Por Juan Pablo Sarkissian
Y al final cambio el clima. Porque al comienzo del partido contra Independiente el contexto era, al menos, tenso, por ser generoso.
Pero Ñubel madrugo dos veces; al comienzo del partido (al minuto) penal y gol y también a los pocos minutos del segundo tiempo: dos jugadas de gol, una del uruguayo Méndez (que termino mal, obvio) y otra de Ever que atajo el arquero Rey.
Tras cartón, el segundo gol: centro pasado del Piri, Mateo Silvetti (cosa seria este pibe) que remata un “buscapié” y Juanchon García que la empuja al gol. Si, la empuja, nada de sutilezas. Pero gol: 2 a 0
Partido liquidado? Que va!
Repasemos, horas antes del partido varios pasacalles, colocados en geografías estratégicas, daban cuenta del malestar reinante. Los hubo contra los jugadores, pero también contra el presidente rojinegro Ignacio “Nacho” Astore y Federico Ripani, vicepresidente segundo de la institución del parque.
En ese contexto, hubo también un operativo de las fuerzas de seguridad en el estadio Marcelo Bielsa buscando no se sabe bien qué.
Así, el ingreso fue complejo. Ni el homenaje a Diego Armando Maradona, a cuatro años de su fallecimiento (una camiseta Colosal adornaba la tribuna en construcción), ni el cotillón desplegado que incluía unas pintorescas banderitas con el rostro de Diego, ni siquiera la presencia de Thiago Messi (hijo de Leo, claro) que está jugando para el Inter Miami en la Newell’s Cup (ya hablaremos de esta competencia, merece un desarrollo especial), nada cambiaba el clima tenso. Y en eso llego el gol.
En futbol, todos los saben, el gol es un bálsamo. No importa nada, ni como, ni cuando, ni dónde. El gol tiene identidad propia. Es más, hay teorías que afirman que “jugar bien” es meter goles. Sólo meter goles. Como si el juego no existiera. Para debatir un rato largo.
Como sea, después de seis partidos, Ñubel estaba ganando. Lo cual no era poco, pero el juego fue sólo un poco menos pobre que otras veces. Y con eso le alcanzo. Así fue, se defendió con enjundia aprovechando la tibieza del rival y hasta le sobro para ganar con “justicia”.
Pero claro, nada es tan lineal. En el medio pasaron cosas.
El croata (se destaca por la mediocridad reinante o tiene condiciones? Bueno, un poco y un poco) y Ever (la técnica está intacta, el problema es la velocidad, pero cumplió) realizaron cosa interesantes de cara al futuro.
Pero Hoyos fue la gran figura. En una atajada infernal su rodilla choco contra un poste y tuvo que salir. Raro, un jugador resistido salió con más aplausos que silbidos.
Con quien no hubo contemplaciones fue con Ramiro Macagno, fuerte silbatina. Esta situación genero más de una gresca en las tribunas: de algún modo todos acordaban que Macagno no debería ser más el arquero de Ñubel pero la cuestión era que no estaba bien recriminar su ingreso por que tenía que atajar y aún faltaba un rato largo.
Insultos, gritos y algunas escenas de pugilato contenidas. Y llegó el gol de Independiente. La calma por el triunfo parcial muto en angustia y se subió en andas a la tensión del comienzo. El árbitro dio 10 minutos de agregado que en realidad fueron 12, aunque se jugó poco y nada.
Thiago ya se había retirado juntos a todos los pibes que juegan la Newell’s Cup, el que dicen que se quedo fue Mariano Soso, sobrino del dirigente empresario Elías Soso y próximo técnico de Ñubel.
Llegaron más policías con perros que completaban un cuadro feo, muy feo.
Pero llego el final y Ñubel gano. Y reino la paz y tranquilidad.
Sin embargo, cuando el equipo se retiraba bañado en aplausos, volvió a tronar, de los cuatros costados, el ya clásico “andate Astore”.
Habrá que esperar. La historia continua.