Por José Odisio
Fotos Juan José García
La historia dirá que el 4 de septiembre de 2025, en un Monumental repleto, Lionel Andrés Messi jugó su último partido oficial en casa por Eliminatorias. El calendario no permite pensar en su continuidad en la Selección con posterioridad al Mundial 2026, por eso el propio Leo anticipó esta despedida.
En una noche donde hubo lágrimas; un himno cantado con la piel erizada con el crack rosarino acompañado por sus tres hijos; y un homenaje dentro de la cancha con una paliza a Venezuela con un 3 a 0 que no necesita explicaciones. Y dos goles de Messi, para dejar su sello en su despedida con los hinchas albicelestes.
Fueron 20 años de Leo con la casaca albiceleste, con idas y vueltas con la gente, donde hubo alegrías, cuestionamientos, lágrimas, bronca, y un cierre repleto de felicidad.
Porque la admiración por Messi siempre estuvo, pero la falta de un título provocaba que la comparación inevitable con Maradona lo dejara con una sensación amarga. Hasta que llegó ese título en la Copa América de Brasil y a partir de allí, un amor incondicional que se coronó con la Copa del Mundo levantada en Qatar.
Por eso la noche en el Monumental tuvo una sensación extraña. El hincha quería despedir a Leo con honores, sus compañeros también, pero nadie quería que se terminara. Hubo lágrimas desde el mismo momento que Eugenia Quevedo entonó el himno, ese que tantas veces se le cuestionó a Leo no cantar y esta vez lo hizo con Tiago, Ciro y Mateo con lágrimas en los ojos.
Y para que la noche sea perfecta, para que la despedida esté a la altura del crack rosarino, la Scaloneta le dio una paliza a Venezuela. Fue 3 a 0, pudieron ser muchos más. Hubo dos de Leo, porque todos querían que anotara y él les dio el gusto. Un show de fútbol que impulsa a pensar que todavía hay algunas funciones más, aunque serán fuera de casa, con el Mundial de Estados Unidos como gran objetivo.
Argentina salió a la cancha con claras intenciones de darle un triunfo a Messi en su último vals en Eliminatorias. Y a los 3 minutos casi llega el primer grito. Leo inició una jugada en mediacancha y Mastantuono, con un control magnífico, encaró y cedió a Almada. Y el mediocampista le puso un pase atrás a Julián Alvarez, que obligó a una gran atajada del arquero venezolano.
Argentina construyó el partido como lo hace muchas veces. Va consumiendo al rival, lo obliga a jugar al límite de sus posibilidades, y cuando se decide, lo destruye, lo aniquila. El primer gol tuvo el sello de la Scaloneta.
Paredes recuperó, metió un pase al vacío al incansable Julián Álvarez y el delantero, poco egoísta, esperó a Leo y le cedió la pelota. Ahí Messi puso su toque de magia, picando la pelota ante el cierre desesperado del arquero y tres defensores.

El show de Messi siguió en el complemento. Romo le ahogó el grito en un remate cruzado. Luego dejó de cara al gol a Nico González y Thiago Almada, pero ambos futbolistas no pudieron concretar. Hasta que metió un pase a la carrera a Nico González y el Toro Martínez anotó de cabeza.

El partido estaba sentenciado. Pero todos querían darle otro gol a Leo. Y ese deseo se cumplió. De Paul puso a correr a Thiago Almada y el delantero se mandó al área, allí levantó la cabeza y le vio a Messi, y le puso un pase perfecto para que el rosarino anote el tercero. El Monumental explotó.
Hubo abrazos, sonrisas y una ovación interminable. Y el «Messi…. Messi…» con el gesto de reverencia fue el agradecimiento de la gente al mejor jugador del mundo, ese que una noche comenzó a despedirse. Y a todos se les piantó un lagrimón.