David Ferrara
En la previa del torneo, Central presentó como “refuerzos” a algunos jugadores que habían renovado contrato con el club. El discurso de la directiva canalla y de sus asesores de marketing y prensa fue criticado por algunos hinchas, mirado de reojo por el periodismo y le resultó simpático a otros.
Sin embargo, en un mundo futbolero en el que los jugadores de jerarquía tienen pasos efímeros por las instituciones y en el que los talentos de inferiores no alcanzan a debutar que ya son transferidos, poder realizar un esfuerzo para sostener a futbolistas de probado nivel es incluso mejor que traer un refuerzo o incorporación, por la lógica de no necesitar adaptación y de contar con el afecto del público.
¿Otro plus? No reforzar a rivales como Boca o River en el sueño de poder lograr pelear por un torneo, algo que no es sencillo pero que Central ya logró dos veces en los últimos siete años.
Quintana, Ibarra, Mallo, Malcorra, Campaz… no sólo son pilares sino que son jugadores que llegaron desde otras instituciones y que no están ligados al club por un pasado de inferiores o como hinchas, por lo que en el mundo profesional su salida ante una mejor propuesta ni siquiera podría verse como una traición.
La apuesta de sostenerlos vale más que una acción efectista de traer algún nombre rutilante que después no camine o refuerzos falopa para hacer bulto en el plantel.
Aquella nota simpática de colar a los renovados entre las nuevas caras, hoy tiene sentido. Campaz y su notable tarea ante Los Andes en una San Nicolás copada por la canallada fue otro ejemplo. Y partido a partido cada uno de los jugadores que se pudo retener demuestran por qué son los mejores refuerzos que tuvo el equipo.