Son las 12 del mediodía y en la esquina de San Martín y Córdoba las trabajadoras agremiadas en el Sindicato de Empleados de Comercio hacen sonar bombos y platillos con las caras brillantes de verde y violeta. Es 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, y de a poco se empiezan a ver las primeras manifestaciones de lo que va a ser la concentración a las 17 en la plaza San Martín. Hay pañuelos verdes atados en mochilas y muñecas, aunque desde hace ya un tiempo esa imagen es cotidiana. En la calle y los locales circulan y trabajan mujeres que cuentan las horas para salir a movilizarse. “Esta es mi primera marcha del 8M y estoy re entusiasmada. Hace una semana que vengo soñando todo el tiempo en esto. Vinimos temprano al centro para comprar glitter y cosas para ponernos”, cuenta Sol, de 21 años, que cerca de las 13 se encontró con su amiga Zoe en la puerta del Shopping del Siglo. Las dos coinciden: el feminismo las abrazó hace poco, de distintas formas, y este viernes se lo van a mostrar a todos.
Muchas trabajadoras que van a marchar tuvieron que coordinar con sus compañeros para poder liberarse para ir a la plaza San Martín, en Córdoba y Dorrego. Desde hace tres años el Día Internacional de la Mujer Trabajadora se acompaña de un Paro Internacional y Plurinacional de Mujeres y Disidencias Sexuales. Los sindicatos de Rosario adhieren a la medida bajo distintas modalidades y en distintos horarios, pero a veces la adhesión es sólo declamativa y no se concreta en los lugares de trabajo.
En algunos casos los empleadores resolvieron dar a las trabajadoras un rato para que debatan con sus compañeras y compañeros sobre las implicancias del 8M y luego quedarán desafectadas para asistir a la marcha.
Pero en otros ellas mismas debieron hacer acuerdos individuales para salir en un horario que les permita llegar a la concentración, citada a las 17 en la plaza.
A las 13, Zoe, de 21 años, espera a su amiga Sol en la puerta del Shopping del Siglo. Tiene un pañuelo verde, una bolsa con el glitter que acaba de comprar y una remera con una consigna: “Niñas, no madres”.
“Yo creo que es un día que no se celebra, no se dice feliz día. Es reivindicar una lucha de todos los días, juntarnos para seguir luchando por nuestros derechos. En todo caso deberían decirnos «feliz lucha»”, sostiene.
Zoe y Sol cuentan lo mismo por separado: “hace poco que me empecé a deconstruir”, dicen. “Yo hace dos años era lo opuesto, tenía ideas poco feministas, pero me empecé a involucrar más con el tema del aborto hablando con mi mamá”, recuerda Zoe. Sol charló con un amigo: “Me sentó y me abrió la cabeza. Hasta el año pasado era re pro vida, modo iglesia”.
Horario laboral
Paula tiene 24 años y trabaja en un local de venta de mallas en Córdoba y Sarmiento. “Pedí cambiar el horario para poder ir. Conseguí liberarme a las 18 y voy para allá con unas amigas”, cuenta.
Carolina, de 26, tiene puesta una campera verde. Trabaja en una importante cadena de ropa deportiva y narra lo mismo: para poder ir a la marcha tuvo que coordinar con sus pares. Si no, le tocaba trabajar hasta las 20. “Voy porque estoy a favor del aborto y porque quiero igualdad de derechos para las mujeres”, dice. Su compañera Nair, de 30, no va a asistir. Se autodefine “pro vida” pero respeta la movilización.
En un local en el medio de la galería La Favorita, Viviana trabaja estampando remeras y tazas. El local lo manejan ella y su marido, que a la tarde va a quedar al frente. A las 16 Viviana va a dejar lo que esté haciendo para marchar.
“Hace un rato nos mandamos mensajes con una amiga con la que me voy a encontrar. Vamos a marchar para celebrar las luchas ganadas y las que quedan, por generar vínculos menos violentos, por más equidad laboral y doméstica y por la soberanía sobre nuestros cuerpo y nuestro deseos”, dice Viviana mientras entrega un pedido. Va a acompañar a las militantes del Área de la Mujer de la Municipalidad.