Por Juan Pablo Sarkissian
El resultado siempre es importante. Luego, con el resultado obtenido se analiza el juego.
O sea el que y el cómo. En ese orden. Dicho esto, Newell’s jugó bastante bien y ganó.
Esperó, todo lo que pudo, y trató de contragolpear, por lo general con escasa fortuna, o calidad, si usted quiere.
O tal vez, con un exceso de torpeza.
Hasta que entró Francisco “Panchito” González, el odiado.
Como sea, Newell’s jugó como contra Boca y no le alcanzo. Contra Talleres acertó jugadas y si le alcanzó, Y le sobró.
Un irracional hincha leproso (el futbol es irracional), en la redacción de El Ciudadano, arrojó sin dudar: “Estamos dos goles arriba de Talleres”.
Qué vio el tipo con esa afirmación?
Nada. Ni el comienzo de un nuevo técnico. Ni siquiera la presencia de un conjunto de pibes que dieron la talla. Nada.
Que mueve a los hinchas y a jugadores que están escribiendo sus primeros garabatos futbolísticos?
Es el deseo. Es la utopía que existe un mañana mejor. Todo lo otro se puede analizar. La pasión se vive. Es difícil de comprender. Y siempre habrá explicaciones por que no ahora y mañana quizás.
Y sino, pregúntele al pibe Agustín Juárez, que en la segunda pelota que tocó embocó un golazo.
No es cierto que Newell’s jugaba por nada. Siempre se juega por algo.
Como en la vida de todos los días lo que estaba en juego era el futuro.
Lo cual, obvio, no es poco.