Carlos Damián Orgaz tenía 26 años y era cadete. El 31 de mayo de 2016, a las 20, cuando recién arrancaba su turno en el bar donde trabajaba, fue atropellado por un Audi TT que circulaba a alta velocidad en la diagonal Río Negro y Campbell. La moto quedó despedazada y el cuerpo mutilado. El conductor del auto, Juan Carlos Schmitt, un mecánico de 46 años, se sentó ayer frente al tribunal que lo juzga y pidió perdón. Dijo: “Nunca salí a lastimar a nadie”. Por el contrario, para la Fiscalía y la querella el caso es un homicidio simple con dolo eventual. Piden una condena de 10 años de prisión e inhabilitación especial. Entienden que iba a más de 100 kilómetros por hora y a esa velocidad se cruzó de carril para evitar una irregularidad del pavimento. Destacaron su oficio, los conocimientos de la reacción de un auto a alta velocidad e ilustraron la violencia del impacto con las lesiones de la víctima. En el siniestro los dos brazos de Orgaz fueron mutilados, y uno de sus pies apareció en una terraza a 52 metros del lugar del choque. La defensa no cuestionó la participación de su cliente, sí algunas circunstancias de la mecánica. Negó que Schmitt circulara en contramano. La pelea la darán en la faz jurídica, y aseguraron que tras la última reforma al Código Penal, el caso se enmarca en el terreno de la culpa, en todo caso temeraria, pero no del dolo eventual, por lo que solicitaron la absolución por el delito de homicidio simple.
Las impresionantes consecuencias del choque quedaron grabadas en las retinas de los testigos. La primera persona que llegó en auxilio de Carlos tiene 27 años y es una mujer. Ese día, cerca de las 20, escuchó un estallido y salió de su casa, ubicada a metros del impacto. Vio un auto estrellado contra una columna que arrancó de raíz, y pedazos de moto por todos lados. Una caja de delivery le encendió la alarma y comenzó a buscar al motociclista. “A unos 50 metros veo a un chico sin brazos y sin una pierna. Estaba vivo”. La mujer le habló y Carlos la seguía con la mirada. En un video que se incorporó al juicio, y que se hizo viral esa noche, muestran a la joven sosteniendo la cabeza de Carlos: “Vamos que ya vienen, fuerza. No cierres los ojos”, le imploraba. Mientras que otra voz pregunta “¿Ya llamaron a la ambulancia?”.
La mujer dijo que le pidió ayuda a Schmitt: “Le grité que me ayude, que estaba vivo. El señor se quedó mirando el auto”. La madre de la chica, que también estaba en el lugar, buscó la luz de emergencia que usaron para alumbrar a la víctima, ya que la cuadra se había quedado sin luz tras el choque. Pero el horror de la escena le impidió quedarse junto a Carlos. Se fue hacia el auto y vio la columna arrancada de cuajo y metida dentro del Audi. Los airbag estaban explotados, miró hacia un costado y vio el brazo del chico. “Había pedazos de carne por todos lados, y pedazos de moto”, relató.
La testigo dijo que vio al conductor y le dijo que fuera a ver lo que hizo, pero el hombre se quedó mirando el auto, luego se cruzó de vereda, donde finalmente se sentó, recordó la mujer. Después se dio cuenta de que era “el señor que siempre probaba autos en la diagonal”.
El primer móvil del Comando Radioeléctrico que llegó al lugar llevó al conductor del Audi a la comisaría, mientras uno de los uniformados se quedó tratando de resguardar el lugar. El policía dijo que nunca había visto que una persona terminara desmembrada como el chico. A medida que iban llegando más personas, les hacía señas sobre el conductor. Estaba a unos 30 o 40 metros del último pedazo de moto, rodeado de gente. “Se lo notaba tranquilo”, aseguró. Agregó que muchos estaban ofuscados porque decían que no era la primera vez que corría a alta velocidad. Contó que le decían a Schmitt: “¿Cómo te vas a ir si mataste a un pibe?”. A lo que él respondió: “Y ¿qué querés que haga?”.
Las estrategias judiciales
Los fiscales Florentino Malaponte y Valeria Piazza Iglesias hicieron hincapié en el accionar del conductor del auto, que circulaba a más de 100 kilómetros por la misma arteria que la víctima, aunque en sentido contrario. Para la Fiscalía, por evitar una irregularidad del pavimento Schmitt se cambió de carril, invadió la mano contraria y se produjo el impacto. Para los funcionarios existió una situación de peligro que generó el imputado a partir de las características del auto y de la arteria. Para los fiscales, la situación de peligro era comprendida por Schmitt. “Sabía perfectamente lo que iba a pasar por el conocimiento de mecánica que tiene y del lugar. Lo único que quería era probar el auto nuevo. Sólo el desprecio por la vida humana explica lo que pasó”, resumieron. Por su parte, la querella, a cargo de Gustavo Di Rienzo, acompañó el pedido fiscal. Dijo que en el caso el auto fue un arma de cuatro ruedas y resaltó no sólo el menosprecio por la vida de Carlos, sino también por la norma, cuyo fin fundamental es la prevención.
La defensa
Schmitt se describió como un hombre trabajador, sostén de hogar. Dijo que esa noche circulaba por la diagonal Río Negro y antes de llegar a Campbell vio “una figura, algo negro, que impacto con el auto”. Dijo que movió la dirección, se abrió el airbag y ya no pudo ver. No recuerda si frenó. “Me bajé, y quedé shockeado. No sabía qué hacer, para dónde ir”. Dijo que llamó a la ambulancia y se quedó sentado en el cordón. “Nunca salí a lastimar a nadie, lo único que sé hacer es trabajar. Quiero pedir perdón a la familia. Fue un accidente”, concluyó.
El abogado Ignacio Carbone dijo que el objeto del juicio es acusar a Schmitt de homicidio simple con dolo eventual. Y la defensa sostuvo que no discutirán la participación de su cliente y se centrarán en la cuestión normativa. Para ellos, el caso está en el terreno de la culpa y es lo que el tribunal, a cargo de Gustavo Pérez de Urrechu, Raquel Cosgaya y Rodolfo Svala, deberá resolver. Para Carbone su cliente no quiso ese resultado; entiende que impacta pero ese único elemento no puede sostener el dolo eventual. Sostuvo que las circunstancias del accidente lo que hacen es demonizar a Schmitt y lo muestran como una persona antagónica a la que fue toda su vida. Y que no se tomó en cuenta la conducta del motociclista que hace a la mecánica del hecho: “En el abc del accidente hay dos agentes y eso influye en el resultado”. Sostuvo que se puede discutir incluso la culpa con representación pero siempre dentro del marco de la culpa y citó la reforma al Código Penal en su artículo 84 que enumera los agravantes del homicidio culposo.
Una madre ante el horror
Elsa es la madre de Carlos. Trabajaban juntos en un bar de la zona oeste, a un par de cuadras del accidente. Ella era cocinera. Dijo que en cada pedido que sacaba controlaba la hora. Ese día volvieron a trabajar después del descanso y había dos pedidos hechos, algo que no era habitual. Salió y al rato el patrón la llamó. “Dami parece que se lastimó”, le dijo. La mujer tomó unos guantes y llevó una gasa. “Cuando llegamos no era para agua oxigenada. Estaba destrozado. Me hacía seña con los ojos. Estaba sin brazos. No me había dado cuenta, vi la pierna y la empecé a buscar”, relató.
Se acercó al imputado y le pidió ayuda: “Me dijo que no. Me volví con mi hijo”. Elsa tuvo la esperanza y la fe de que su hijo se iba a salvar. El joven fue trasladado al Heca y ella junto con otro de sus hijos fueron al hospital. Cuando le pidió al médico que la dejara pasar, Carlos ya había muerto.