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Desde 2015, cerraron más de 400 industrias en la provincia

La Federación Industrial de Santa Fe promedió en 12 el número mensual de firmas que dejaron de producir durante los últimos tres años. “El Gran Rosario atraviesa una de las situaciones más difíciles”, especificó el titular de la entidad fabril, Guillermo Moretti

En su último informe de Actualidad Industrial, la Federación Industrial de Santa Fe (Fisfe) detalló que sólo entre mayo de 2017 y mayo de este año cerraron en la provincia 244 empresas industriales, con las consecuencias económicas y laborales que ello acarrea. Pero en la cuenta desde mayo de 2015, las empresas que bajaron las persianas son 441. Esto implica que en Santa Fe –una de las provincias con mayor concentración con 5.805 industrias en mayo pasado– se están cayendo, en promedio, 12 empresas por mes en los últimos tres años pero la debacle se aceleró en los tiempos más recientes a 20 empresas por mes.

El informe es previo a la estrepitosa corrida y devaluación que volvió a alterar todo el ecosistema en las últimas semanas, dejando a buena parte del sector industrial nacional sin precios y cuyas consecuencias ya anticipaban en el fin de semana pasado otro severo ajuste y hasta un gabinete recortado. Ninguna de las decisiones aparece como venturosa: según graficó a El Ciudadano el presidente de Fisfe, Guillermo Moretti, todas las condiciones que llevaron al colapso a las industrias –no sólo en suelo santafesino sino en todo el país– no sólo se mantienen, sino que están empeorando. Y pueden hacerlo más.

“Hay una gran cantidad de empresas que cerraron sus puertas, y son casi todas pymes. Entre los sectores más afectados están el textil y el calzado. Pero también otros: una gran cantidad de pymes de todo tipo, de todos los sectores, van cerrando en función de lo que estamos viviendo, una gran caída de la actividad económica. El Gran Rosario atraviesa una de las situaciones más difíciles, porque en Santa Fe lo más importante del sector industrial está ahí”, advierte Moretti.

El industrial, que siempre se caracterizó como un fuerte defensor del mercado interno, se perfila como un cáustico crítico de las políticas del gobierno nacional. Y no parece haber una que coincida con los objetivos de desarrollo de la Fisfe, que en el informe anterior, el correspondiente a julio, había denotado una situación todavía mayor de recesión en la industria en Santa Fe. “Se fundamenta en el deterioro del poder adquisitivo tras la depreciación de la moneda nacional (impulsa los costos y reduce el consumo masivo), las restricciones crediticias y altas tasas de interés (coarta la comercialización de bienes durables), las continuas subas de tarifas de servicios (incrementa los costos de producción), y el mayor volumen de productos importados (comprime el tamaño del mercado interno)”, describió entonces el texto.

Ninguno de esos condicionamientos se atenuó, en contrario se tornaron más punzantes. Lo que sí varió fueron sus efectos, que descerrajaron un tembladeral en todo el sistema –e incluso en el gobierno nacional– cuando el informe de Fisfe todavía estaba en proceso de publicación.

Ya en pleno corcoveo –agravado por lógica con la dolarización de tarifas cuyos costos de producción y generación son en su mayor parte en pesos a fuerza de trabajo e industria nacional– la gestión de Mauricio Macri admitió nuevos aumentos en naftas y negocia otro en gas, que a su vez impulsarán otra nueva suba de la energía eléctrica.

“El 70% del PBI de la Argentina es el mercado interno. Si este gobierno sigue aumentando la energía, aumentando los combustibles, devaluando de la manera que devalúan –que se va todo directamente a los precios de los productos, fundamentalmente a los alimentos– y le quitan poder adquisitivo a la gente como se lo están quitando, las condiciones no van a mejorar sino todo lo contrario: van a empeorar. Lo que dice Marcos Peña no es cierto, sino todo lo contrario”, se refirió ácidamente al jefe de Gabinete, que no reconoció ni siquiera como fantasía un fracaso económico del gobierno.

Empero, en un contexto de baja generalizada algunos sectores de Santa Fe avanzaron positivamente. “Porque hay exportaciones –puntualizó Moretti– Acero, porque se exporta. Carne, también. En los años 90 también se iba todo al derrumbe, pero había sectores que podían funcionar”.

Pero el industrial también remarcó que no se puede funcionar así, y mucho menos a nivel de sectores que agregan valor a los productos primarios, en cuyo seno los exportadores “dependen de muchísimas pymes”. Por ello, el titular de Fisfe descalificó –y con enojo– los ejemplos a los que apela el elenco de ministros de la administración central cuando sostienen –y lo hacen muy seguido– que los lineamientos políticos principales son para generar trabajo y desarrollo. “Si este gobierno baja la mano de obra como la bajaron, de 1.000 dólares a 500 y aparte devalúan, indiscutiblemente los precios argentinos van a terminar siendo más baratos que los precios brasileños o mexicanos. Pero Argentina vive del mercado interno, no de la exportación”, corrigió el titular de Fisfe.

—¿Es el modelo chileno?
—No, porque Chile no tiene industria. Es un típico modelo neoliberal que va a destruir el proceso de industrialización que hizo a la Argentina importante. Chile tiene una población de 16 millones de personas y la mina de cobre más importante del mundo. Australia tiene 23 millones de habitantes y tiene minerales para tirar para arriba. Nosotros, si fuéramos 20 millones, podríamos vivir tranquilamente del campo… Pero somos 44 millones de habitantes.

Necesitamos un país que industrialice. Que es lo que más mano de obra necesita –por cada empleo industrial hay hacia afuera de la industria entre dos y tres puestos de trabajo–, que da empleo de calidad. Este no es un modelo a la chilena, es un modelo que no coincide con la cantidad de habitantes que tenemos.

En la avenida del desarrollo

El informe de coyuntura de agosto de Fisfe –institución que representa a grandes, medianas y, en su mayoría, a pequeñas industrias de todos los sectores industriales y que el año que viene cumplirá 40 años de existencia– midió una caída del 5,9% en el nivel de actividad de la industria manufacturera en julio de 2018 con respecto a igual mes del año pasado. Y también una caída en los primeros siete meses de este año del 1,2% respecto del acumulado en igual período del 2017. De acuerdo al Instituto de Investigaciones Económicas de la Fisfe, la baja general se debe, principalmente, a la merma en el procesamiento de semillas de soja (-20,1%), aceite de soja -17,7%, biodiésel -5,1%, minerales no metálicos -2,1%, vehículos automóviles -38,6% e industria metalúrgica -2,9%. En ese marco, entre las actividades que en julio pasado registraron mejor desempeño interanual, se destaca la industria frigorífica (bovina y porcina) y siderúrgica.

Las cifras positivas en sectores puntuales no llegan a revertir un marco desolador relevado por los industriales santafesinos, que incluye también al sector de granos, oleaginosas y derivados, uno de los elegidos por la gestión de Mauricio Macri.

Parece cumplirse así la sentencia rescatada por el historiador Felipe Pigna de Carlos Pellegrini en la Cámara de Diputados de la Nación del 18 de septiembre de 1875, cuando describió como “triste” que Buenos Aires, “la primera provincia de la República”, sólo produjera “pasto” y estuviera por tanto “pendiente de las nubes” para sus cuentas. “El año que ellas nieguen riego a nuestros campos, toda nuestra riqueza habrá desaparecido. Es necesario que en la República se trabaje y se produzca algo más que pasto”, vaticinó hace 143 años.

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