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Desde hoy caminamos solos

El Ciudadano no deja de andar, fiel, a la idea de que siempre es posible. Una y otra vez: un ave Fénix.

No nos rendimos. ¿Sería exagerado decir que El Ciudadano consiguió volverse un ave Fénix? Creemos que no, porque cuando todo se complota para impedir el oxígeno que respira el cuerpo vivo del diario, la acción crucial que nos mueve a comunicar e informar para que se efectivice el bien fundamental de toda sociedad democrática, el derecho a la libertad de expresión, hay un soplo nuevo que levanta los ánimos y el horizonte se tiñe de una sola certeza: tenemos que continuar, la nuestra es otra voz necesaria para que la pluralidad informativa no sea una manifestación de deseo sino una realidad necesaria.

No hay más dirección empresaria, pero las trabajadoras y los trabajadores del diario se sienten acompañados. Sin nadie arriba, pero con muchos al lado. (Foto: Ale Guerrero).
No hay más dirección empresaria, pero las trabajadoras y los trabajadores del diario se sienten acompañados. Sin nadie arriba, pero con muchos al lado. (Foto: Ale Guerrero).

Y el ave, el diario, vuelve a batir sus alas, sus páginas, y se echa a volar, a comunicar, a informar. Hace 18 años lo concebimos así y lo sostuvimos teniendo en claro que era un latido que los rosarinos incorporaron a su cotidianidad: el diario era cada vez más nuestro y al mismo tiempo los ciudadanos lo adoptaban como un par. Y también lo hacían las organizaciones sociales y gremiales, las instituciones, los órganos de gobierno, los colectivos que encontraban en El Ciudadano un espacio con una dinámica singular para que sus voces se expresaran. Y, en ese sentido, nos sentimos responsables de velar porque no se vulneraran derechos de ningún tipo a partir de una información que denunciara esas intenciones y apuntalara los proyectos inclusivos que buscan una sociedad más justa e igualitaria. Esa responsabilidad tal vez haya sido la savia que corrió por nuestras venas a la hora de enfrentar la amenaza del cierre por las distintas deserciones del gerenciamiento empresarial, toda vez que eso sucedió. El Ciudadano está constituido por una historia de lucha y resistencia centrada en la existencia de una mirada periodística que privilegia la calidad informativa por sobre las noticias a borbotones, la dignidad por sobre la argucia oportunista, la investigación y la fuente directa por sobre la data lábil del informe recogido al azar. Una estrategia comunicacional en pos de un protagonismo informativo que construye una agenda sobre las problemáticas sociales y políticas más acuciantes, sobre las manifestaciones culturales más relevantes, sobre el deporte y el espectáculo hecho por y para rosarinos para que el palmo a palmo de la vida diaria de la ciudad y la región quede reflejado en sus páginas, en su web, en las redes.

¿Y cuál fue y es la fuerza intrínseca, el organismo, que permite el movimiento ascendente del diario cada vez que las circunstancias se vuelven apremiantes y alguien o algunos dictaminan el cese de su flujo comunicacional? Ese cuerpo vivo, como se dice más arriba, lo compone un equipo de trabajadoras y trabajadores de la comunicación en la redacción; un equipo de trabajadoras y trabajadores administrativo-contables y un equipo de ventas que motorizan cotidianamente la aparición del diario en la calle. Pero a ello se suma el apoyo y la contención indispensable e inclaudicable del Sindicato de Prensa Rosario, parte constitutiva de este medio, quien junto a sus trabajadores disputó este espacio de comunicación levantando las banderas de la libertad de expresión y la pluralidad de voces para que El Ciudadano siempre fuera posible. Un gremio que supo siempre cuál era la lucha que había que dar y la dio junto a los trabajadores hasta las últimas consecuencias.

Juntos pusimos y ponemos el cuerpo para seguir andando, como lo pusieron muchísimos compañeros en cada etapa de este diario, desde avezados comunicadores y periodistas hasta quienes hicieron su escuela de redacción y de crónica en estas páginas. Todos ellos forman parte de ese espíritu comprometido capaz de encontrar los tonos, los matices y las inflexiones para dar cuenta de una realidad cada vez más compleja, para poner en evidencia sus contradicciones y sus iluminaciones. Y es en esta hora, en la que decidimos una vez más seguir andando, cuando cualquiera podría decir que alcanzamos la mayoría de edad con los 18 que cumplimos días atrás, que decidimos caminar solos –o volar si seguimos con la metáfora inicial– para seguir profundizando esa experiencia originaria, esa complicidad de trabajadoras y trabajadores que nos constituye para ejercer el derecho a informar libremente, para ampliar la calidad informativa a través de la opinión, el análisis y la reflexión de los fenómenos, para abrir el juego, en última instancia, a otras miradas y otras lecturas ante una realidad siempre en mutación, cambiante, cada vez más diversa. Por ello también –porque decir “solos” sería una injusticia– agradecemos enormemente las muestras de solidaridad, acompañamiento y generosidad que manifestaron los compañeros de los demás medios de la ciudad, de las organizaciones gremiales y sociales, de las instituciones, de todos los niveles de las reparticiones estatales a través de sus distintas áreas y oficinas. A todos, nuestro más profundo agradecimiento por caminar junto a nosotros y reconocer nuestro esfuerzo por conservar nuestras fuentes laborales y reconocer en la labor informativa y de comunicación que desplegamos una voz necesaria en la ciudad. Los trabajadores de El Ciudadano desterramos la idea de lo imposible porque entendimos que la defensa de la información y la comunicación y su libre circulación es un Derecho Humano que nos contempla a todos. El Ciudadano, entonces, no deja de andar, fiel, a la idea de que siempre es posible. Una y otra vez: un ave Fénix.

Trabajadores y trabajadoras de El Ciudadano y la región

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