Por Manuel Parola – Especial para El Ciudadano
En las villas no existe el “team invierno”. El cambio de estación trajo consigo una ola polar que azotó a Rosario la semana pasada, con temperaturas que alcanzaron valores bajo cero y haciendo que más de uno desempolvara los gamulanes y plumones. Pero en una ciudad que según el INDEC tiene un 38,3% de su población por debajo de la línea de la pobreza, no todos la pasan de la misma manera. En los barrios populares y villas, las bajas temperaturas hacen más profundas y graves las desigualdades existentes.
Si bien las diferencias entre los 134 barrios y villas que existen en el Gran Rosario, son más las carencias comunes que presentan, y las dolencias y padecimientos de los vecinos corren por la misma vía: a la dificultad diaria para poder poner un plato de comida en la mesa, se le suma la falta de abrigos, de condiciones de urbanización que les permita guarecerse de las bajas temperaturas y la falta de acceso a los servicios básicos que los expone a problemas de salud graves.
En el barrio Los Pumitas (calle Cabal al 900 bis, en zona norte de la ciudad), María Rosa Vega, vecina de la villa, contó: «Durante el invierno tenemos que elegir entre prender la estufa y prender la heladera para que no se nos eche a perder la comida porque tenemos baja tensión. En las casas de chapa, el frío se mete por todos lados”. Allí cerca, se encuentra el Centro de Salud “Los Pumitas” y el Centro de Salud “Empalme Graneros” al cual han tenido que acudir numerosas veces por los inconvenientes que traen consigo no sólo los fríos, sino también la falta de calefacción: “Hemos tenido muchas emergencias”, por ejemplo “el tema de la inhalación de monóxido de carbono donde una familia entera terminó internada por eso” comenta Vega, quien el domingo pasado tuvo que ser asistida junto a sus hijas y sobrinas por sus vecinos, debido a que presentaron una severa intoxicación por inhalación.
Al carecer de conexión a gas natural y no poder comprar garrafas para calentar sus hogares, estos accidentes son frecuentes en las barriadas ya que terminan optando por encender fuegos con carbón o lo que tengan para quemar, corriendo el riesgo no sólo de intoxicación sino de perder lo poco que tienen. “Ni hablar de las enfermedades crónicas que aparecen y que nuestros hijos tienen que padecer: ver a tus hijos con moco, con tos, que tengan que en el medio pasar por el hisopado y después no saber si los llevas a la guardia o quedarte en tu casa hasta que se pase el resfrío. Es dura la realidad que tenemos que vivir día a día”.
Otro gran problema es la falta de tendido eléctrico y conexiones seguras y formales en los hogares de los barrios populares. Las diferentes organizaciones sociales y asambleas vecinales que allí tienen presencia han realizado numerosos reclamos a la municipalidad debido a la falta de electricidad o a las conexiones informales que tornan peligrosa cualquier actividad que requiera energía. Uno de los vecinos del barrio La Cariñosa, en la zona sur de Rosario, explicó: “Día por medio se nos corta la luz. Tenemos una promesa de plan de obras para dentro de 30 o 50 días para tener un transformador, pero los vecinos tienen que exponerse noche a noche con el tema del carbón”.
Al ser consultados sobre cómo acceden al gas para los comedores y las casas, contestaron: «Es bastante preocupante, es muy complicado ya que las garrafas en los barrios según dónde las compres no nos alcanza, entonces tenemos o para cocinar o para calefaccionarnos, y tenés que elegir. El último recurso para poder darle algo caliente a nuestros pibes es prender fuego, a sabiendas del peligro que corremos pero no queda otra, no hay otra manera que podamos llevarlo adelante. La instalación de gas directamente no llega al barrio, y a los lugares que llega se torna complicado, porque no tenemos el monto ni diario ni mensual para poder llegar a pagarlo».
Los problemas estructurales no sólo tienen que ver con los escasos ingresos y el acceso al alimento, sino también a servicios que son básicos, fundamentales para el funcionamiento de cualquier hogar: “En el tema del agua, la cruda realidad es que ni en invierno tenemos y mucho menos ahora con todo el problema que hay del río. Es muy escasa el agua que nos sale. Si tenemos que lavar, tenemos que cargar el lavarropas varios días antes, o tener los fuentones y los baldes a mano, porque sino al otro día no tenemos ni siquiera para tomar un vaso de agua. Es cargar baldes, fuentones, para poder sobrevivir al otro día que nos toca. En el verano era muy duro pero ahora con los fríos es incluso más difícil” cuentó María Rosa Vega. “Es muy feo tener a los pibes que en pleno verano te pidan agua o un pedazo de hielo y no tener una sola gota para poder paliar la situación. Y a veces había días en los que por más que tiraras de la manguera para que saliera, no bebías ni dos gotas”, agregó.
Según registró la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC, 5 de cada 10 hogares del país carece de al menos un servicio básico. Desagregando la estadística, el 11% no accede a la red pública de agua, mientras que un tercio de los hogares argentinos no dispone de una conexión a la red de gas, y el 31,2% no tiene cloacas. A esto habrá que sumarle que 2 de cada 10 familias habita en una vivienda precaria.
En Granadero Baigorria, el tendido eléctrico no es más que una promesa nunca cumplida para los vecinos del barrio Camino Muerto. La falta de pavimentación en los corredores y calles dificulta al borde de la imposibilidad el acceso de las ambulancias en los casos de emergencias, completando un escenario en donde el barrio sólo se ilumina por el resplandor de un alumbrado público construido por los propios vecinos: “Las columnas de luz que tenemos en el barrio están electrificadas y cuando llueve es muy peligroso”. El pasado 1º de junio, ocurrió un incendio con pérdida total de una casa, originado por un corto circuito producto de las instalaciones precarias que hay. «Este frío que se vino crudo y que recién empezamos, son los peores meses para los villeros y villeras». En el barrio es muy difícil hasta conseguir una frazada “para las compañeras y compañeros que están en precariedad”. «En estos momentos tenés que pensar que o te compras una frazada o te comprás la comida a los chicos».
Hacia el oeste de la ciudad, las barriadas “Amistad”, “Cordero” y el barrio Qom no tienen instalaciones formales de luz. Nelson Mansilla, vecino del barrio La Lagunita (delimitado por Bv Segui y Provincias Unidas) y representante del Movimiento Evita en los barrios populares de zona oeste cuenta que “se volvió a ver el carboncito dentro las casas, y el tema de la estufa es casi imposible, porque no hay tendido eléctrico que aguante” haciendo referencia a la baja tensión y a la falta de conexiones formales en la barriada. “La instalación del servicio de luz es un reclamo que tiene años para con la municipalidad” dice Mansilla y aporta que “la mayoría de los vecinos son changarines. Sólo el 10% tienen un trabajo formal, el resto vive al día a día”. Se entrega mercadería en los comedores y merenderos, hay entrega de frazadas, pero “la presencia del Estado no es suficiente”.
En Villa Banana, Lorena Fernández, voluntaria en el centro comunitario Victoria Walsh (Amenábar 4325) le contó a El Ciudadano que “tenemos muchísimos problemas de luz”. En un barrio de gente muy humilde, donde la mitad de las casas son de chapa, al igual que casi todos los techos, “el tema del frío se pasa como puede”. No hay medidores eléctricos ni instalaciones de gas: “mucha de la gente de acá del barrio junta leña para hacer fuego o tienen una estufita de una o dos velitas, pero tampoco la pueden prender muchas veces porque no tenemos luz”. La falta de calefacción y de energía para poder encender estufas pequeñas o caloventores hace que las familias tengan que exponerse, ya sin la necesidad de pensar en la pandemia, para “Si prendo la estufa no puedo conectar mucho más porque se me corta la luz, es muy baja la tensión que llega”. Al caer la noche, Lorena cuenta que “sólo frío y oscuridad” es lo que abunda en las calles, ya que no hay iluminación.
La solidaridad en comunidad como única solución
Los distintos barrios se organizan de diferentes maneras al solo efecto de poder paliar las carencias que los abundan, a través de campañas solidarias que tienen como objetivo la colaboración tanto de la comunidad como de los gobiernos nacional, provincial y municipal. En los barrios La Cariñosa, Los Pumitas, Camino Muerto y La Taba, la organización “La Poderosa” generó la propuesta #ContagiaCalor donde ofrecieron a los diferentes estados un presupuesto para frazadas, estufas eléctricas halógenas, estufas para gas envasado y caloventores, garrafas de gas con sus recargas mensuales y hasta grupos electrógenos para los espacios comunitarios. Así mismo, sostienen comedores en los diferentes barrios donde tienen presencia, llegando a dar hasta 1500 raciones de comida diarias a los vecinos de los cuatro barrios.
En Villa Banana, los voluntarios del Centro Victoria Walsh trabajan en conjunto con el Centro de Salud nº 14 haciendo el seguimiento de chicos que llegan con problemas respiratorios. Así mismo, Fernández cuenta que durante la pandemia “se triplicó la cantidad de gente que viene a buscar la copa de leche o el plato de comida”. Cuando antes repartían entre 100 y 150 raciones diarias, desde el año pasado pasaron a entregar más de 400 raciones por día. En las palabras de Nelson Mansilla, de barrio La Lagunita, “las organizaciones barriales tienen mucha presencia”, en un contexto en donde la actuación del Estado no es suficiente para sobrellevar las temperaturas invernales, que sólo llegan a profundizar una desigualdad que, por fuera de la emergencia de la pandemia, no tiene nada de nuevo.