido en las entrañas del navío.
“Cuando uno entra en pánico hace cosas que no debería hacer, y es difícil retomar la calma si uno pierde el control”, indicó.
Aunque los buceadores tienen un psicólogo a su disposición, Paoletti asegura que nunca lo ha necesitado.
“Cuando uno está bajo el agua, no hay tiempo para pensar en otra cosa que no sea el trabajo. Y cuando ascendemos, uno está tan cansado que no tiene fuerzas ni para tener pesadillas”, finalizó Paoletti.